Luis Alberto Arista Montoya
Dedicado al: Ingeniero Carlos Arista Montoya, actual emprendedor de un proyecto de agricultura familiar, en el fundo Cuillamal-Chachapoyas, región Amazonas.
El tema, mejor dicho, el problema del cambio climático no es una falsa alarma, no es una quimera, tampoco un capricho de los ecologistas o defensores del medio ambiente. No. El mundo entero está sufriendo las consecuencias tenebrosas del cambio climático. Es un fenómeno universal que, como siempre, lo están padeciendo más los países menos desarrollados. Los países desarrollados (ultra industrializados) tienen la tecnología avanzada que les permite enfrentarlo casi a tiempo.
Veranos tórridos (infernales), inviernos con lluvias y heladas, primaveras frías, otoños calurosos y fríos al mismo tiempo. Ya la división de las cuatro estaciones propuesta por los meteorólogos casi ha perdido sentido.
No sirve para medir los tiempos climáticos, ni para que los agricultores tomen sus precauciones. El concierto “Las cuatro estaciones” de Vivaldi ya no sabemos en qué estación escucharlo mejor.
Se dice que el clima está loco, esto es relativamente cierto; lo que pasa es que la tierra, nuestro planeta está alocado, debido al mal trato que los seres humanos hacemos contra la naturaleza. La codicia empresarial que sobreexplota a la naturaleza viene generando, desde la primera revolución industrial del siglo XIX , una serie de disrupciones y distopías que han enfermado nuestra morada. La atosigante contaminación de la tierra, de los ríos y lagos, del mar, del aire y del cielo están depredando nuestro planeta. La tierra es un planeta enfermo.
Frente a este negro panorama y sombrío horizonte existen ciertos gobiernos negacionistas que no creen que el problema del cambio climático sea para tanto, se niegan a firmar los acuerdos que tienen validez universal; tampoco creen en la previsibilidad que hacen los científicos, a pesar que sus ciudades y campos sufren de nevadas, tifones, huracanes, tornados, huaicos, lluvia ácida (a consecuencia de la contaminación carbónica que brota y asciende desde la tierra infestada). Solo están preocupados para que sus empresas sigan lucrando dentro de un buen “clima laboral”. Son egoístas cínicos
En el caso de nuestro país, de nuestra región el problema está a ojos visto. Un ejemplo evidente son los incendios, las granizadas, las sequías, los huaicos, la contaminación de las aguas a causa de la minería fluvial (que contamina ríos, quebradas y puquios). Es necesario enfrentar científica y tecnológicamente estos fenómenos. Una política pública de prevención anticipada es una gran medida para evitar estragos, o susciten el menor daño posible.
El cambio climático hace más daño a los campesinos dedicados a la Agricultura y ganadería familiar. En días pasados Ricardo López-un campesino de Aymaraes-Apurímac- escribió una carta lúcida al respecto, que dice así: Sr. ministro de Agricultura y Riego, “soy agricultor desde joven, como lo fueron mis padres y abuelos. Antes sabíamos cuándo sembrar y cuándo cosechar, porque las lluvias venían en su tiempo y el sol también ayudaba. Ahora ya no es así. Llueve cuando no debe y, cuando esperamos el agua, no cae ni una gota (sequía). Las heladas llegan de sorpresa y malogran nuestras papas y habas, nos mojan a nosotros y a nuestros animales hasta enfermarlos. A veces, arruina en minutos todo lo que cuidamos por meses.
Esto nos da mucha tristeza, preocupación. Perdemos la cosecha y, con ello, el alimento para nuestras familias y el ingreso para la educación de nuestros hijitos. Es por lo que muchos jóvenes se van a la ciudad porque sienten que en el campo ya no se puede vivir como antes. Todas las noches nos acostamos pensando en lo que sucederá mañana.
Además, el agua que baja de los ríos es cada vez menos. Los manantiales que antes nunca se secaban ahora apenas tienen un hilo de agua, que afecta a nuestras chacras y a nuestro consumo diario en casa.
El cambio climático- entonces- ya no es algo lejano o de otros países, aquí lo sentimos en nuestra vida de todos los días. No queremos abandonar nuestras tierras, queremos vivir dignamente y trabajando en nuestro terruño, pero necesitamos ayuda”, dice en su carta Ricardo López. Hacemos nuestras sus angustiosas palabras.
Es que estos agricultores piden ser escuchados por las autoridades y apoyen con proyectos de riego, con semillas resistentes, con buenos fertilizantes y con información técnica para adaptarse a esta nueva y cruel realidad del cambio climático.
Y como Ricardo López es natural de Chalhuanca, tierra de la Presidente Dina Boluarte-que se ufana de su condición pueblerina- tenemos la esperanza que ordene a su ministro de Agricultura y Riego que trabaje duro y parejo, tal como lo saben hacer los campesinos peruanos en costa, sierra y selva.
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EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 23 de septiembre de 2025. Luis Alberto Arista Montoya.




