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CRÍTICA AL DIÁLOGO “BAMBA”

Luis Alberto Arista Montoya* Una huaraca con una piedra simbolizan lo primitivo. Una bala, un helicóptero simbolizan el poder de la tecnología. Cuando estos instrumentos son utilizados por actores sociales enfrentados estamos ante una inminente agudización de un conflicto social comunitario que tiende a expandirse más allá

CRÍTICA AL DIÁLOGO “BAMBA”



04/04/19 - 05:52

Luis Alberto Arista Montoya*

    Una huaraca con una piedra simbolizan lo primitivo. Una bala, un helicóptero simbolizan el poder de la tecnología. Cuando estos instrumentos son utilizados por actores sociales enfrentados estamos  ante una inminente agudización de un  conflicto social comunitario que tiende a expandirse más allá de los intereses locales contrapuestos, cobrando una dimensión regional o nacional, al estar en juego la tranquilidad de todos y el desarrollo nacional.

Durante el conflicto minero de Las Bambas (en la Región Apurímac), las piedras lanzadas con huaracas (símbolos  violentos supérstites del Perú Profundo) rompió uno de los parabrisas frontales de un helicóptero del Ejército cuando despegaba conduciendo a tres Ministros de Estado, mientras que sus resguardos no hicieron uso-felizmente- de las balas de fusiles y pistolas (armas usados normalmente por el Perú Oficial, porque el Estado tiene la hegemonía de apelar a la violencia por mandato constitucional).

En todo caso, durante estos  más de  50 días  de  conflicto minero nuevamente asistimos a observar el choque entre el “Perú profundo” y el “Perú oficial”; entre el limeñocentrismo y las marginadas comarcas y villorrios.  Escenario en el cual existen muchos actores: el Estado (con el Presidente, su Primer Ministro,  sus funcionarios limeños y regionales), la empresa minera (con sus administradores, abogados, ingenieros y trabajadores, y allende los mares los verdaderos dueños preocupados por sus acciones y la caída de los precios del cobre), también están los comuneros y sus familias, con sus dirigentes que los representan, asesorados por aburguesados abogados  acusados de incitar y extorsionar a la empresa minera, la policía o el ejército todavía están a la espera de actuar, también están (con buena o aprovechada voluntad) algunos congresistas que intentan ser mediadores para aparecer ante las cámaras, los periodistas como actores compitiendo por las primicias, y en Lima los sempiternos analistas y exministros de Energía y Minas pontificando   sobre “posibles soluciones”. Todos actúan. Personas con distintos papeles de personajes.

Es decir, toda laya de actores que no necesariamente actúan a favor de la producción democrática de la sociedad peruana: existe mucha simulación y disimulación. Simulacros. Es por eso que en las Bambas desde el año 2011 los conflictos se vienen solucionando a medias o los dejaron  pendientes.

Y las comunidades  ya están hartas de soluciones bamba, que los mezan al son de la “bámbola”. Está vez la protesta va en serio. Y puede agudizarse y fregar la investidura del gabinete del actor - de teatro, cine y telenovelas, no es cachita ¿eh?, es  reconocimiento- Salvador del Solar programada para el 4 de abril (fecha  nada oportuna,  víspera del 5 de abril de 1992, día del autogolpe de Alberto Fujimori). 

Los actores presuntamente responsables  están en las Bambas para actuar. Pero no existen en la parte contraria interlocutores válidos. Todo el mundo mete su cuchara. Identificar en forma clara, precisa y distinta  los temas (problemas) y señalar quiénes son los actores (interlocutores válidos), son dos de los pre-requisitos básicos para iniciar el diálogo y negociación para tratar  de encontrar (por consenso) la solución pacífica del conflicto. “Nosotros te ayudamos a que el Poder Judicial deje en libertad  al Presidente de tu Comunidad, pero ustedes- a cambio -   desbloquean de inmediato la carretera (12 kilómetros del corredor minero) y nos sentamos a dialogar pero con los auténticos interlocutores que tienen poder de decisión y de liderazgo”, es la propuesta que postulamos desde esta tribuna chachapoyana. Se llega al consenso a través de concesiones mutuas. Porque solo el diálogo salvará al Perú (¿Parece utópico eh?). Dialogar, dialogar, dialogar que el Perú puede  mejorar. No hay otra salida. Actuar a la bruta es la peor de las salidas. El Estado (nacional, regional, local) tiene que actuar con interlocutores quechua-hablantes, la única manera de dejarse entender para ganarse la confianza de los comuneros a favor del entendimiento intersubjetivo.

Si del Solar quiere erigirse en Salvador de nuestra enclenque democracia no puede quitar cuerpo y decir que dicho conflicto es un asunto privado (entre la comunidad/y la empresa china Shinalco). Un Estado garante y  democrático no puede estar pintado en la pared, ni sus representantes estar mirando desde el  balcón del Lawn Tennis. No. Un auténtico representante del Estado busca construir  un Estado-Nación.

También ha dicho el actor político que desempeña el papel de Primer Ministro que: “Consideramos que el conflicto en Las Bambas es totalmente independiente del discurso de investidura que como Gabinete iremos [el 4 de abril] y presentaremos ante el Congreso”. No Señor Primer Ministro. Está Ud. equivocado. Ud. no asiste a las tablas de un teatro, asiste a un escenario crispado de conflictos, en el cual el de Las Bambas será esgrimido y escudriñado por la oposición parlamentaria. Ud no asiste a un  pacífico Teatro Manuel Ascencio Segura. No. Asiste a una especie de  “Corral de Comedias” donde todos buscarán actuar con verbo “florido” y “sabihondo”; recibirá acusaciones, denostaciones, críticas, sugerencias, pedidos, derepente pifias. Los otros actores buscarán  que Ud. pierda la compostura. Vaya preparado para el golpe y contragolpe. No sea ingenuo. Ellos- igual que Ud.- son actores políticos, también actores sociales. Todos actuarán en el teatro de las vanidades, actuando en la teátrica del poder político: actuando para las galerías, ante las cámaras. Donde “el actor queda cogido, inspirado totalmente por lo irreal. No es el personaje quien se realiza en el actor, sino el actor quien se irrealiza en el personaje”, decía Jean Paul Sartre. 

Y la sociedad peruana será la gran  espectadora y, como dice  el sociólogo francés Alain Touraine, la sociedad no es un actor; no tiene ni valores ni poder. Valores y normas pertenecen  a los actores que actúan en el campo de historicidad, a las clases sociales. La relación entre los actores se puede concebir, en efecto, como una reciprocidad de la conciencia. Los actores solo se comunican porque se sitúan en un conjunto de valores y de normas que definen sus papeles respectivos, es decir, la expectativa legítima por parte de cada uno de ellos de ciertos comportamientos del otro. Cuando se identifica al actor con un papel, se le dota de un yo social, repleto de derechos y obligaciones, de rasgos de carácter y de normas: buen o mal  esposo, ciudadano o trabajador. En todos los niveles de la sociedad [como la peruana]  encontramos conflictos que manifiestan  la presencia y acción de los dominados. El concepto de clase está vinculado con el de conflicto y se opone a la vez al de valor y al de contradicción. La unidad de análisis no es el actor, ni siquiera el movimiento social, sino las relaciones sociales, el campo de los actores históricos; y el objeto de su conflicto, el sistema de acción histórica.

 A la sociedad [como es el caso de la sociedad peruana] nunca debe presentársele como una situación, como una organización  social, sino ante todo como una acción: construcción de un campo histórico mediante el diálogo, el conocimiento, la acumulación, el modelo cultural, el conflicto por la dominación de ese campo, el sistema de relaciones políticas para la gestión y la organización de una formación histórica concreta; y por último, las organizaciones atravesadas por la oposición de la tecnología y del poder… Sea por una tecnología primitiva (huaracas para lanzar piedras) o una  tecnología moderna (armas con balas y helicópteros). Sea por un poder comunitario o un poder tecnocrático. Como es el caso del escenario conflictivo en las Bambas.
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*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 29 de marzo del 2019. Luis Alberto Arista Montoya.
 

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