DEJA DE SER ALFOMBRA

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Pastillita para el Alma 06 – 08 – 2025

La alfombra generalmente se usa en las oficinas elegantes, o en las casas distinguidas, pero el felpudo, es un aditamento del hogar, que usualmente se coloca en la puerta de las casas con la intención de los que ingresan al hogar dejen el polvo de la calle, sin embargo, el populorum callejero, a aquellas personas que exageran sus atenciones a determinados personajes, casi siempre sus jefes y en casos muy frecuentes aquellos personajes sometidos a la voluntad y capricho de sus seres queridos, les cae muy bien el apelativo de “felpudo”, sumisos o saco largos, aunque algunos, muy especiales, usan su inteligencia para manipular, a su antojo y criterio, a sus seres muy queridos.

Lo triste es que el dominante y el dominado, llega un momento en que se acostumbran a vivir en esta situación de tensión y a ellos les parece normal, las habladurías de la gente, quienes observan y comentan.

Viene a mi memoria la presencia de una señora muy imponente, con rasgos aristocráticos, alta, elegante y de muy buena presencia, que imponía su autoridad ante su marido, el cual, algunas veces en una charla de amigos y tomando sus copitas de abejachao o de chuchuhuasi, tardaba en llegar a su domicilio y ella, aparecía en la puerta de la cantina y el que, … se robaba la conversación, contando chistes y discusiones, imploraba clemencia, diciendo “Por favor, aquí no, aquí no, en la casa”. En esa época, para muchos, el típico “pisao” o saco largo, para él, el obediente y bien educado..

También se da el caso del empleado nuevo en un puesto del Estado, juguete de los compañeros antiguos y del propio jefe abusivo de la inexperiencia del novato, sujetos que sufren en silencio e incapaces de alzar su voz de protesta siendo el hazme reír de los indeseables que gozan de su desgracia. Ante estos hechos, lo mejor es el autodominio de las emociones y no dar rienda suelta a una contestación airada, que no es debilidad de carácter, sino control de su estado de ánimo para no reaccionar ante una provocación, con eso no se les da gusto a los mete candela o a los atizadores, que abundan, bien por envidia o su maldad innata y en los uniformados se da el caso del infaltable chupamedia, de aquel subalterno, exagerado en sus atenciones al de mayor grado.

En el tráfico insoportable de la gran Lima, muchas veces somos testigos, de imprudencias de los conductores y de reacciones exageradas, llegando hasta el daño físico, con todas las complicaciones originadas por una reacción airada. Recuerdo que, años atrás, en la época que todavía manejaba mi vehículo, había memorizado una serie de frases peyorativas en japonés, árabe, chino, polaco, ruso, idiomas no populares, con las que daba rienda suelta a mi mal genio contra un insolente y cuya respuesta, para mi asombro, generalmente, era unas palabras de disculpas.

Siempre una respuesta desatinada, ante una evidente agresión o una conducta desagradable, va a traer una alteración de nuestro estado mental y solo por no cumplir con ese dicho popular “Más tonto es aquel que recoge la basura del imbécil que lo arroja a la calle”

El saber callar en el momento adecuado es una muestra de coraje, de dominio personal y de no caer en el juego de aquel insolente, irrespetuoso, lleno de veneno tóxico en sus reacciones airadas.

Ahora definitivamente, esta clase de agresiones, no solo se presenta en la vía pública, también en los lugares donde menos piensas y sobre todo, si ya estás en esa edad, que elegantemente, lo llamamos la tercera edad y más si es algún tema en el que poco sabes, pero, por curiosidad o por no pasar por desapercibido, lanzas una opinión y salta “el sabelotodo”, te interrumpe o se ríe de tu opinión y agrega, socarronamente, que estás desfasado y más si tiene el apoyo de algún ayayero que no falta. Ante una situación de incomodidad, lo mejor es tratar de reaccionar, sin alzar la voz, ni tampoco mostrando contrariedad, pero, tratando de hacer notar tu autoridad y que tu presencia merece respeto, porque el que provocó dicho acto, lo va a volver a realizar, si es que no le pusiste en su sitio, desde el primer momento y sin mostrar disgusto, retirarte prudentemente, ya que, la dignidad, es un don precioso que no se regala, si eso causa resentimientos o pérdidas de amistades, la culpa no es tuya es del insolente que no trata con respeto a los que se merecen acatamiento.

Por lo demás, hay una serie de comportamientos, cuyo origen es el ablandamiento de no saber tomar decisiones, en los momentos precisos y cuando ya se deja avanzar, se presenta, actitudes como una mala hierba, que daña el jardín, donde existió belleza, no solo de las flores que crecieron y fueron regadas y abonadas con abundancia de amor y de cariño, transformando en un terreno deshecho de resentimientos, de temores y miedos haciendo la existencia insoportable.

Una vida llena de conflictos, de angustias, con ausencia de paz y tranquilidad, no es digna de ser vivida. El deterioro emocional, no es solo de la mala hierba, sino del resto de las flores de un hermoso jardín.

Recuerdo con nostalgia a una persona en la flor de su vida, como trajo por tierra, la dicha de toda una familia, solo por una clase de comportamiento, que en esos tiempos de escasez de medicamentos y especialistas, no hubo la forma de tratarla farmacológicamente y este personaje, permaneció aislada en una habitación, por su propia voluntad, creyendo que en esa forma no solamente se auto mortificaba, sino también a sus progenitores, los cuales, envejecieron rápidamente, enfermaron y murieron y ella, después de ser atendida por un familiar lejano, terminó sus días en un asilo de ancianos, lejos de todas sus comodidades que rechazó a la vida y trajo la desgracia de toda una linda y recordada familia y solo porque creía que la vida es eterna y sin darse cuenta que “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.

Los que, por el favor de DIOS, hemos llegado a una edad envidiable, ya no con la energía de tiempos pasados, pero, todavía, sin ser dependientes, … con mente, al parecer lúcida, que nos da la ocasión, en mi caso personal, de trasladar al papel, mis humildes y modestos escritos, que son la pantalla, donde proyecto mis experiencias vividas en el día a día y gozo de personas que me regalan su tiempo, leyéndolas y sobre todo, comentándolas, como un presente inmerecido, siendo ya mucho honor para mí.

Ahora las 7 de la noche, con frio, que cala los huesos, como se dice en nuestra tierra, tomando una taza de café, con un tamalito frito, como de doña Carmencita Castillo, con una cemita de doña Petita Castro que me ha enviado mi cuñada Paola y discutiendo con mi Marita, que, para mí, no son donas, las roscas bañadas con azúcar, sino “rosquetes” y para ella es una mala palabra y demostrando que no soy pisado ni saco largo, doy por terminada la discusión y sigo escribiendo.

Es cierto, puedes convivir con personas muy amadas, como es el caso de mi Marita, o también con otras personas, siempre y cuando, no pisoteen tu corazón ni menos tu dignidad, e inclusive en las discusiones más bizantinas, como en el caso anterior, que entre y broma y broma dejas sentado tu posición.

Con mi compadre don David Guevara Valdez, había épocas, de nuestra gloriosa juventud que nos dábamos tiempo para recorrer la ciudad, cuando nuestra Fidelísima era chiquita, con la finalidad de recoger “noticias” que sucedían en nuestra aristocrática ciudad y tener tema para comentar en los altos del Club Higos Urco, cuando su local era en los altos de la casa de don Celso Eguren, mientras nuestros amigos jugaban golpeado o jugaban billar y viendo desde los balcones a todas las señoritas que deslumbraban con su belleza, dando vueltas a la plaza de armas y disfrutando de los boleros y música selecta del Cine Central. Nuestro “raje” era comentar cosas muy fútiles o de chismes baratos de tal o cual persona, sin mirar nuestros defectos o rascar en nuestras heridas abiertas, tratando de cuidar en lo posible nuestra salud emocional y mental, mientras no se aproximaba un partido de futbol con nuestros aguerridos rivales y según tengo entendido “dignos sobrevivientes en el siglo XXI”, demostrando la pureza de su etnia y la grandeza de nuestros ancestros, mientras nosotros, los vencedores de muchas tardes en el fortín de Belén, nos vamos ocultando, con gloria guardada, como el sol declina en el ocaso, esperando que vuelva a aparecer un “papa”, un “racucho”, un ”riche” y un “gran capitán” para que vuelva a brillar, otra vez desde los escombros, “La H y la U” en el cielo de Chachapoyas, como en 1955.

Como todos mis atrevidos escritos son sin ninguna mala intención y siempre con la mejor predisposición que caigan como semillas en tierra fértil y tal como, ostentosamente, las llamo mis Pastillitas para el Alma, sean medicamentos que nos ayuden a recapacitar que, nuestra vida debe ser disfrutada y gozada a plenitud, aun teniendo enfermedades incurables y que nuestra fuerza de voluntad, es una energía divina que nos da potencia para resistir todas las inclemencias y escollos a lo largo de nuestro camino y que, solo somos nosotros, con la ayuda de DIOS. los únicos y verdaderos arquitectos de nuestro propio destino, para la felicidad y sanación de nuestros males del cuerpo y del espíritu.

Jorge REINA Noriega

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