El deporte une a la humanidad y hace que fluya lo mejor que tiene el hombre. En los juegos olímpicos se puede apreciar que los límites del ser humano no permanecen estáticos, pues, los nuevos récords, manifiestan que el hombre sigue en permanente proceso de evolución. Los juegos olímpicos evidencian que los hombres son capaces de unirse, y que, las banderas de los países solo pueden ser colores que ayuden a formar un bello arcoíris universal. Las olimpiadas que hoy se realizan cada 4 años, nos recuerda también, que el juego es una actividad consciente que combina la naturaleza instintiva y la naturaleza inteligente.

El deporte al servicio del hombre, y no, el hombre al servicio del deporte; el deporte al servicio de la vida, y no al servicio de la política -menos al servicio de la economía es lo que debemos perseguir. El deporte al estar asociado al juego, se constituye en algo intrínseco al hombre, masificar el deporte debería ser aspiración universal, si bien, los juegos olímpicos son competencias deportivas, nuestro sueño común debería ser que todo humano practique como forma de vida todo deporte posible. La práctica del deporte no debe estar solo asociada a la educación física y la competencia, sino debe constituir un derecho fundamental, pues, el deporte no solo es expresión de vida sana, sino que aleja de la muerte.

Toda competencia puede constituirse en conflicto y luego violencia, de ahí que las premiaciones en los juegos olímpicos, tendrían que ser simbólicas, y que en la premiación no debería entonarse el himno del país del deportista ganador, sino un himno universal al deporte. Sin embargo, aun así, los juegos olímpicos constituyen una maravilla en medio de tantas calamidades humanas, pues, resalta la paz y la posibilidad de encuentro de los hombres.