08/04/20 - 05:29
Luis Alberto Arista Montoya*
Desde los 35 años de edad este escribidor viene investigando sobre el tema del relevo generacional, estaba en plena madurez juvenil. Hace ya una tanda de años. He publicado tres libros al respecto: 1) Crisis histórica y dialéctica generacional (Lima, 1984); 2) Presencia y proyección de José Ortega y Gasset en el Perú (1987, en la Revista de Occidente, Madrid-España); y 3) José Ortega y Gasset: Pensador de la crisis (Lima, 1993 auspiciada por CONCYTEC).
De manera tal que conozco algo del tema. Los tres mejores estudios han sido realizados por pensadores europeos: En 1926, el alemán Wilhelm Pinder escribió por vez primera la obra El problema de las generaciones (una investigación sociológica sobre el devenir del arte europeo); en 1933 el filósofo español José Ortega y Gasset escribe su ensayo “La idea de las generaciones”, donde fija el concepto de “generación” como categoría científica del conocimiento histórico, poniendo de moda este concepto y su aplicación para explicar las crisis históricas (que no son más que el cambio de ideas y creencias que gozan de vigencias social, como lo que está sucediendo hoy en el mundo entero a causa del flagelo del coronavirus); luego, su discípulo, el filósofo Julián Marías publica El Método histórico de las generaciones (Madrid, 1967).
En Perú existen muchos investigadores que han aplicado el método del relevo generacional de Ortega y Gasset, siendo los principales Jorge Basadre, Luis Alberto Sánchez y Jorge Puccinelli, entre otros. Ortega decía que hay dos grandes tipos de generaciones: las generaciones acumulativas (que no cuestionan lo heredado de la tradición), y las generaciones de ruptura (que rompen violentamente con la tradición obsoleta)
Este es el marco teórico que me sirve para estudiar el comportamiento de los jóvenes peruanos con miras a la próxima elección política del 11 de abril. ¿Por cuál de los candidatos irán a votar los jóvenes? ¿Quién los representa mejor? ¿La famosa “generación del bicentenario” ya tiene su candidato? ¿Las jóvenes por quién votarán? ¿Será hombre o mujer el nuevo presidente? Ni me lo imagino. Tengo una duda existencial, pero al mismo tiempo tengo una conjetura o hipótesis respecto de las juventudes (así, en plural)
Ortega decía que cada quince años se produce en la sociedad un relevo generacional. Ahora, con la velocidad de la comunicación digital, este relevo se ha reducido a un lustro: un niño de 5 años de edad ahora sabe qué es el coronavirus. Cada generación (colectivo orgánico) manda y comanda una determinada sociedad a través del conjunto de sus líderes; goza de una sola sensibilidad de época por tener una aproximación de edad (por ser contemporáneos, pues comparten un presente y vislumbran un futuro común).
De tal manera que la mal llamada “generación del bicentenario” (que el 14 de noviembre de 2020 produjo violentamente la renuncia del presidente de la república del Perú), de verdad no es una generación. Fue la insurgencia de una muchedumbre heterogénea sin líderes o representantes, convocada por ciertos influencers a través de las redes sociales. Pues ¿dónde están ahora en cuerpo y espíritu? Es el momento de hacerse presente. Su voz sólo existe a través del tuitirreo y los memes. Toda auténtica generación debe ser una generación argumentativa, con ideas, creencias y propuestas.
Si vemos mecánicamente el panorama político el líder “nato” de esta “generación” (por ser joven “bicentenario”) tendría que ser George Forsyth, y ya tendría el triunfo casi seguro. Pero no es así pues: porque esta generación no goza del mismo espíritu de época por pertenecer a diversos estamentos sociales, tienen una “ideología” variopinta, y su presunto “líder” ha caído en las encuestas después de estar en el primer lugar. No tiene elite ni líder ni masa social generacional. Quizá voten por cualquier otro candidato(a) más o menos joven.
Entonces: ¿Por quién votarán? Por rebeldía y asco político ¿quizá no irán a votar, votarán en blanco o viciaran su voto? ¡Vaya uno a adivinar! Pero muchísimos jóvenes y adultos mayores no irán a votar por miedo a ser contagiados por el Covid-19. Primero es el valor de la vida. Tengo la impresión que el ausentismo será muy alto. Si la famosa “generación del bicentenario” vota a ganador por un joven(a) candidato entonces, sí y solo sí, podemos hablar con propiedad científica de una nueva generación, pero si no es así solo estaremos ante una “falsa generación” (Ortega dixit), ante un espejismo creado por ciertos medios de comunicación, ciertos politólogos y algunos políticos con sed de poder
“La juventud” no es una clase social, una casta, tampoco un estamento, mucho menos un colectivo orgánico. La juventud es una estación de la vida que generacionalmente se sitúa entre los 18 y 30 años. No hay una sola Juventud sino muchas juventudes (urbanas, rurales, ricas, pobres, muy pobres, instruidas, analfabetas, masculina, femenina o de otras opciones sexuales, etc.)
Para los candidatos la juventud es un tesoro codiciado. “juventud divino tesoro”, decía poéticamente Rubén Darío. La juventud pasa, es un lapso de tiempo biográfico (“La juventud se fue”, dice la letra de un antiguo tango). Es por eso que los candidatos(as) mentirosos (viejos, adultos o jóvenes) prometen “trabajar por la niñez y la juventud porque ellos constituyen el futuro de la sociedad”. ¡Pamplinas! “¡Vayan a contar los buques al Callao!”, como bien decía mi suegra.
Oficialmente el Perú cuenta con 25.287.954 de ciudadanos electores; de los cuales 6.938.742 son votantes jóvenes que tiene entre 18 y 29 años, conformando el 27.4% de la población electoral. Es decir, todo un caudal y bolsón de votos que pueden inclinar la balanza electoral. Pero esta gran masa de jóvenes se siente huérfana, abandonada: les preocupa fundamentalmente ser vacunados cuanto antes para no morir, tener empleo y seguir estudiando; una gran porción pertenece a los “ninis” (ni estudian ni trabajan, viven resentidos, deprimidos y con ira contenida). Para estas juventudes muermas el viejo lema “viejos a la tumba, jóvenes a la obra”, de Manuel González Prada, suena a letanía. ¿En quién creen los que no creen? La desconfianza en la democracia y el nihilismo avanzan peligrosamente
Pero paradójicamente, en las últimas encuestas, el economista Hernando de Soto (el más viejo de todos, tiene 80 años) es preferido por la gente de los sectores A y B (ricos y clase media alta) y también es preferido por los jóvenes (entre 18 y 29 años de edad, urbanos y rurales). ¿Cómo se explica que el candidato anciano sea el preferido por los jóvenes? ¿No es que la “generación del bicentenario” iba a apoyar a un candidato nuevo, joven? ¿Cómo explicar la volatilidad de los jóvenes encuestados?
Tengo una hipótesis de trabajo: los jóvenes peruanos se sienten abandonados, huérfanos, necesitan confiar en alguien serio, que les ayude como si fuera su “padre” biológico porque no están vacunados, tienen miedo a morir (o que mueran sus padres, como desgraciadamente está sucediendo), están desempleados, buscan chamba, no tienen que comer, necesitan seguir estudiando, divirtiéndose.
Desde un punto de vista psicoanalítico están en busca de la figura simbólica de un PAPÁ. Podrían estar viendo a Hernando de Soto como un padre sustituto, a la luz de las encuestas). Más aún, intuyo que pueden votarlo como presidente en primera vuelta, debido a que tienen miedo a la inminente tercera ola de contagios, y porque están hastiados de los políticos.
Esta es una hipótesis de trabajo. No es que este escribidor vaya a votar por él ni mucho menos que le esté haciendo un cherry. En este caso he seguido a Karl Popper quien sostiene que toda conjetura conlleva un alto grado de falsabilidad y, por tanto, de refutación; pero así como avanza la lógica de la investigación de los hechos.
Se lo dice un indeciso escribidor. Asistan a votar el domingo, previamente bien informados y con doble mascarilla. Suerte.
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*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 8 de abril de 2021. Luis Alberto Arista Montoya.