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CUANDO EL FAVOR, ES UN ACTO DE AMOR

Pastillita para el Alma 27 – 01 – 18 Josefina, es una niñita nacida con problemas traumatológicos, que frisa los 5 años, no puede movilizarse, viene de lejos

CUANDO EL FAVOR, ES UN ACTO DE AMOR



30/01/18 - 06:32

Pastillita para el Alma 27 – 01 – 18

Josefina, es una niñita nacida con problemas traumatológicos, que frisa los 5 años, no puede movilizarse, viene de lejos, de una casita de quincha, con techo de paja, escondida arriba en el monte, junto a un ojo de agua, que da origen a un manantial, que cuesta abajo sirve para saciar la sed de un caserío de siete familias, algunas con hijos pequeños y otras con niños en edad escolar, que caminan más de una legua, en el barro y bajo la lluvia en la época de invierno o bajo el calor sofocante del sol, cuando no llueve. Ellos llevan como fiambre, un huevo duro con un poco de mote, en un mate amarrado en un tocuyo, que pomposamente lo llaman mantel. Este es el escenario de donde procede María Albertina, con 18 años cumplidos, madre de Josefina, que gracias a la ayuda que lo envió su marido el cholo Alberto, que desapareció, en cuanto apareció la niñita, con el pretexto de irse a buscarse la vida. ¿Qué cómo llegó María Albertina a Lima?, vaya uno a saber, pero lo sorprendente, es que apareció en el hospital de los pobres, el Hogar Clínica San Juan de Dios, donde gracias a la bondad de los médicos y personas piadosas que trabajan en dicho lugar, fue operada satisfactoriamente  y ahora está recibiendo su tratamiento de rehabilitación. Y si Dios quiere, pronto retornará a su lugar de procedencia, con la alegría de la niña y de su madre, que estuvieron inclusive alojadas en un albergue, sin costo alguno.

Un amanecer, las 3 de la mañana, el teléfono timbra sonoramente y una voz de una mujer que pide ayuda clamorosamente,  su padre, un hombre de 73 años, había sufrido un accidente de tránsito y tenía dos heridas con pérdida de piel que llegaba hasta el hueso y los bomberos que lo habían auxiliado le llevaron a una clínica, a las 9 de la noche, donde le tomaron sus radiografías y  no tenía fracturas, pero por la naturaleza de las heridas habían decidido amputarle una de las piernas por debajo de la rodilla. Como es de suponer, nuevamente la misericordia divina, llegó en auxilio de dicha familia. El accidentado fue trasladado a un hospital y por la ayuda de uno de los médicos de guardia, se logró internarlo y en menos de 3 semanas las heridas casi han cicatrizado y felizmente no fue necesario el tratamiento tan agresivo que se planificó de inicio, gracias a un piadoso médico que comprendió que el dolor de la familia, cuando un ser querido sufre un accidente, es más doloroso que un puñal que abre su pecho y más si a esto se suma que no hay dinero, que se exige en las clínicas.

La distancia es siempre un problema cuando se trata de un paciente en que los síntomas no pueden fotografiarse y las dolencias solo lo percibe el enfermo, en este caso pedir una ayuda es una decisión extrema, más aún si uno tiene que solicitar a un profesional con el cual no hay confianza y ni siquiera se conocen.
Este es el caso de una señorita que pide ayuda para que su señor padre que respira con dificultad, sea atendido el día domingo por la tarde por el único médico del pueblo, quien viniendo de lejos se ha identificado tanto con los pobladores, que hasta orgullosamente les dice que se siente como nacido en el pueblo, pero por razones inexplicables ese día el señor médico estaba muy cansado y no deseaba atender a nadie, porque es su día de descanso. Tulita que es la maestra de los hijos del médico, toca la puerta, llora, suplica, gime sin respuesta y atormentada por el dolor recuerda al familiar médico que vive en la capital, lo llama, le suplica que hable con el doctor del pueblo dándole el número de su teléfono.

El repiqueteo del teléfono, suena insistentemente en la habitación del facultativo, que es un cuarto en una casa de un solo piso, con paredes pintadas de blanco y una puerta de color verde, con ventanitas con rejitas de fierro en la parte alta, por donde se filtran las voces. Después de un buen tiempo, al fin hay una respuesta.

Hola, ¿quién habla? Con una voz gruesa casi gutural, mezcla de enojo retenido.

Doctorcito, buenas tardes, le habla su colega el Dr. Hidalgo de Lima.

¿Qué deseas, que quieres a esta hora, día domingo?

Coleguita disculpe que le moleste, pero se trata de un familiar que al parecer está con un diestres respiratorio, con hipertemia, diaforesis e hipertensión arterial.

Mira colega, háblame en cristiano, no vengas con palabritas técnicas muchas de ellas ya ni siquiera lo recuerdo. Seguro que te han pedido que atienda a don Sebastián, un hombre viejo fumador, flaco y mal nutrido, que si no se muere, lo veré mañana en el hospital, mientras tanto que le den su draque caliente, con una copa de llonque y una pastilla de cafiaspirina o mejoral, que lo pongan sus pies en agua de malva caliente, con dos cucharas de sal, que se abrigue bastante y ya no vuelvas a llamar porque voy a desconectar el teléfono.

Don Sebastián viejo trejo, chacarero recio, pasó la noche con muda de ropa húmeda por el sudor, pero lo cierto es que amaneció mejor, tomó su caldito de paico con huevos y ampecito de borraja para que lo limpie sus pulmones, atendido por la mama María, viejita linda de cabellos grises como la ceniza, con trenzas y su lazo morduroy, que disimuladamente había sacado debajo de la almohada de don Sebastian, dos billetes de diez soles para darle al secretario del médico que mandó a cobrarle la consulta y los consejos que dio a su hija Tula, la maestra, el día de ayer.

Tres historias, tres relatos de la vida real, que más que verdaderos, parecen fantasías  creadas por una mente enferma que tiene prisionero el corazón en una nube de añoranzas, sin embargo, aunque no lo creamos estos hechos se dan casi diariamente, porque la gente se enferma y los familiares y los amigos infinidad de veces, tenemos que pedir favores y estar expuestos a sinsabores y malos tratos por aquellos personajes vestidos de blanco que se olvidaron que los médicos no solo curamos el cuerpo, sino también el alma.

A Dios gracias, son muy pocos los médicos que actúan, como aquel personaje de un paraje del Perú profundo que tal vez equivocó su profesión o, también, como otros personajes del quehacer humano, que se comportan como si ellos nunca van a tener que necesitar de otra persona, y lo más triste cuando uno, que hizo tantos favores, sin ninguna condición, y solo con el simple afán de ayudar, tiene obligadamente que pedir un favor porque así lo manda el destino y recibe como respuesta una cachetada, en fin este es el mundo y aquí nos resolvemos nuestros problemas o también aquí nos revolcamos en nuestra inmunda soberbia o indiferencia.

La visita del PAPA Francisco, nos vino a refrescar el mensaje de CRISTO, que hace más de dos mil años nos trajo a este mundo…, que es la importancia del AMOR…, amar al que sufre, al que ríe, al que llora. Amar es lo más grande que puede existir en esta vida. Sentir amor, inspirar amor, dejarse amar, dar amor a cambio de nada y encima de todo Amar a Dios sobre todo las cosas.

Muchos nos dicen que las obras no valen para salvarse y que lo único que te salva es la Fe, porque lo que hace el hombre no vale ante los ojos de Dios, porque el único que es Bueno es Dios y las obras del hombre son insignificancias ante la omnipotencia y Bondad de nuestro Creador y muchas veces, son muestras de vanidad o de ayuda mal dirigida que lo único que persigue es lucirse u obtener algo que lo favorezca. No dudo de que haya esta clase de favores, pero mientras haya buenas intenciones, dejemos a las personas piadosas que sigan ayudando, especialmente a las que sufren, aunque sus obras no sirvan para su salvación, porque al final de todo Dios es el único que nos juzgará.


Jorge REINA Noriega
*AYÚDAME A AYUDAR*
jorgereinan@gmail.com

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