Lo nuevo y lo viejo son dos aspectos de una misma realidad. De lo viejo nace lo nuevo, luego, lo nuevo se hace viejo y vuelve a nacer lo nuevo, es la ley del movimiento, es el fluir de la vida. Pero como el tiempo es infinito, el paso de un año a otro es solo un espejismo de lo viejo y lo nuevo; y si el tiempo no tiene retorno -ni principio ni fin-; entonces, el tiempo circula eternamente mientras nosotros pasamos por él. El tiempo es solo testigo de nuestra efímera existencia. Por tanto, sería prudente, que nuestras celebraciones no se llenen de un asfixiante consumismo y daño ambiental, sino -y, sobre todo- se llenen de una oxigenante sobriedad y reflexión.

Eso no quita, sin embargo, matar nuestra alegría y esperanza. La esperanza en su esencia, es la posibilidad de no renunciar a ver un mañana de equilibrio para y por la vida -un renacimiento-. Pero la esperanza hay que construirlo, la esperanza no llega solo por paso del tiempo o por determinismos preexistentes o por milagros; creo que la esperanza se forja día a día con nuestros pequeños actos transformadores, que, sumados en toda la humanidad, forjan nuevos caminos. La esperanza con acción es lo que conlleva a lo nuevo, pero, la esperanza sin acción puede conllevar al anarquismo, al pesimismo, al desosiego y hasta al nihilismo.

Al contemplar el presente con miedo o conformismo, no podemos soñar en un futuro común en un planeta único. Sin esperanza no habría futuro radiante para la humanidad y la propia naturaleza. La humanidad y las sociedades nunca están estáticas, siempre se mueven, pero se mueven por la acción esperanzadora de los humanos que aspiran a una sociedad más justa y solidaria, es decir, una sociedad humanizada, una naturaleza viva, un planeta Tierra en equilibrio.

Que estos días nos lleven, pues, a reflexionar sobre la necesidad de forjar la esperanza de lo nuevo, no podemos y debemos quedarnos adormecidos en las cosas ni sentires que nos impone lo viejo. Lo viejo puede vivir mucho, pero no vivirá para siempre; en cambio, lo nuevo tarde o temprano nacerá. Así como la luz se impone a la oscuridad, así, tarde o temprano se impondrá la esperanza y el amor universal. La esperanza y la alegría se construyen con millones de corazones, manos y cerebros unidos, esa es la gran tarea de cada uno de nosotros: rehacernos como humanos para forjar equilibrio y buen vivir. Así como el agua del río nunca está quieta; así como el bosque se renueva día a día, así como el sol se oculta pero vuelve a salir -de igual forma- lo viejo se acaba y la esperanza vuelve a renacer: poco a poco, paso a paso. El sueño de la humanidad solo será posible si la soñamos, visionamos y vivimos para ella.