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EN MI LARGA VIDA, UNA EXPERIENCIA COMO NINGUNA

Pastillita para el Alma 19 – 12 – 18 Llegando a Lima, después de haber vivido el sueño prodigioso del homenaje inmerecido hecho a mi persona en la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de la región Amazonas, compensándome de la pena de haberme separado de mi hermano José David

EN MI LARGA VIDA, UNA EXPERIENCIA  COMO NINGUNA



19/12/18 - 05:45

Pastillita para el Alma 19 – 12 – 18

Llegando a Lima, después de haber vivido el sueño prodigioso del homenaje inmerecido hecho a mi persona en la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza de la región Amazonas, compensándome de la pena de haberme separado de mi hermano José David, viendo en las fotos de la ceremonia las imágenes embelesadas de mi Marita, mi Mayita, mi Rochita y mi Joshé, reponiéndome de la presencia sorpresiva de nuestra Rochita, mirando la escolta señera de mis colegas bomberos, la compañía de mis hermanos de Luz de Amazonas, de muchos personajes asistentes y alumnos de la universidad, siento en lo más profundo de mi corazón la duda insatisfecha que estando en el cielo, arriba en el interior del avión, encima de las nubes, que es el territorio donde habitan las almas benditas, podría sacar mis manos y entregar a mis padres la medalla y el diploma Doctor Honoris Causa de nuestra Universidad, y alcanzar a decirles que eso es obra de ellos y yo solo era un vehículo de lo que fue su grandeza en la tierra.

¡Cuánta dicha acumulada en mi alma, cuántas emociones en tan poco tiempo!
¡Increíble la presencia de mi Rochita, que fue a estar presente en la ceremonia como representante de nuestra hermanita Dorisita, que también nos mira desde el cielo!

¡Gratitud impagable al señor rector de la universidad, doctor Policarpio Chauca y toda su plana de decanos de las diferentes facultades de la Universidad!.
Cómo sería posible resumir en un suspiro la energía vital que bulle entre mis venas  y sentir el sosiego del luchador empedernido que ganó una batalla derramando, su sangre y bañado su cuerpo con gotas de sudor y lágrimas, pero esa guerra no fue la que hice.

En ese extremo, muy diferente al momento en que llegamos a este mundo, donde las risas y la alegría de los padres, son melodías, vemos y sufrimos en carne propia como la vida se va extinguiendo lentamente y va apareciendo con mayor claridad la agonía de la muerte y miramos absortos la lejanía de la juventud que te escucha en el hermoso templo donde se rinde culto a la educación universitaria y son los libros y el quemarse las pestañas lo que harán los hombres del mañana y queriendo profetizar en el futuro, me imagino a muchos de ellos recibiendo los mismos honores que ahora me abruman, porque tenemos que ser conscientes desde el lugar donde nos encontramos, que es el esfuerzo y el sacrificio los que nos hacen conseguir la felicidad en el trabajo de nuestra profesión, llevando siempre como lema, el agradecimiento a nuestros maestros, que son los que nos guían y nos conducen por la senda del bien, inculcándonos el deber, la dignidad y el orgullo de salir de una universidad, como es la Universidad Nacional Toribio Rodríguez de Mendoza, que ya brilla en el firmamento de la Patria, a pesar de sus pocos años de existencia.

El momento actual en que vive el estudiante peruano, definitivamente es muy difícil, pero nunca jamás imposible, cuando hay voluntad y deseos francos de superación y felizmente ahora tenemos la maravilla del internet que nos conecta con todo el mundo. Actualmente hay mucha competitividad con universitarios de otras latitudes, especialmente de Europa. Como anécdota debo contarles que en el hospital en que todavía estoy laborando voluntariamente con los alumnos del internado de Medicina, que proceden de diferentes facultades de todo el país, también asisten alumnos que vienen de facultades de Medicina de Austria, Inglaterra, Alemania, Israel, entre otras. Estos alumnos extranjeros nos llevan ventaja con los 3 o 4 idiomas que hablan perfectamente, lo que en alguna forma se compensa con la habilidad innata del estudiante peruano, al que definitivamente le falta un poco más de empeño y tomar las cosas más en serio y aprovechar lo máximo que se puede aprender a cada rato y al hacerlo, hacerlo bien, no solo por el simple hecho de cumplir, tal como lo hacen los otros que si se esmeran y concentran en lo que se empeñan.

Pido disculpas a mis colegas de primer año y de los últimos años de Medicina, por el aparte de recomendación que hago, tal vez fuera de sitio, pero he querido aprovechar esta oportunidad, con el mejor deseo de llegar al corazón de ustedes y repetirles que es el deber, el trabajo y la disciplina y cuando se pone todo el tesón en nuestros actos, es mucho mejor que la inteligencia.  En la vida triunfan más los disciplinados que los inteligentes. 

Los médicos somos seres humanos que estamos sujetos a los vaivenes de la vida, que nos acosa con sus penas, sufrimientos y alegrías, pero, reaccionamos de diferente manera, cuando preexistimos en carne propia la comedia o la tragedia humana, nos duele tanto los mismos dolores de los enfermos que no podemos calmar y donde hasta la morfina y la heroína han fracasado o nos alegramos hasta las lágrimas, cuando se observa la sonrisa de una madre, que “murió un instante” en el momento sublime del parto, sin embargo cada facultativo siente y expresa de diferente manera sus vivencias y cuando recibe homenajes inmerecidos, como los que han tenido a bien otorgarme las autoridades de la Universidad Toribio Rodríguez de Mendoza, no se encuentra palabras que expresen a cabalidad lo que uno siente. 

Para terminar, os vuelvo a repetir que este honroso homenaje, de Doctor Honoris Causa que me otorga la universidad, lo recibo en nombre de mis padres, el señor don José David Reina Rojas y la señora, doña Rosita Mercedes Noriega Vigo de Reina, que son los verdaderos dueños y artífices de mi vida y de mis triunfos, más no de mis derrotas, que son el resultado de mis errores y no haber cumplido a cabalidad con sus sabios consejos.
             
Agradezco en forma muy especial al señor rector doctor don Policarpio Chauca Valqui y a todos los señores doctores de su junta de catedráticos por su gran benevolencia de haberme otorgado esta condecoración que llena de orgullo y satisfacción a toda mi familia, muy en especial a mi esposa doña María del Carmen Rossi, a mis queridos hijos, hijos políticos y a mis amados nietos, también lo recibo en nombre de mis hermanos bomberos de todo el Perú, de mis respetables y queridos hermanos de Luz de Amazonas y Benjamín Pérez Treviño, de todos mis enfermos que hasta ahora sigo atendiendo, de todos mis colegas jóvenes a los cuales les cuento mis traspiés, para que nunca los vuelvan a cometer y muy en especial a mi maravilloso pueblo de Amazonas y a mi tierra bendita, la fidelísima ciudad de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas, donde he pasado los años más felices de mi vida.

Jorge REINA Noriega

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