24/02/21 - 09:19
Luis Alberto Arista Montoya*
Esta pandemia generada por el enigmático coronavirus que nos ha obligado a vivir en cuarentenas aislantes, no sabemos si está sacando lo peor de nuestro ser o lo mejor. Lo cierto es que los “valores” civilizadores, por lo cuales sentíamos orgullo, se han visto trastocados. Toda la civilización está puesta a prueba. El posible contagio ha posibilitado una cultura de la sospecha.
Perú ha devenido es un gran laboratorio informal: no es que a la crisis económica, social, política y sanitaria se haya sumado, ahora, la crisis moral, producida por el caso “vacunagate”. No. Es al revés. La crisis moral pernocta en la base de la estructura de donde brotan todas las otras crisis a manera de espirales que no cesan su ascenso, cosificándonos.
Cada día hay algo malo que comentar, que nos amarga y decepciona, encima los medios de comunicación y las redes sociales lejos de esclarecer y orientar esparcen el pandemónium. Es más, a los corruptores y corrompidos políticos, magistrados, empresarios y funcionarios públicos, ahora se han sumado los científicos, primero con malas prácticas en el trabajo de ensayo de vacunas y, segundo, por prestarse al negociado para favorecer a cierto laboratorio, todo porque fue a solicitado por el presidente y de algunos funcionarios ministeriales que actuaron como reyes o reyezuelos, vacunándose furtivamente, aplicándolas a sus allegados, mientras la mortandad se expandía. La ética de la investigación científica anda volando bajo, para no decir que ha quedado por los suelos. Toda una obscenidad pública, justificada por un raído manto de mentiras de toda laya.
En este año del Bicentenario los peruanos nos encontramos frente a frente con la existencia masiva del mal: el mal es el factor primordial en los asuntos humanos cuotidianos. Entonces, la peruana es: ¿una sociedad moral? ¿ una sociedad inmoral?, o ¿una sociedad amoral? El hecho que planteemos estas interrogantes significa ya que andamos aturdidos: no sabemos qué pensar, ni en qué confiar ni en quién confiar. Carecemos de líderes probos.
Por naturaleza el hombre es un animal que tiende hacia lo ético, a la práctica del bien, pero por falta de educación e incultura(o por ciertos desarreglos genéticos, mentales) tiende hacia el mal y la práctica de lo maligno
Después de más de una década de investigaciones filosóficas y teológicas el profesor Johan Leuridan Huys, en el año 2018- en pleno destape del “Caso Lava jato” - que percudió a toda la clase política peruana que se caracteriza, contrariamente, por no tener clase moral e intelectual - publicó un gran libro titulado El Sentido de las Dimensiones Éticas de la Vida (USMP). Libro que es una especie de radiografía de nuestra época grave. De él tomamos los siguientes esclarecedores párrafos, válidos para la actual coyuntura:
Muchos filósofos modernos definen a la sociedad actual como una sociedad amoral, donde ya no se percibe la diferencia entre moral e inmoral [entre los mejores y peores hombres]. Cuando se respetan las normas morales sigue existiendo la conciencia de la injusticia, Perdiéndose esta última se pierde la cultura. Para Nietzsche, hay que vivir el momento [Aquí/Ahora]. No hay que distinguir entre acontecimientos malos y buenos, todo es interpretación de interpretación. El que roba [dinero o una vacuna, por ejemplo] lo interpreta como un bien y la víctima como un mal. El robo como mal no existe.
En el siglo XX se han hecho desaparecer las dos normas más importantes no matar y no envidiar. El fascismo y el comunismo desactivaron el quinto mandamiento: “no matar” [En el Perú actual casi todos los días matan, la delincuencia común es la más común de las delincuencias, como lo son la mentira y la corrupción, por supuesto]
La norma ética en contra de la envidia, según el filósofo alemán Peter Sloterdijjk, es la más importante de todas las civilizaciones porque previene la violencia. La regla de no envidiar se ha cambiado por la regla: debes desear lo que tienen los demás y si no lo puedes conseguir legalmente debes robarlo. Reanimamos los conflictos ligados a la envidia para crear el clima de la sociedad de consumo que ha perdido toda referencia a la moral. La cultura amoral contemporánea exige lo contrario de la discreción o prudencia. Hoy en día existe el culto a la fortuna. Se festeja el azar…La envidia ha supuesto una amenaza para las democracias desde el nacimiento de estas. La práctica de la envidia es una lógica que ilustra la dominación de las pasiones. (Leuridan: Ob.cit. ps 30-32)
En próximos artículos seguiremos glosando otras reflexiones del filósofo Johan Leuridan, difundiéndolas cual hojas al viento del Bicentenario, dirigidos especialmente a los jóvenes y a los padres de familia.
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*EDITORIAL, para Radio Reina de la Selva. Lima 24 de febrero de 2021. Luis Alberto Arista Montoya.