ORGULLO PATERNAL

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Pastillita para el Alma 17 – 08 – 2025

Voy a tratar de contar dos historias que, en estos últimos días me ha dado la oportunidad de apreciar actitudes diferentes de progenitores, personajes muy interesantes, amigos cercanos a mi quehacer diario y, como todos los padres, orgullosos del éxito de nuestros hijos, y cuyo comportamiento, en las diferentes esferas en que se desempeñan, son el fiel reflejo de la formación, el cariño y el ejemplo que recibieron en sus hogares, aunque muchos de ellos, desarrollan personalidades propias y algunos, asumen actitudes desagradables con sus padres y sus amigos.

La primera historia se trata de un papá, más o menos, entrando a esa clasificación, en la que, en estos últimos tiempos, muchos tenemos la suerte de llegar a la tercera edad, jubilado de una entidad del gobierno central y al parecer, goza de muy buena posición social y económica. Su único hijo, un joven médico de más o menos 35 años, ex alumno de un colegio muy exclusivo de la gran Lima, del que salió hablando dos idiomas extranjeros, estudiante de una de las Facultades de Medicina, donde las mensualidades son relativamente, inalcanzable, para la gente común y corriente y que ha hecho una especialidad, donde la mayoría de sus pacientes son deportistas o generalmente personas retiradas, con enfermedades osteoarticulares crónicas, y su centro de labores, es en una de las clínicas de clase “A” que, brillan en determinados distritos exclusivos de la gran capital.

Hasta  aquí, todo muy bien y felicitaciones, para el elegante profesional y para el muy orgulloso progenitor, sin embargo, por esas cosas del destino, una persona de escasos recursos, a la cual una consulta en una clínica de esa categoría, significa casi un tercio de su sueldo mínimo, tuvo un accidente, en el lugar de su trabajo y donde no tiene seguro médico y que merecía el tratamiento de este exitoso profesional, por lo que, nos pusimos en contacto, con el muy aristocrático padre, quien ante el requerimiento de que sea visto por su famoso especialista, se negó rotundamente, argumentando que, su hijo le había prohibido terminantemente, pedirle favores para sus amigos o familiares y a modo de disculpa, argumentó que, el tiempo de su hijo era muy valioso y siempre estaba en sala de operaciones, por lo tanto, lo había  prohibido inclusive comunicarse telefónicamente.

Con la decepción del caso, la vergüenza del progenitor y de los que pedíamos el favor, el paciente fue atendido en uno de los hospitales de la gran ciudad, con resultados favorables, pero, la intención de este comentario, un tanto desagradable, es contar el comportamiento de otro personaje, bendecido por la misericordia divina, con dos hijos, los cuales viven en los Estados Unidos de Norteamérica y se desempeñan en el campo de la Medicina realizando especialidades muy importantes, salvando vidas, en pacientes de diferentes clases sociales y económicas.

Estos jóvenes médicos, estudiaron en colegios nacionales, en una de las provincias del interior de nuestro Perú, donde bulle bramando el río Utcubamba, para unirse al caudaloso Marañón, el cual con el río Ucayali forman el imponente río Amazonas. El destino de estos dos jóvenes colegiales era llegar a la capital y postular a alguna Institución que no fuera un gasto oneroso para el papá que, conociendo la capacidad de sus cachorros, sufría por no contentar con sus aspiraciones, sin embargo, nuestro camino en la tierra, no depende de la decisión de los hombres y para algunos “seres escogidos”, por la voluntad de DIOS, no hay escollos que se crucen y no se pueda vencer y en este pequeño relato, una vez más, queda demostrado, la grandeza de Nuestro Padre Celestial, quien, había determinado otro camino y otro destino para estos jóvenes estudiantes, los cuales ocupando los primeros puestos en el Colegio San Juan de la Libertad de Chachapoyas y en el Colegio Guadalupe de la ciudad de Lima, ingresan a la Universidad de San Marcos y en la Facultad de Medicina de San Fernando, se gradúan de médicos cirujanos, luego emigran a los Estados Unidos de Norte América, revalidando sus títulos, para hacer ambos la especialidad de Medicina Interna, calificando sobre 98 puntos y luego dedicarse a Nefrología Pediátrica el mayor y a Cardiología Intervencionista el segundo, ambos profesionales viven ya muchos años en los Estados Unidos, para orgullo de su muy feliz padre y para nosotros, los que hemos nacido  en la Región Amazonas y vemos con mucha satisfacción el triunfo de nuestros paisanos.

Ofreciendo mis disculpas a todos los que me leen, por haber hecho una descripción un tanto larga de dos jóvenes médicos, lo cual era solo para expresar mi complacencia en la forma como me atendió el papá de uno de estos profesionales, “quien al enterarse de que un paciente, necesitaba consultar sobre los resultados que lo entregaron sobre una enfermedad coronaria”, en forma muy amable me sugirió: ¿por qué no lo enviamos para que vea mi hijo que trabaja en esa especialidad en un Hospital de Estados Unidos?, entonces, ante esa sugerencia, me permití enviar las imágenes del examen especializado sobre circulación del corazón y grande fue mi sorpresa que, en forma muy rápida me informó sobre su diagnóstico y el procedimiento que debía someterse dicho paciente, e inclusive recomendaba a un colega en la ciudad de Lima con el que había trabajado en su hospital.

No es por hacer críticas fuera de lugar, pero, en esta Villa del Señor, existimos gente de diferente temperamento y comportamiento que, por diferentes razones trabajamos en áreas que no nos corresponde y no merecemos estar, tal como es, en ese “privilegiado campo” donde el dolor es el “gran señor” que campea en el sufrimiento humano, no solamente físico sino también mental, donde incluyen a los familiares y son … los profesionales vestidos de blanco encargados de cuidar y proteger de los males a la multitud de enfermos que necesitan sus servicios, sin embargo, hay profesionales indolentes, con clínicas rimbombantes, donde los actos médicos, se ha convertido en suculenta materia prima para hacer fortuna y donde el sentimentalismo y sufrimiento humano, son “objetos” o manifestaciones que estorban a la preparación “excelente y sacrificada” de los que, ahora, ya no usan ni la cabeza, menos el corazón, sino el auxilio de las máquinas y artefactos ultramodernos que les dan diagnósticos, hacen, inclusive, la mayor de las veces, los procedimientos y la Inteligencia Artificial dicta los medicamentos con indicaciones, dosis, contra indicaciones, los laboratorios que los fabrican, los precios e inclusive recomiendan las farmacias donde adquirirlos en los diferentes países donde radica el señor médico, con minúsculas, que minuciosamente ahora CONSULTA y a veces ya no piensa.

Indudablemente, yo no tengo ninguna capacidad moral ni menos la “categoría profesional” para lanzar tremenda crítica a mis colegas que navegan en un mar de últimos y envidiables conocimientos, en un cielo de donde llueve en forma de aguacero, con truenos y relámpagos los últimos adelantos de la Medicina Ultramoderna y las clínicas y hospitales están implementados con tecnología de punta, que rápidamente van pasando de moda, en las que las máquinas de Rayos X, aún los tomógrafos, los aparatos de resonancia magnética, el rayo Lasser, los ecógrafos, los microscopios, las diversas técnicas de tinción han cambiado, en las todavía resistentes láminas portaobjetos, los exámenes químicos, muchos de ellos lo tienes en tus relojes inteligentes o en tus smartphones y la cirugía robótica cada vez avanza en forma alarmante, sin embargo, en mi altanera soberbia de viejo, pretencioso provinciano  sobreviviente, me atrevo a opinar, recordando, … ya en los últimos estertores de mi existencia, nuestra orgullosa formación de la Facultad de Medicina de San Fernando, con la presencia de los legendarios maestros que, sin ayuda audio visuales, ni micrófonos ni parlantes, eran fuentes de sabiduría, de donde brotaban a borbotones los conocimientos, fruto de su experiencia, de su permanencia de día y de noche, al lado de las camas en los pabellones de los hospitales, buscando signos y síntomas para absorberlos y sentir en carne propia como duele “la enfermedad” en el cuerpo de sus pacientes, escuchar sus quejidos, tocar su piel caliente, ver el color de su esputo y contemplar el color de su orina y de sus excrementos, ver sus lágrimas y su mirada triste al Crucifijo o a la estampita que se sacudía con el temblor de sus manos, escuchar, con la paciencia de santos, los quejidos y llantos de los pacientes y las súplicas de los familiares. Esa fue el “Agua Bendita” que regó nuestras raíces, de los sanfernandinos de ayer, que nos enseñaron nuestros maestros, como duele la carne, como huelen las llagas, como queman las fiebres y que los gemidos y las lágrimas lo sienten nuestros pacientes y no se pintan, como figuritas luminosas, en las pantallas brillosas de los monitores y que el corazón de los hombres de blanco, es cierto que, en determinadas y contadas situaciones, en que juega entre la vida y la muerte, debe ser como el yunque de hierro donde golpea el mazo de acero, pero, siempre debe recordar que ese corazón que palpita en nuestro pecho, es carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre, que también sufrimos dolencias y por nuestras mejillas ruedan lágrimas  y que no estamos libres de beber de nuestro vaso de hiel, especialmente cuando somos viejos y nos encontramos con ELLOS que, ahora creen “el ser médico, es tener una linda casa en un barrio de lujo, tener mucho dinero y ser un gran hombre de negocios, soberbios y vanidosos,  envidiados por la sociedad”, sin tener en cuenta que, de poco a poco, se van convirtiendo “en sirvientes” de las máquinas y olvidan que: El deber del médico es curar, si no puede curar, … quitar el dolor y si no puede … curar ni quitar el dolor, … después de todos sus esfuerzos, … lo único que le queda … es consolar, con una mano en el hombro de sus enfermos y palabras de alivio a sus familiares y aceptar que, sus “penosas derrotas”, son el resultado de la Voluntad de Nuestro Padre Celestial y que todos … vamos a Morir.

Jorge REINA Noriega

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