15/07/20 - 06:02
Luis Alberto Arista Montoya*
A nivel de la teoría del conocimiento de las Ciencias Sociales, cuatro fueron las consecuencias post-caída del Muro de Berlín en el mundo entero: Uno, el derrumbe del sistema comunista, una de las grandes ideologías dominantes ; dos, el desprestigio de los grandes relatos de interpretación histórica; tres, la incesante globalización comercial, tecnológica y electrónica del neocapitalismo; y cuatro, la consolidación del pensamiento postmoderno como crítica puntual, precisamente, a esa modernidad injusta, alienadora e inconclusa que nos ha tocado vivir.
Tres filósofos fueron los fundadores del pensamiento posmoderno: El italiano Gianni Vattimo quien postula un pensamiento débil- El pensero debole - afincado solo en el Aquí/Ahora a partir de la secularización del cuerpo (el cuerpo como primer escenario de la libertad con el que cuenta cada individuo); el francés Jean-Francois Lyotard postula una erótica de la investigación científica y filosófica a partir de la significación del cuerpo (los actuales investigadores de la vacuna anti Covi-18, por ejemplo, portan ese eros porque saben que harán felices al mundo entero cuando descubran la vacuna salvadora); y, el tercer filósofo posmoderno es el norteamericano Francis Fukuyama, quien habla de la falta de confianza interpersonal e institucional en que nos ha sumido la modernidad globalizada (cosa que viene sucediendo hoy en día en todos los Estados en tiempo de pandemia).
Hace 5 años Fukuyama vino a Lima invitado por la Cámara de Comercio de Lima; Vattimo hace 3 años, invitado por la Universidad Ricardo Palma; Lyotard no nos ha visitado. Pero los tres han escrito libros de crítica a la “modernidad líquida” que todo lo descarta y licúa, en aras de la sociedad de consumo.
La filosofía del cuerpo debe servir para comprender la presente pandemia, ya que el cuidado del cuerpo es responsabilidad de cada individuo. ¿Han reparado, por ejemplo, que nuestras expresiones de despedida (tal como sucediera durante el terrorismo de Sendero Luminoso) están cambiando? Ya no nos dicen (o ya no decimos) “hasta luego”, “nos vemos”, “vete con suerte” o “que te vaya bien”. Hoy en la mañana, por ejemplo, escuché decir a un niño: “chau papá, cuídate” (el temor es que el papá retorne de trabajar con el virus y contagie a todos en casa). Volver a reencontrarse con el otro se ha tornado incierto. La muerte ronda como nunca.
Ahora nuestras frases presenciales, por teléfono o por video oscilan entre: “¡Cuídate!”, “anda con cuidado”, “ten cuidado” o “cuídate mucho”. Casi nadie depara felicidades. Pues, El cuidado del cuerpo se ha tornado en un concepto ontológico de la Biología; y, sociológicamente, se ha convertido en una primordial forma de ser (aunque, claro está, para mucha gente que vulnera las normas sanitarias de prevención su cuerpo (y el cuerpo de los demás) le importa un comino. Pues, toman su cuerpo como si fuera una cosa: es que lo han cosificado voluntariamente, lo que es más grave aún.
Cuidamos nuestra vida porque somos “seres para la vida y muerte”. Desde el momento que nacemos: estamos expuestos a la enfermedad (del covid-19, como es el caso actual), a la desnutrición, a la violencia criminal cotidiana (una pandemia social).
Siempre hemos pensado que sabemos que vamos a morir, pero no sabemos ni cuándo, cómo, ni dónde (salvo los enfermos terminales o los que tienen tendencia al suicidio, que sí lo saben, aunque en forma relativa). Pero ahora frente a la amenaza del coronavirus, nunca como hoy, en todo el mundo, cualquier hombre sabe que puede morir en cualquier momento y en cualquier lugar. Estamos siendo seres para la muerte.
Por eso-como hipótesis de trabajo- denominamos al Covid-19 como el primer virus posmoderno engendrado por el abusivo e injusto dominio tecnológico de la bondad de la naturaleza. El hombre sigue actuando sin respetar ni obedecer sus leyes debido a la imparable codicia económica globalizada de los grandes grupos de poder (legales o fácticos).
Y como todo individuo es un “ser con” (ser uno con otro) el cuidado ha devenido como el esfuerzo angustioso que demanda preocupación por la vida, cuidando nuestro cuerpo en forma voluntaria y responsable para que no se contagie de muerte.
Porque esta pandemia nos está demostrando- en este tiempo de penuria generalizada- que en lugar de convivir los hombres solo hemos optado por coexistir, sin más. La palabra CONVIVENCIA es una de la palabras que necesitamos en forma urgente para sobrevivir juntos, en paz y, ojalá, libres de algún segundo virus posmoderno, más letal que el actual. Depende de la nueva racionalidad humana que fundemos de aquí adelante.
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EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 15 de julio de2020, Luis Alberto Arista Montoya.