25/01/21 - 04:37
Luis Alberto Arista Montoya*
El 6 de enero vimos por la televisión a una turba de energúmenos supremacistas blancos asaltar el Capitolio en Washington azuzados indirectamente por su líder Donald Trump, buscaban evitar la ratificación de Joe Biden (demócrata) como nuevo presidente de los EE. UU. Ese episodio de anarquía dejó cinco muertos, y una gran interrogante: ¿Cuál será el futuro de la democracia allí y en el mundo entero?
Pero la vieja democracia norteamericana reaccionó contra el terror del populismo vil apelando al valor de sus históricas instituciones. Ahora se espera que el Senado apruebe el pedido de la Cámara de Representantes para inhabilitar a Trump de por vida para ejercer cargo público alguno, por el delito de “incitar a la insurrección”. Que no quede impune es el clamor ciudadano. Será su “santo remedio”, en lenguaje popular chachapoyano.
Lo grave es que esta forma de hacer política a través de un populismo vil se viene extendiendo por casi todo el mundo, promoviendo un nacionalismo cerrado, a la defensiva; contra los acuerdos globalizados.
Se ha asistido a la decadencia, ocaso y caída de Trump, su líder más notorio, pero ha dejado instaurado al trumpismo como un sistema que se propaga como un virus contagioso. El imperio de la personalidad autoritaria (fascista, neonazi, staliniana, machista, racista) está renaciendo peligrosamente porque, prácticamente, nunca se ha ido: es consustancial a la conducta humana y a las enormes grietas de inequidades conservadas por las “modernas” democracias: está presente en Brasil, México, Venezuela, Francia, Rusia, en el Reino Unido.
El Perú podría integrar esa lista si es que elegimos a un candidato populista en las próximas elecciones del 11 de abril; el problema es que casi todos los candidatos tienen un coranzoncito populista, porque es característica de la “razón populista” ser utilitaria e inmediatista para solucionar con medidas demagógicas las necesidades y carencias de las masas populares.
Sin embargo, tengo la sensación que los pobres, después de padecer la pandemia sanitaria y la pandemia de la corrupción podrán evitar caer-mediante un voto informado- en las fauces de la pandemia del odio, seremos más cautos. Pero aún estamos en incertidumbre. El otro día un humilde lustrador de zapatos (asiduo lector del diario popular “El Trome”, como los taxistas), cuando le pregunté: ¿Maestro por quién votará Ud.? Me contestó que por nadie porque todos están cortados con la misma tijera, ni siquiera hay el “mal menor”; de alguna forma ahora todos los candidatos son el “mal menor” comenté, él dijo sí y sonrió. Pero por ahí no faltará algún populista vil, deshonesto que aparezca como “demócrata” favorito. Debemos, hoy más nunca, saber a quién se elige. Tenemos tiempo para informarnos bien.
Donald Trump ha sido derrotado por dos fenómenos: el coronavirus (ninguneó su efecto letal renunciando a la OMS, llevando a su población hacia una cifra astronómica de contagiados y muertos), y por su política del odio desparramada a través del tuitirreo: gobernó obcecadamente a través de tuits, desconfiaba de sus colaboradores, no trabajaba en equipo. Su poder egolátrico es tan grande como uno de los rascacielos de Chicago. Su magnetismo se sustentó en su poder de gran magnate.
Explico lo de populismo vil. Cuando vi a la turba ingresar al Capitolio me vino a la memoria cómo en las películas de vaqueros del lejano Oeste(westerns) los pistoleros ingresaban al pueblo disparando por doquier, atemorizando a los pobladores para luego robar el banco y emborracharse en la única taberna del pueblo. En forma semejante toda esa gentuza supremacista intentó tomar el Capitolio como si fuese una taberna, disfrazados con máscaras, cuernos de bisonte, máscaras y pellejos. Uno de ellos pareció estar disfrazado del legendario cazador “Bufalo Bill (personaje inmortalizado en películas, vídeos e historietas). William Frederick “Buffalo Bill” Cody (que vivió entre 1846-1917) fue un cazador de bisontes, empresario de espectáculos y un defensor de los derechos civiles de los indios. El jefe indio “Toro Sentado” fue su fiel colaborador). La memoria histórica del legendario personaje “Buffalo Bill” fue ultrajada por la manada de matones que actuaron bajo las órdenes de un búfalo vil.
Atentaron contra la vieja tradición de dos pilares de la democracia norteamericana: contra las instituciones democráticas como expresión de las costumbres y el Estilo de vida de los Estados Unidos, y los principios de la división y equilibrio de Poderes en los que se basa un Estado Democrático, tal como escribe Alexis de Tocqueville en su clásico libro La Democracia en América (que tiene 751 páginas), editado en París en 1835; considerado como “el mayor pensador político desde Aristóteles y Maquiavelo”… Obra de consulta obligatoria en estos tiempos para atajar el avance político del populismo vil.
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EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 25 enero 2021. Luis Alberto Arista Montoya.