11/12/20 - 03:45
Margaret y William, protagonistas del Día V
Luis Alberto Arista Montoya*
El flagelo planetario del coronavirus empezó el pasado mes de marzo, aunque desde enero ya se tuvo noticias de su existencia maligna a través de la agencia de noticias china Xinhuá. Al cabo de diez intensos meses de pandemia con un saldo mundial de más de un millón muertos, desde el pasado día ocho de diciembre ha empezado la vacunación masiva en el Reino unido. Excelente noticia, de connotación universal.
Fue ominado como Día V (día de la vacuna, día de la vida). Día histórico para la humanidad en general, para la historia de la ciencia en particular.
El proceso de vacunación “será una carrera de fondo, no de velocidad”, ha advertido con prudencia el director médico de la sanidad pública británica, Stephen Powis; sanidad pública que es una de las mejores del mundo, cuenta con modernos laboratorios fundados desde el siglo XVII bajo el auspicio de viejas universidades como las de Oxford, por ejemplo; el laboratorio AstraZeneca perteneciente a esta universidad es posible que pronto descubra otro tipo de vacuna.
Recordemos de paso lo siguiente: tomando conocimiento de esa tradición científica inglesa, en la segunda mitad del siglo XVIII el Rector del Real Convictorio de San Carlos Toribio Rodríguez de Mendoza, junto con su amigo el médico Hipólito Unanue elaboraron todo un expediente para la creación de laboratorios, pero dicha solicitud no fue aceptada por la Monarquía española que estaba en otra, fuera del primer círculo de la Ilustración del Siglo de las Luces. Nuestro paisano Toribio fue un hombre visionario, pero su corta vida como hombre republicano (pues murió en 1825, es decir, a 4 años de haberse producido la Independencia del Perú) no le permitió ver plasmado su proyecto. Fue una “oportunidad perdida” como dijera Jorge Basadre”, o una “oportunidad abortada” como acotó Pablo Macera.
Lo que sí ha sido una carrera de velocidad fue la competitiva carrera de los mejores laboratorios del mundo moderno por encontrar rápidamente una vacuna que inmunice a la gente ante el feroz contagio del coronavirus, con las mejores garantías de efectividad, y no politizando el hallazgo desde el Estado central como lo hicieron apuradamente los gobiernos de Rusia y China solo para ganar protagonismo estratégico en busca de mercados de venta.
Por más apuro que tenga la industria farmacéutica, las investigaciones científicas se deben realizar con parsimonia metodológica, mientras que los óptimos resultados llegan silenciosamente como las pisadas de paloma (o como pisadas de lic-lic, tal como lo expresé en un artículo anterior). Y no es que los científicos empezaran a investigar desde cero. No. Pues ya portaban toda una larga experiencia de experimentación, toda una larga y vieja historia de la ciencia que se mueve bajo la dialéctica del ensayo/error, hasta refutar y corroborar sus conjeturas (hipótesis). Se trataba de encontrar una vacuna eficaz, curadora.
Las primeras 800,00 dosis de la vacuna descubierta por la compañía Pfizer/BioNTech desde sus laboratorios de fabricación en Bélgica ha llegado al Reino Unido (la nación más castigada de Europa, con 62 mil muertos); el primer lote de vacunas fue destinado para 50 hospitales públicos, dando prioridad en una primera etapa a los ancianos hospitalizados mayores de 80 años, a sus cuidadores y al personal sanitario. Estimamos que su éxito está asegurado, pese a la campaña negativista de los movimientos antivacuna y de los conspiranoicos.
En el Reino Unido y en todo el mundo el escritor William Shakespeare es inmortal. Vive con nosotros a través de sus obras. En la ciudad inglesa de Stratford-Avon se encuentra la Iglesia de la Santísima Trinidad, allí están sepultados Shakespeare, su esposa, su hijo y su médico (en homenaje al amigo y a la medicina). Unos 250 mil turistas al año llegan a esa iglesia medieval, porque Shakespeare sigue vivo, vacunado contra el “virus” del olvido. Desde su tumba el inmortal dramaturgo y poeta simbólicamente ríe y alegre aplaude la buena noticia de la llegada del Día V.
Dos ancianos británicos fueron los primeros pacientes del mundo en recibir la bendita vacuna. Margaret Keenan, anciana de 91 años fue la primera paciente en el mundo en ser vacunada contra el COVID-19. El segundo paciente fue William Shakespeare, homónimo del ilustre dramaturgo inglés. Ambos ancianos fueron vacunados entre aplausos y gritos jubilosos. Por mérito de la ciencia se han tornado en personajes históricos. Pero “aún no hemos derrotado al virus, no podemos permitirnos relajarnos”, declaró el primer ministro Boris Johnson, quien habló con conocimiento de causa porque él estuvo en cuidados intensivos, porque al principio menospreció las recomendaciones de la Organización Mundial de Salud-OMS. Para Johnson fue “santo remedio”, como dirían las abuelas chachapoyanas
La carrera de fondo de vacunación proseguirá sin prisa pero sin pausa. La bien programada vacunación seguirá por grupos de edad regresivos, hasta los mayores de 50 años. Las autoridades sanitarias esperan haber vacunado a todas las personas vulnerables hacia el mes de abril. Por tanto, las autoridades peruanas deben mirarse en el espejo inglés, adaptando y asimilando dicha experiencia. Felizmente, el Comando Vacuna peruano está en buenas tratativas con el laboratorio Pfizer/BioNTech.
Propongo desde esta tribuna chachapoyana que una comisión de médicos especializados viaje inmediatamente a Londres a observar la experiencia inglesa. Pues se trata no solo de importar el patrimonio material científico, sino también el patrimonio inmaterial (saberes, experiencias, formas de acopio, administración y técnicas de distribución equitativa de vacunas). Así, de esa manera, el viejo sueño republicano del filósofo Toribio Rodríguez y del médico Hipólito Unanue se cumpliría en parte en vísperas del Bicentenario de nuestra Independencia Política.
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*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 10 de diciembre de 2019. Luis Alberto Arista Montoya.