Estas palabras brotan desde el fondo de mi corazón en Recuerdo y Memoria de la Vida y Obra de nuestro amigo Luis Herrera Castro. En mi calidad de amigo fiel suyo, espero que esta pequeña semblanza traduzca el sentir de muchos, muchos, muchísimos amigos que tuvo  Luis Herrera.

Desde la madrugada del día 14 de octubre que falleció, su ciudad (nuestra apacible ciudad de Chachapoyas) que lo vio nacer un 21 de junio de 1938, tiene ahora una  atmósfera sombría, triste, con gentes entristecidas. Porque su fructífera existencia humana ha dejado de ser parte de su paisaje urbano, al cual perteneciste durante 84 años; pero tu imagen histórica queda en uno de los mejores sitios del “palacio de la memoria”: sea de la memoria individual, sea de la memoria colectiva. Siempre te recordaremos, siempre rememoramos vivencias y anécdotas teniendo como punto de partida  tu buen humor. Porque fuiste un incansable andariego por sus calles, plazas y callejuelas: Hola profe, hola don Luchito te saludaban a su paso

Los míticos Apus  de Luya Urco y de Puma Urco  amanecieron sombríos; los bosques de eucaliptos, retamas, chicllas y nogales parecen marchitarse. Sin embargo, las blancas azucenas de Takia están más lozanas que nunca en tu homenaje, porque fuiste un excelente decorador de altares de Iglesias y capillas en tiempo de misas, velaciones, de bautizos, matrimonios y ceremonias de Bodas de Oro. 

Gracias Lucho, porque así alegrabas a  santos, a Jesucristo y ángeles. Ahora con tu partida, las campanas han de repicar tenuemente extrañando tu partida, pero anunciando  también un nuevo amanecer.

Tu sempiterna guitarra integrante de la Orquesta Herrera Hermanos, está muda, llora  también, extrañará tu aterciopelada voz de cantante de boleros, valses y chachachás, al lado de tus hermanos que formaron una especie de Sonora Matancera del Nororiente peruano: que día y noche   hiciera bailar a muchas  generaciones, de parejas casadas, de parejas solteras.

Las aulas del colegio Virgen de Asunta y del glorioso San Juan de la Libertad, por tu ausencia están en silencio, por más que estén en clases. Pues, tú fuiste el Señor Profesor de Arte que formaste a más de diez generaciones  de alumnos, contribuiste en su educación sentimental y estética para que aprendan no solo a gozar del arte, sino también para  formar su sensibilidad estética y ética para reconocer lo bello de lo feo, lo honesto de lo deshonesto. Y además porque fuiste un incansable promotor del buen teatro (en el mítico cine Central), fundaste la corriente de la Educación por el Arte. Por tal motivo fuiste galardonado oficialmente con la Palmas Magisteriales.

Entre 1997 y 1999 como Director Departamental del Instituto Nacional de Cultura fuiste un funcionario probo, nuestra ciudad producía cultura semanalmente; junto con tu equipo de historiadores y arqueólogos supiste conservar bien  nuestra Fortaleza de Kuélap, que desde abril del año pasado empezó a llorarte piedra sobre piedra. Me consta que el derrumbe de una de sus paredes te indignó, quizá aceleró tu muerte. Yo soy/Kuélap,  me dijiste.

Tú has sido un personaje icónico de la sociedad amazonense, un paradigma de  alegría,  de buen ejemplo. Nunca, nunca te vi enojado, siempre con el buen humor a flor del habla. Supiste vivir feliz compartiendo   al lado de tu esposa Teresa y de tus educados hijos. No hay que decir machistamente “que detrás  de todo hombre hay una gran mujer”. ¡No!. Lo correcto es decir: “al lado de todo gran  hombre hay una gran mujer”. Teresa Guerrero Torres fue una esposa-amiga de Lucho, una conyugue-confidente, su compañera,  su gran soporte hasta el último momento de su vida.

 Y ese amor y generosidad merecen un gran aplauso en estos tristes momentos de despedida del cuerpo de Lucho, pero también de su ingreso espiritual al misterioso teatro divino de las buenas almas…Descansa en paz hermano,  amigo de toda la vida.

______