18/12/20 - 11:52
Luis Alberto Arista Montoya*
Si en tiempos de “normalidad” la situación de la educación de niños, adolescentes y jóvenes era ya muy preocupante en Perú, hoy se ha visto agravada a causa de la pandemia. Durante el tiempo de post-pandemia será cuando comprobaremos su grado de intensidad.
Habrá no solo el aumento de pobreza de la enseñanza-aprendizaje, también de la extrema pobreza educativa, especialmente en el ámbito rural donde los alumnos y profesores no tuvieron acceso a la tecnología virtual ni a la teleeducación, a veces solo a la radio.
Una de las consecuencias existenciales negativas es el ensanchamiento y profundización de las brechas sociales que producirán mayor desigualdad entre peruanos, ahondando los “abismos sociales”, como dijo en 1956 Jorge Basadre cuando fue ministro de Educación. Desigualdades que habrán de producir peligrosos resentimientos, rencores e ira en las nuevas generaciones. Si la clase dirigente sigue manejando empíricamente el Estado, se nos vendrán más tiempos de ira social, como los acontecidos el pasado mes de noviembre con la insurgencia de la llamada generación del bicentenario.
En reciente entrevista el ministro de Educación Ricardo Cuenca ha anunciado que “en busca del tiempo perdido” se procederá a inicios del año escolar 2021 una nivelación de alumnos que deberá estar adecuada a su propia realidad territorial, buscando un reforzamiento académico para los alumnos de colegios perjudicados por la crisis. Perú es un país territorial y culturalmente diverso e invertebrado. Por tanto, partir del reconocimiento de esta múltiple territorialidad significa tomar en cuenta el rol protagónico y creativo que habrán de tener los directores regionales de educación para adecuar e impartir normas centrales teniendo en cuenta la relatividad del espacio-tiempo; también será ardua tarea la de los profesores de aula(presencial o virtual) quienes son los verdaderos protagonistas de la experiencia pedagógica de acuerdo al aquí/ahora de los alumnos; también de los padres de familia que habrán de vigilar y administrar el tiempo para la resolución de tareas de sus menores hijos(evitando cualquier abuso o castigo); y también deberá ser tarea de los medios de comunicación masiva y de las redes sociales(que deberán dejar de ser infundiosas redes antisociales).
La nivelación homogénea, estandarizada y válida para todos, impartida desde el Estado central ya es un arcaico paradigma. Se tiene que ir hacia una nivelación (y una futura educación) territorializada, más no aislada o independentista respecto del Estado nacional.
Es más, incluso teniendo en cuenta que al interior de cada territorio regional entre subregiones, ciudades, pueblos, provincias, distritos, centros poblados y villorrios muy lejanos, existen marcadas diferencias. La temática y la metodología de nivelación no pueden ser las mismas para Chachapoyas y Bagua; para Taquia y Huancas; para Leymebamba y Tambolic; para Soloco y Pedro Ruiz; o para Chontapampa y Choctamal, por ejemplo. Entonces, cada director regional de educación, cada director de colegio, cada profesor de aula tienen que programar, reflexionar (y actuar) traduciendo a su mundo de vida la famosa frase del filósofo José Ortega y Gasset: Yo soy yo y mi circunstancia- y si mi circunstancia es mi comunidad, mis alumnos y sus respectivos padres de familia- estoy en la obligación de salvar a mi circunstancia.
Por otro lado, Creo que debemos evitar utilizar el término “deserción escolar” por tener una connotación castrense. Son los soldados quienes desertan, los alumnos no. Antes de la pandemia uno de los signos de la precariedad educativa era que el sistema los expulsaba, viéndose obligados a abandonar o posponer su asistencia al centro educativo: sea por pobreza (tienen que trabajar para vivir y ayudar a la familia), sea por rechazo al ambiente escolar nada acogedor, o porque es “aburrido” lo que enseñan, o por miedo y tirria contra los malos maestros.
Los informes oficiales del Minedu indican que 75.539 alumnos de primaria abandonaron las clases en el 2020; y 75.950 estudiantes de secundaria abandonaron las clases en este mismo año, sin embargo, a pesar de la pandemia, esta cifra se redujo respecto al 2019; esto podría indicar que los jóvenes han sido los que mejor se han adaptado a la educación virtual, mientras que los niños necesariamente tienen que ser asistidos por su padres.
Y de otro lado, los jóvenes del quinto año de secundaria ya no tienen tiempo para recuperar clases porque están a punto de presentarse a la universidad o el instituto superior. En este caso, tocará a cada Consejo Universitario, a cada facultad, a cada escuela organizar un Ciclo Cero: una especie de ciclo de estudios generales antes de elegir la carrera profesional a seguir, según ha declarado el ministro Ricardo Cuenca Pareja. Una buena medida, sin duda alguna.
Nunca como hoy- en esta época de emergencia y transición- tan alegórico el título “En busca del tiempo perdido” de la célebre novela del escritor francés Marcel Proust, escrita en siete tomos entre los años 1908-1922.
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*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 18 de diciembre de 2020.