12/11/18 - 05:58
Luis Alberto Arista Montoya*
Dentro de la actual sociedad de información global, hoy en día, es casi imposible mirar y admirar en forma ingenua o desinteresada un monumento arqueológico como Machu Picchu o Kuélap, por ejemplo. Casi todo turista informado llega a visitarlos premunido de ideas sobre su valor histórico: a través de libros, revistas, de la internet, documentales o del boca/oreja de otros visitantes.
Pero es de mayor gozoso apreciarlos sin esos juicios previos (o prejuicios cognitivos). Siempre recomendamos hacer esto a los amigos visitantes: dirigir intencionalmente la mirada ingenua para tan solo apreciar la belleza del monumento en-sí, y luego de esa experiencia averiguar sobre sus orígenes y sus constructores(los Chachapoyu, en el caso de Kuélap).De esa manera es posible que el turista lo visite una y otra vez, para su felicidad (y generando más divisas, por supuesto, para felicidad nuestra)
Ahora Kuélap tiene un gran añadido: su Teleférico- un patrimonio cultural tecnológico- que permite al turista también tener un goce estético, desde el aire, del paisaje cultural que contextualiza al monumento pétreo. Cosa que no lo tiene ningún otro sitio, ni siquiera Machu Picchu. Es su ventaja comparativa (y competitiva), que evita además la contaminación ambiental a consecuencia de buses que suben/bajan.
Si usted ha visitado Machu Picchu previamente, y luego visita Kuélap (o viceversa), las comparaciones entre amabas es inevitable Pero no se puede decir que nuestro monumento es un segundo Machu Picchu, o que este es superior a Kuélap, porque Kuélap tiene el valor del tiempo histórico preincaico, mientras que el monumento cuzqueño representa a una estadio más desarrollado del Imperio del Tawantinsuyu (época del Inca Pachacútec). Cada cual con su historia y dominio del espacio: bajo el principio “Reto/Respuesta”, según Arnold Toynbee.
En este caso la comparación no es una ofensa. Después de conocer ambos monumentos arqueológicos uno termina por compararlos desde la perspectiva del goce estético provocado por la belleza del Bien Cultural, para terminar recomendado visitarlos, como estamos haciendo ahora.
¿Cuántos peruanos han tenido la oportunidad de conocer Machu Picchu? ¿Cuántos Kuélap? Más precisamente: ¿Cuántos amazonenses todavía no conocen Kuélap? Pero esa es harina de otro costal. Lo dejamos planteado el asunto. Pues, así como se habla de una inclusión social en términos socio-económicos, también se tiene que plantear- desde las entidades tutelares del Estado-una política pública de inclusión cultural para que los pobres y los de extrema pobreza visiten estos sagrados sitios arqueológicos, muy en especial los estudiantes en tiempo de excursiones (ojo directores regionales de educación, ojo directores de colegio, ojo tutores, ojo padres de familia: Ojito/ojito)
Todo esto viene a cuento porque nuestro buen amigo Mirko Lauer- columnista referente del diario La República- luego de visitar Kuélap ha escrito un interesante artículo publicado ya en el Nro.67 (mes de julio 2017) de la revista Hueso Húmero, bajo su dirección. Glosamos algunas de sus vivencias/ideas, abordadas desde el ámbito estético.
El poeta Mirko Lauer tiene un punto de partida (y de llegada): ¿Por qué comparar Kuélap y Machu Picchu? Porque a pesar de sus profundas diferencias, son similares. De hecho, los visitantes [sobre todo los nacionales, más aún los chachapoyanos] de Kuélap vienen haciendo la comparación de tiempo atrás. Para quien ha visto ambos lugares, uno hace pensar inmediatamente en el otro, y hasta ahora no ha aparecido una tercera edificación de piedra que se les una en la imaginación [aunque el presidente Fernando Belaúnde, en una de sus visitas, entusiasta calificó a la ciudadela de Marca-Huamachuco como una segunda Machu Picchu]
Los periodistas- sigue diciendo Lauer- intuimos rápido este tipo de parentescos, y eso está presente en titulares sobre Kuélap como “El nuevo Machu Picchu” o “Un Machu Picchu menos conocido”. En lo geográfico están en zonas frondosas [de Ceja de Selva], sobre la vertiente oriental de los Andes, en cierto modo mirando hacia la selva. Son edificaciones de piedra i [cada una con ricas canteras] instaladas en la parte alta de un valle [del valle sagrado del Urubamba en cuanto al monumento cuzqueño, y del valle sagrado del Utcubamba para el caso de Kuélap], las dos del tamaño de una ciudadela, ninguna de ellas restaurada más allá de la elemental conservación [vale nuestro reconocimiento a la escuela peruana de arqueólogos]. Ninguna [de las ciudadelas] es realmente un fenómeno urbano, ni siquiera en los términos antiguos de la palabra. Lo cual no ha impedido que ambas sean ocasionalmente llamadas “ciudades”, como se usa en “ciudad perdida”. Incluso hay un decreto supremo del 2011 que declara a Machu Picchu, Kuélap y Chan Chan (en la costa) ciudades hermanas, por su similar valor arqueológico y turístico. No está claro si el decreto simplemente establece una identidad o sugiere que establezcan alguna forma de relación.
Más adelante seguiremos comentando el estupendo artículo de Mirko Lauer, publicado bajo el título: “KUÉLAP/MACHU PICCHU, COMPARACIONES”. Todo un homenaje y reconocimiento a Kuélap, ícono pétreo afincado en el Valle Sagrado de los Chachapoyas, que en conjunto se perfila como un nuevo destino a favor del Turismo Cultural.
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*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva, de la Región Amazonas. Lima 12 de noviembre de 2018. Luis Arista Montoya.