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Pastillita para el Alma 28 – 02 – 2022
Un ascenso, una condecoración, una medalla, una cartulina bellamente decorada, con tu nombre en letras góticas y con tinta china negra, para que sobre salga, es algo material que te llena de alegría y de felicidad y para los ojos de otros, es motivo de admiración y algunas veces de envidias escondidas y disimuladas, sin saber que es el resultado, en la mayoría de las veces, de sacrificio y mucho esfuerzo. Este es el caso de EUSEBIO POLINO LEÓN, un muchacho huanuqueño, de 47 años que llegó a Lima a los 10 años, para comenzar en el Club Lawn Tennis de la Exposición, como recogedor de bolas y ahora ha sido ascendido como profesor de la Academia de Tenis del club. Eusebio, es el popular CHAPOSO, chapa que lo pone la señora Anita Arroyo, que tenía su quiosco de bebidas, porque era un niño muy educado, con la “cara blanquita y con las mejillas rosadas”, que ahora se han quemado con los rayos de sol.
El Chaposo es un joven especial, muy conocido y querido en el club; es muy correcto, un buen jugador de tenis, que me conversa con esa sencillez y dulzura de un joven provinciano agradecido a Dios y a la vida, por la oportunidad de tener un escenario que se le abrió a la edad de 10 años, cuando su cuñado el profesor Lucho Ayala, lo lleva al club con la venia del señor Torres, jefe de canchas reemplazado por nuestro muy reconocido y querido, el señor Cangalaya, quienes entregaron su cariño a la institución, poniendo disciplina y respeto, que lamentablemente se ha ido perdiendo en los últimos años.
Chaposito recuerda con mucha añoranza, escondiendo una lágrima en sus ojos, su primera raqueta de madera, marca Dunlop, que le obsequió el Dr. Chávez, esposo de la señora Mili. Con esa raqueta empezó a practicar en la pared después de las 6 de la tarde, porque antes estaba prohibido por Cangalaya que, los recoge bolas jueguen con los socios. Eusebio Polino, el Chaposo llegaba al club a las 5 de la mañana y recogía hasta las 8 de la mañana, se iba a su colegio, para regresar por las tardes y era el recogedor preferido de nuestra estrella del tenis nacional Jaime Izaga, luego también de Pablito Arraya, de Carlos Di Laura, Alejo Aramburú y del capitán de ese entonces Miguel Maurtua. Cuenta con mucho orgullo que, viendo a ellos, se iba a practicar en la pared, tratando de imitar sus golpes, sus smash, sus derechas y sus reveses y así de poco a poco, empezó a enfrentarse con los socios más o menos contemporáneos de ese entonces que eran jugadores consuetudinarios y permanentes de las canchas del club. Habla de nombres que han pasado a ocupar un lugar en el cielo, como de un socio alemán “Hanz Vinheldeim”, (escrito como lo pronuncia), del Dr. Rubén Guevara Bringas, quien lo quería como un hijo e inclusive le quiso adoptar como miembro de su familia…, mira al cielo y de sus labios temblorosos recuerda el nombre de José Luis López que viajó a Suiza y le dejó un sobre con dinero, que lo entregó el zurdo Cáceres, que era del grupo de Salvador Guía, de Roger Vargas, entre otros muchos nombres. Socios mayores que lo trataban con mucho afecto y cariño por la forma como se comportaba y el respeto, que hasta ahora es una norma de conducta y su forma de vida. Luego, se sonríe y se refiere a los partidos con apuesta de 100 soles que jugaba haciendo pareja con Juan Carlos Zúñiga contra Carlitos Reina y Ricardo Carranza, que eran partidos a muerte, que jugaban en la cancha 4, ahora la 8 y como siempre era la vitrina del club y la atracción de los socios que se daban el tiempo de mirarlos. Habla con admiración del tenis de Eduardo Vargas, de los hermanos Garvín, de Mario Robles, del juego travieso de Pepito Claros, que siempre decía con alegría “que fácil este jueguito de pasar la pelotita”.
Chaposito, casado con la señora María Torres, natural de Bagua, con 3 hijos, una de ellos ya profesional, que vive en su casa propia, que con mucho esfuerzo sigue construyendo en San Juan de Lurigancho. Chaposito, amable y servicial, siempre con el saludo atento, con la sonrisa en los labios y reconociendo que, es un servidor del club, no un empleado prepotente, que apenas te saluda, se muestra como si sería el dueño del club y aunque tengan nombres de santos o metales preciosos, olvidan que nuestra institución es para los socios y servidores, nuestra segunda casa, donde debemos mostrar agradecimiento por tener un lugar de esparcimiento, que a algunos les da de comer y vivir plácidamente y para otros, que somos la mayoría, es nuestra zona de distracción, de juego y diversión donde vamos a conversar con los amigos, que se convierten en miembros de nuestra gran familia espiritual y esperamos encontrar un remanso de paz y amor, para olvidar las preocupaciones de nuestro diario trajinar.
Club Lawn Tennis de la Exposición, casa centenaria nacional, catedral de la Amistad y del deporte blanco de corazón.
Jorge REINA Noriega
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