19/11/24 - 05:10
Pastillita para el Alma 18 – 11 – 2024
Doña Mushita ¿A cómo yapue lo vendeste las chirmoyas y la mano de cedillos? Pa tu mamita, la Rosita, las chirmoyas a rial y la mano de guineos, a una pezeta. Entonces, demeste pue, una mano de guineos. Diosolpague, dile a la Rosita. Los domingos en la misa, cuando ponían una limosna, el sacristán también decía que Diosolpague. Era costumbre, después de la misa de 10 que, los jóvenes de ambos sexos, daban vueltas en la plaza de armas o los caballeros, con terno, corbata y sombrero, se paraban en el quiosco a charlar, esperando la hora del almuerzo o antes de irse a tomar un “abregana, seco y volteau, en doña Sarita Ángulo o doña Mechita Vigil y cuando se acercaba el Panchupa, el Juandela o el otro Janta del Tajamar, después que tocaba una “diana con ushpen” le daban un doble y los más prosas, un medio de níquel, sacando de su sencillero de cuero con broche y sacudiéndolo para que suene y la gente escuche que está lleno y los que recibían la monedita, agradecían con un Diosolpague.
De la variedad de películas, la mayoría mexicanas, una de ellas que más impactó, en nuestra tierra, fue “Que Dios se lo pague” con Arturo de Córdova y Zully Moreno, filmada en 1947, en la ciudad de Buenos Aires, capital de la república Argentina y que fue un gran éxito entre las películas de habla hispana.
De lo poco que recuerdo, me atrevo a hacer un pequeño boceto de esta película, basada en una novela de un escritor brasilero Joracy Camargo, que, trata de la vida de una joven muy bonita, Nancy, que vive en la pobreza, anda en busca de un hombre rico para cambiar su modo de vida, para lo cual ostenta riqueza, viste elegante, con perfumes seductores, joyas deslumbrantes de fantasía, reside en un hotel de lujo y concurre a un casino de juego de azar, para probar suerte y sobre todo, codearse con gente de dinero, pero, previamente, pasa, por una iglesia, donde reza fervorosamente y se encuentra en la puerta con un mendigo llamado Marcos, envejecido, mal trajeado, harapiento, pelucón y con la barba crecida, sentado en un poyo y a todo el que ingresa, le estira la mano, implorando “una limosnita por el amor de Dios” agradeciendo, la caridad de muchos, con un “Dios se lo pague”, que viene del Diosolpague de nosotros o viceversa.
Al limosnero Marcos muy bien ubicado, le permite escuchar conversaciones de los fieles que intercambian sus cuitas, sus riquezas, sus pobrezas, los problemas de gente de diferente clase social y política que, intercambian secretos, se recomiendan entre ellos, entremezclados con muchos ventajistas, pícaros aprovechadores del que necesita dinero o de los que usan su riqueza para encontrar amoríos de diversión para “un choque y fuga, y si te vuelvo a ver, no te recuerdo”. Los locales del casino y la iglesia son casi colindantes, el casino abre sus puertas después de las ceremonias religiosas nocturnas, por lo que muchos de ellos, hacen tiempo, con conversaciones banales o muy importantes, chismes y diretes que, nutren al pordiosero de noticias de diversa índole.
Una de las noches, Nancy, la heroína de nuestra película, que siempre daba una limosnita para atraer la suerte, parada, ansiosa, nerviosa delante de la puerta de la iglesia, junto donde se sienta el limosnero, escucha: “Las horas se hacen muy largas, cuando no hay con quien hablar”, … ella sorprendida e impresionada, por el tono de voz varonil, amable, clara y transparente, empieza a conversar y contarle que, ella tiene el “vicio del juego” y gasta su inmensa fortuna en la ruleta, las cartas y los dados y como respuesta escucha: “Sepa usted, bella dama, el jugar …. es un vicio, para el que necesita dinero y … es una diversión … para el que tiene en exceso”, aún más asombrada, ante las respuestas elocuentes y sabias, le dice “Oiga buen hombre, ¿cuál es el motivo, por lo que usted se dedica a pedir limosna, acaso no le da vergüenza? mientras extiende su mano para recibir otra moneda y repite “Que Dios se lo pague”, … después de un breve silencio, la responde, mirándole a los ojos, que logra ver a medias por la penumbra de la noche: Bella dama, usted es testigo de lo que hago y la forma como recibo y doy las gracias, verá usted que, “yo no exijo”, me baso en la buena voluntad de la gente o en la vanidad de los piadosos transeúntes, ya que “Exigir es una impertinencia … pero, pedir, es un derecho reconocido, que provoca alivio y complacencia en el que da, cuando lo hace, de buen corazón y lo más importante, es que no provoca envidia a nadie”….. cada vez, más intrigada, aquella linda mujer de caderas sinuosas, se alejó, pero, antes, se desprende de una rosa blanca de marfil que lucía en su escote y le regala al mendigo, quien la guarda como una reliquia y la dama, sin reparar atrás, entró al casino. Tomó asiento, al borde de la mesa del juego de dados, levantando un poquito la falda, para mostrar parte de sus torneadas piernas. Ponía cautelosamente su apuesta, entrecerraba los ojos y esperaba la voz del que cantaba los resultados, casi siempre negativos. Entre los muchos concurrentes había un joven de terno azul oscuro, con una corbata gris y camisa blanca con gemelos dorados, muy cerca de la linda dama, con quien intercambiaba miradas y luego, inicia una conversación respetuosa y elegante, que en el transcurso de las siguientes noches, se fue haciendo más de confianza, porque ella admiraba la cantidad de dinero de sus apuestas a pesar de no ser favorecido por la suerte, pero el jovenzuelo no se inquietaba y la siguiente noche, las cosas se repetían, mientras las relaciones entre ellos se iba tornando en un romance, tanto así, que la propuso matrimonio, el cual debía de ser en otro lugar, porque los padres del joven, eran unos señorones muy exigentes y selectivos. A cierta distancia de la pareja, miraba un hombre maduro, muy distinguido y circunspecto, con un terno negro, chaleco, corbata michi y un perfume exquisito que, llegaba al casino, muy entrada la noche, se paseaba sigiloso, apostaba de vez en vez. Su elegancia, su trato amable, la calidad de su lenguaje, llamaron poderosamente la atención de Nancy, por lo que entablaron amistad, tanto así que, ella, cariñosamente le llamaba Viejo, viendo, en él, una buena oportunidad interesada para cambiar su vida, sin embargo, este apuesto y maduro caballero, a prudente hora, cuando los rayos del sol se insinuaban, mesclados entre la bruma del humo de los cigarrillos, el olor penetrante del licor, entre las risas o las lágrimas de los apostadores, cautelosamente, se retiraba del casino, tal como había llegado, ponía pies en polvorosa y se iba en un carruaje que lo esperaba perdiéndose en la soledad del amanecer. Daba la casualidad que, la bella dama y el caballeroso personaje, de noble mirada y voz varonil atrayente, residían en el mismo hotel, en diferentes pisos y ellos casi nunca se veían, porque como es de suponer, para ellos, el día era para dormir y el misterioso personaje, que en realidad era Marcos, salía de su alojamiento, muy sigilosamente, disfrazado de mendigo, aprovechando la oscuridad de la noche, el repicar de las campanas para rezar el Santo Rosario y se iba a sentarse en el poyo, donde pide limosna. Noches vienen, noches van, una de ellas, la policía hizo una redada en el casino, detienen a mucha gente, pero, la bella dama, logra eludir a la justicia, gracias al pordiosero que, logra esconderla bajo su raída y decolorada capa, envejecida por el tiempo y su aparente infortunio. Coincidentemente, al día siguiente de la intervención policial, al final de la tarde, nuestra dama, de esta mal relatada y alterada síntesis, había quedado en fugarse con el joven apuesto, de quien estaba muy enamorada. Sin embargo, casi en forma anónima y no usual, recibía protección económica y aún social, del apuesto caballero, quien prácticamente era su protector, de lo cual ella era consciente, fingiendo un cariño y respeto y sin llevar vida en común, lo que a ella no le importaba, tanto así que, desconocía el origen de su fortuna y se contentaba con estar mantenida, viviendo lujosamente a sus espaldas, sin saber o darse cuenta del verdadero amor y cariño de su protector, que no exigía nada a cambio.
El mozuelo del amor perdido de la mujer, resultó ser un ladrón de ponen das, hijo de un poderoso hombre de negocios, que tenía una gran empresa, con múltiple accionariado, acciones que el hijo vendía para jugar y apostar y circunstancialmente, la persona que, compró la totalidad de ellas, era Marcos, el pordiosero, con un nombre camuflado y como las acciones eran al portador, no figuraba el nombre del comprador.
El desenlace de esta bonita película termina, cuando Marcos, el pordiosero, llama al padre del joven seductor, para comunicarle que ya no era dueño de su empresa, ante lo cual, el señor Richardson, como así apellidaba, le reclama, vociferando que sus acciones habían sido robadas, por algún facineroso, mal hombre, que seguramente era él, pero al saber la verdad queda más sorprendido y aturdido, cuando se entera que el ladino ladrón era su propio hijo. Entonces, Nancy, la hermosa mujer, interviene, violentamente y le increpa al Viejo, aduciendo que su acusación de ladrón a su pretendiente, era, porque se había enterado que, ella se iba a fugar con el joven, de quien estaba prendidamente enamorada y su acusación era malévola, solo por celos y que Marcos, su aparente protector, era un viejo, decrépito, sin importancia, del que no sabía nada, ni de su fortuna, tanto así, que ni siquiera sabía su nombre completo.
Marcos, guardó silencio, la miró confuso, perplejo, respiró profundo, agarró las acciones, calculó su valor, luego retiró de su caja fuerte un fago de billetes de cien mil dólares, extendió sus manos temblorosas, hacia la furiosa e iracunda mujer y con una voz salida del alma, le dijo: “Que seas muy feliz, eres libre, estas acciones, ahora son tuyas y este dinero, es un donativo como, regalo de bodas y si deseas saber, en verdad, quién soy, … abre este cofre y allí está mi nombre” y sin decir una palabra más, sin cruzar una mirada, con paso sosegado, abandonó la casa y se perdió en la oscuridad de la noche, yéndose a reunir con su amigo, el otro pordiosero.
Nancy, se quedó pensativa, colérica, rabiosa, se resiste a ver dentro de la caja, no desea saber quién es, pero, intrigada por la actitud del viejo, abre el joyero y halla la rosa de marfil. Sale corriendo, con llanto desconsolado, no sabe dónde encontrarle ni cómo llegó a él esa joya, hasta que, recuerda que esa rosa de marfil lo había regalado a un pobre pordiosero, en la puerta de la iglesia y llorando desconsoladamente, corre a la iglesia y allí lo encuentra sentado en su poyo, esta vez sin sus harapos, sin su sombrero, viejo y raído, se abalanza a sus brazos, intercambian miradas de perdón, se toman de las manos, no hay una palabra, ni una silaba, solo lágrimas, que bañan sus rostros …. ingresan a la iglesia, se arrodillan ante la imagen de la Virgencita de Luján y en el azafate de las limosnas, depositan los dólares, las joyas, las acciones y comprende que la felicidad, no están en las riquezas terrenales, sino en ese sentimiento de amor puro y sincero que nos acompaña en el camino, a lo largo de nuestra vida azarosa, llena de sorpresas, tristezas y alegrías.
Diosolpague, reemplaza a la palabra gracias y es de uso frecuente en la gente de nuestra tierra y me hizo recordar esta linda película y que me trae como colofón, que: *Es mucho más fácil DAR, que pedir* especialmente para mí, porque muchas veces, hasta el simple hecho de pedir amistad, muchos te lo dan, pero, casi nunca es de verdad y menos vale la gratitud, que aunque no te las den, siempre hay un DIOS que nunca olvidará tu bondad.
Jorge REINA Noriega
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