18/04/22 - 16:54
El Dr. Jorge Reina Noriega, fundador de la Dirección de Sanidad del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Perú, nos cuenta en esta entrevista cómo empezaron los bomberos a atender emergencias médicas en nuestro paÃs.
Por Stefanie Pareja - Salud con lupa
En 1982 se fundó la Dirección de Sanidad del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Perú. Esa dirección les permitió atender cada vez más tipos de emergencias. Archivo personal
Cuando pensamos en un bombero, pensamos en un hombre con traje rojo, sosteniendo una manguera y apagando un incendio; sin embargo, los bomberos hacen mucho más que controlar el fuego. Los peruanos marcamos el 116 si se accidenta un adulto mayor en casa, si un niño se atraganta mientras come, si alguien se desmaya, si necesitamos ayuda para colocar una sonda o si a un familiar le disminuye la saturación de oxÃgeno. Confiamos en que los bomberos sabrán ayudarnos ante cualquier circunstancia. Según reportes oficiales, durante el 2021, los bomberos atendieron tres veces más emergencias médicas que incendios a nivel nacional.
El Dr. Jorge Reina Noriega, a inicios de los ochenta, fue uno de los primeros doctores en capacitar a los bomberos para atender emergencias médicas: les enseñó desde tomar el pulso hasta realizar traqueostomÃas en la calle. Tan solo su trayectoria nos ayuda a comprender mejor la versatilidad del trabajo de un bombero en el Perú. El Dr. Reina ha atendido a damnificados de desastres naturales, a vÃctimas de accidentes de tránsito, a hombres que perdieron extremidades a causa de un coche bomba, a personas atrapadas bajo construcciones que colapsaron, a un militar que se desangraba durante la toma de la residencia del Embajador de Japón en Lima por un grupo terrorista. “No se menciona mucho, pero los bomberos también estuvimos ahÃâ€, recuerda el Dr. Reina, fundador de la Dirección de Sanidad del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Perú.
Ahora, a sus ochenta y seis años y desde su situación de retiro, el Dr. Reina ha publicado su primer libro “Pastillitas para el alma: memorias de un doctorâ€, donde reúne alrededor de cincuenta textos con reflexiones sobre Chachapoyas, la ciudad donde nació, su práctica médica y la función pre-hospitalaria de los bomberos en el Perú. Para él, es muy importante visibilizar el trabajo de los bomberos voluntarios y la necesidad de que su organización avale siempre el Ãmpetu que tiene cada uno de ellos por ayudar a otros. “Los bomberos estamos en medio de una emergencia porque queremos. Algo dentro nos empuja a hacerlo. Cuando yo era muy joven, operé a mi madre en Chachapoyas. No habÃa casi nada al alcance: no habÃa sangre ni electrocauterio. Ella se murió en mis manos. Desde entonces, he atendido a cada paciente con esas mismas ganas de salvar a mi madreâ€, explica el Dr. Jorge Reina Noriega sobre el origen de su vocación.
Con la trayectoria que usted ha tenido, Dr. Reina, podemos asomarnos a la historia de la función pre-hospitalaria de los bomberos en el Perú a través de su historia personal. ¿Nos cuenta, por favor, cuándo y cómo ingresó a los bomberos?
Ingresé en la década de los ochenta y por pura coincidencia. Yo no sabÃa muy bien quiénes eran los bomberos ni tampoco lo que hacÃan. Yo era doctor y mayor de la PolicÃa Nacional. A los bomberos, en ese entonces, a veces se les trataba como si su labor no fuese tan importante. Un dÃa, mientras trabajaba en el Hospital de PolicÃa, el director me dijo que me encargue de ordenar que se limpien la fachada y las palmeras que habÃa en el hospital. Los muchachos de mantenimiento me dijeron que iba a ser muy difÃcil limpiar todo eso con un balde. ¿Por qué mejor no busca usted a los bomberos para que laven todo con sus mangueras? Me pareció una buena idea y me puse a averiguar dónde quedaba el cuerpo de bomberos. La comandancia general estaba en Breña, a unas cuadras de mi casa. Yo nunca los habÃa visto. Entonces fui a pedir que laven la fachada y las palmeras del hospital. Me dijeron que espere un rato. Me recuerdo parado con mi uniforme de policÃa entre un montón de hombres con sus trajes rojos. De repente, se me acercó un bombero, me preguntó quién soy y qué estaba haciendo. Le dije que soy médico y que estaba buscando al comandante general. Si usted es médico, suba conmigo, me ordenó. AsÃ, de un momento a otro, me llevaron a una emergencia. Esa tarde me subà al camión de bomberos y nunca más me bajé.
¿Recuerda cuál fue esa primera emergencia?
Fue en el Banco Continental de la VÃa Expresa. En ese entonces, recién lo estaban construyendo y hubo un derrumbe en el sótano. Dos personas estaban enterradas. Ahà me llevaron los bomberos en su camión. TodavÃa no tenÃan ambulancias. Cuando llegué, lo único que supe hacer es actuar como un médico. No tenÃa facilidades alrededor, pero me gustó mucho esa adrenalina de tomar decisiones en segundos. Yo fui el único doctor en esa emergencia. Los bomberos se ofrecieron a llevarme a casa y me preguntaron si me gustarÃa acompañarlos en futuras ocasiones. Les dije que sÃ. Desde entonces se acostumbraron a recogerme de mi casa cada vez que lo necesitaban.
¿En esa época usted era el único médico entre esa compañÃa de bomberos?
Ellos también tenÃan algunos estudiantes de Medicina, pero cuando estaban de turno se concentraban más en aprender a apagar incendios que en curar enfermos. Su lógica era hacer “cosas de bomberosâ€, como cuidar infraestructuras o controlar desastres naturales. En esa primera emergencia, por ejemplo, yo no podÃa preocuparme por el carro sino por la persona atrapada en el carro. Pedà combas y sierras para romper el vehÃculo y sacar a la vÃctima. A los bomberos no se les ocurrÃa hacer eso porque no estaban capacitados. En las emergencias, les pedÃan a los accidentados que no griten, que mantengan la calma, pero no sabÃan ponerles vÃas con anestesia para calmar el dolor. ¿Cómo no iban a gritar? Muy rápido me di cuenta de que los bomberos en el Perú atendÃan más emergencias médicas que incendios y de que era necesario que aprendamos a actuar en ellas.
Claro, porque incluso para levantar a un herido hay que saber cómo hacerlo.
Por supuesto. Si alguien tiene una fractura de columna cervical y tú le mueves la cabeza, lo lastimarás en lugar de ayudarlo. Todo eso tenÃan que aprender los bomberos. Al comienzo fue muy difÃcil porque yo era el único médico disponible para capacitarlos. Los voluntarios tenÃan diversas profesiones, sin experiencia en emergencias médicas, asà que tuve que enseñarles desde tomar el pulso, medir la presión arterial o abrir una vÃa respiratoria. Cuando veÃa que los muchachos se hartaban, los hacÃa ponerse inyecciones. Eso era una novedad para ellos. Se ponÃan agua destilada y se entretenÃan (risas). AsÃ, con ganas y empeño, formamos un gran grupo de bomberos capacitados para atender emergencias médicas en la CompañÃa Internacional 14 de Breña. Pronto se corrió la voz en otras compañÃas y nos pedÃan que los capacitemos. Lo hicimos con gusto. Si el bombero es el primero en llegar a un incendio, a un accidente de tránsito, a una construcción desplomada, tiene que saber cómo atender a los heridos que va a encontrar. La mayorÃa eran voluntarios jóvenes, muchachos entusiastas que me veÃan atender a un quemado y aprendÃan con atención. Luego no tenÃan miedo de hacerlo ellos mismos. Les gustaba sentirse más capaces de resolver una emergencia.
¿Y qué es lo que más le gustaba a usted? Porque mientras hacÃa todo eso, también cumplÃa con su trabajo de cirujano y policÃa. ¿Por qué seguÃa compartiendo su tiempo libre entre su familia y el camión de bomberos que pasaba a recogerlo en cualquier momento?
Mi familia ha sido y es la más comprensiva. Cuántas veces he dejado cumpleaños y navidades por subirme al camión de bomberos, como bien dices, pero yo era feliz haciéndolo y ellos lo veÃan. No es coincidencia que tenga una hija y una nieta bomberos. Lo primero que me impresionó, como el médico joven que era, fue la adrenalina, pero luego me di cuenta de lo más importante: ayudar a la gente. Eso me enganchó. HabÃa demasiada necesidad. Yo no me imaginaba que los bomberos se encontraban con tantas emergencias médicas. Me sentà útil. Arriesgábamos la vida en cuestión de segundos, como cuando saqué a un bebé de una cuna que estaba sosteniendo un techo caÃdo. No hubiese experimentado nada de eso si toda mi carrera transcurrÃa dentro de un hospital.
En 1982, el Comando Nacional de Bomberos del Perú decide crear la Dirección de Sanidad y lo nombran a usted fundador y primer director, cargo que ocupó por casi treinta años. ¿Cómo recuerda esos inicios de la función pre-hospitalaria de los bomberos en el paÃs?
Los bomberos tienen una larga trayectoria en nuestro paÃs. Por ejemplo, en la Guerra del PacÃfico, el Cirujano Mayor del Huáscar era bombero: Santiago Távara. Durante la fiebre amarilla, los bomberos llevaban a los enfermos a los hospitales públicos, pero no como primeros auxilios, solo los transportaban. Lo que quiero decir es que los bomberos siempre han ayudado a las vÃctimas, pero con la Dirección de Sanidad ese Ãmpetu se organizó y se les capacitó para hacerlo mejor. A inicios de los ochenta, la gente se da cuenta de que los bomberos los atendÃamos en cualquier situación y ya no solo nos llamaban en accidentes de tránsito sino también para parturientas, para pacientes con infartos cardÃacos, fracturas, gente atrapada, bronconeumonÃa, todo enfermo nos llamaba. Nuestro número se convirtió en el 911 del Perú. Comenzaron a salir ambulancias privadas en nuestro paÃs, pero ellos cobraban, nosotros no. También aparecieron las Ãguilas Negras, ambulancias de la PNP. Entonces a mÃ, como policÃa, me quisieron poner a cargo de eso, pero yo dije que no porque yo ya era sobre todo un bombero. SentÃa un compromiso mayor con ellos.
Se habla mucho de la mÃstica de los bomberos, ¿se refiere a eso? ¿Nos ayuda a entender ese concepto?
Yo dirÃa que es el entusiasmo de los bomberos. Yo me enamoré de ese entusiasmo. Nunca escuché a un bombero decir “disculpa, mi turno ya terminó, espera a mi reemplazoâ€. Nunca. En otras organizaciones pasaba eso muy seguido, pero no en los bomberos. Si ellos tenÃan que quedarse más horas con tal de ayudar a un enfermo, se quedaban y de buena gana. Yo les decÃa “en ese paciente está tu padre, tu madre, tu hermano tendido en el suelo, ayúdalo, pero hazlo bien. No lo maltratesâ€. Y ellos lo hacÃan. Eso les nacÃa, eso estaba dentro de los bomberos voluntarios. Y yo querÃa estar entre ese tipo de personas. Además, cuando habÃa incendios, me sentÃa aún más unido a ellos. Es muy diferente estar metido en el fuego, en la emergencia donde tú tienes que cuidarte y cuidar a tu gente. Los muchachos jóvenes hasta apagaban sus tanques de oxÃgeno para quedarse más tiempo adentro. Se ponÃan en riesgo porque querÃan salvar a otros. Claro, luego les enseñamos a cuidarse ellos primero, pero ver a las personas trabajar asà me conmovÃa. Un bombero tiene el compromiso de ayudar, pero también las ganas de hacerlo.
¿Y qué otros cambios se consiguieron con la Dirección de Sanidad?
Más doctores comenzaron a querer ser bomberos voluntarios. Nosotros pedimos a la Facultad de Medicina de San Fernando y a la Cayetano Heredia que permitieran que sus alumnos cumplan con su Serums en el cuerpo de bomberos. Antes solo lo podÃan hacer trabajando en establecimientos de salud. Casi todos esos alumnos se quedaban como voluntarios. Después, se fundó la Especialidad de Emergencias y Desastres en la Universidad de San Marcos. Los bomberos atendÃamos en terremotos, aluviones, lo que nos trajo el Fenómeno del Niño. Yo no me gradué estudiando eso, no existÃa en mi época. Fue una alegrÃa que se cree esa especialidad en los noventa a partir del trabajo que nosotros hacÃamos. Fui profesor en distintas universidades formando a técnicos en emergencias médicas.
NiñoOperado
Durante los ochenta y noventa, la prensa peruana cubrÃa regularmente la actividad de los bomberos. Archivo Personal
Su familia nos prestó para esta entrevista un portafolio bastante grueso lleno de recortes de periódicos donde aparece usted atendiendo un sinfÃn de emergencias. Algunos titulares lo llaman “El ángel de las tragedias†o “El bombero salvavidasâ€. ¿A qué cree que se debÃa tanto interés de la prensa?
Éramos una novedad. Como te comentaba, en los ochenta las personas empezaron a reconocer el trabajo de los bomberos y a confiar en nosotros. Nos llamaban para todo tipo de emergencia y nos veÃan en acción en plena calle. Yo me escabullÃa de los periodistas (risas). Recuerdo que tenÃa una especie de sirena para mi carro, pero si la encendÃa era muy probable que apareciera un reportero y me siguiera. ElegÃa bien cuando usarla. Es que les llamaba la atención ver a un doctor operando en la calle. Una vez atendà a un niño que habÃa estado jugando en una construcción y se cayó sobre un fierro que salÃa como una lanza del cimiento. Él pequeño tenÃa el fierro incrustado, le salÃa por la costilla del lado derecho. Estaba tirado en el suelo, boca abajo y habÃa un montón de gente alrededor. ¿Cómo lo sacamos? No se le puede jalar porque no sabemos lo que sucederÃa dentro de su cuerpo. Le pusimos suero, una vÃa y a dormirlo. Anestesié su cuerpo siguiendo el trayecto del fierro. Me eché al suelo, levanté la piel y lo corté de un extremo a otro. Las personas pensaron que lo habÃa matado. Empezaron a gritar. Saqué al niño del fierro velozmente. Lo metà al camión. La gente me golpeaba la puerta, lo comencé a suturar, cerré al pequeño y le enseñé a las personas que estaba vivo y que ahora lo tenÃamos que trasladar a un hospital. HabÃa mucho que pensar y decidir durante segundos. HabÃa presión por todos lados. Y la responsabilidad finalmente era mÃa.
Entre los recortes también hay varios titulares sobre sus operaciones a niños con labio leporino, una labor que también hizo como bombero ¿cierto?
SÃ, después de trabajar unos años en Lima, aparecieron más ambulancias y aumentó la atención de emergencias en la ciudad. Yo siempre estaba buscando qué más hacer. Eso lo aprendà con los bomberos: uno debe ir donde haya más necesidad. Para entonces, eran los noventa y yo trabajaba en la ClÃnica San Juan de Dios. Ahà llegaban muchos pequeños de Tacna, Cuzco, Ayacucho y otras provincias. A veces venÃan con su hemoglobina en 14 y hasta que consiguieran turno de operación, se les bajaba a 10. Los padres no tenÃan donde hospedarse. Esa situación me convenció de que debÃa viajar a las ciudades donde estaban estos niños ¿Por qué tenÃan que venir ellos a mÃ? Lo propuse al Cuerpo de Bomberos y nos organizamos para hacerlo. Mi idea era que nuestros camiones sean salas de operaciones y de recuperación. PodÃamos operar quistes, hernias, fisuras…Finalmente nos dedicamos sobre todo a operar labios leporinos. En ese momento casi nadie lo hacÃa. La primera vez viajé solo yo con una anestesista, pero luego se sumaron más bomberos. Ãbamos a Moyobamba, por ejemplo, una vez al año. El hospital local nos daba una sala de operación y nos conseguÃan los pacientes. Empezábamos a las 7 a.m. y terminábamos a la medianoche. Gracias a esas campañas llegué a operar a más de 500 niñitos con labio leporino.
Dr. Reina, usted fue director de Sanidad del Cuerpo de Bomberos hasta el 2007, cuando deja el cargo por edad. Ahora, desde su situación de retiro, ¿cómo ve la situación de los bomberos en nuestro paÃs?
Ha mejorado muchÃsimo en la calidad de su trabajo. Están más preparados. Tenemos muchos médicos, enfermeros, técnicos, hombres y mujeres, que son bomberos. Pero, lamentablemente, la dirección de sanidad no existe más. La atención pre-hospitalaria se organiza de otra forma y esto ha disminuido los recursos de los bomberos. Incluso en el inicio de la pandemia, los bomberos tuvieron que comprar hasta sus propias mascarillas porque no se les consideró en la primera lÃnea. A veces siento ganas de protestar. Estos son muchachos que se rompen los lomos trabajando sin pedir nada a cambio. Lo mÃnimo que debemos hacer es ayudarlos a ayudar. Darles facilidades tan sencillas como gasolina para sus camiones o lÃneas de teléfono para atender emergencias. Hay que amparar que los bomberos siempre tengan una organización que avale su entusiasmo, capacidad y vocación. Además, estos voluntarios tan jóvenes merecen atención psicológica. Después del incendio de Mesa Redonda, yo recuerdo que muchos de los bomberos con los que trabajé quedaron impactados. ImagÃnate ahora después de la pandemia. Mi trayectoria no ha sido sencilla. Ser bombero me ha costado mucho, vivir en emergencia ha sido muy duro, pero valió la pena. Ahora, desde el retiro, paso las madrugadas pensando en todas las experiencias que Dios generosamente me ha permitido vivir.
Pero pensar en su oficio es algo que usted empezó a hacer desde muy joven. En su libro “Pastillitas para el alma: memorias de un doctor†reúne algunos textos que escribió desde los noventa. ¿Cómo surgió ese libro?
En realidad, yo empecé a escribir en los setenta como una forma de procesar lo que veÃa como doctor. Luego, como bombero. Un paciente quizás salÃa de mi consultorio, pero su historia se quedaba conmigo. Yo seguÃa pensando en él. Quizás terminaba un rescate con los bomberos, pero seguÃa cuestionándome cosas sobre el valor de la vida, la bondad, la arrogancia, el duelo, la generosidad, la muerte, la fe, la injusticia…por eso empecé a escribir mis pastillitas, pero estas no eran para el cuerpo sino para el alma. Asà las llamé pomposamente (risas). También escribo sobre Chachapoyas, la tierra donde nacÃ, sobre la bondad de su gente y nuestras costumbres. Como un hombre viejo, de carne pero no de espÃritu, siento que los recuerdos merecen un lugar en nuestro presente. Este libro es una forma de darles espacio.
¿A qué se refiere cuando dice que sus pastillitas son para el alma y no para el cuerpo?
La modernidad y la tecnologÃa ha cambiado la formación de los doctores. Uno se prepara para entender ecografÃas y resonancias, para manejar nuevas tecnologÃas y tratamientos. Pero hay situaciones en las que los pacientes no necesitan solamente drogas sino sobre todo una palabra amable. La práctica de la medicina tiene un lÃmite frente a la muerte, pero donde no podemos salvar ni curar, los doctores siempre podemos consolar. Creo que por eso llamé a mis pequeñas reflexiones “pastillitas para el almaâ€: porque tratan de ir más allá de las heridas que saltan a la vista. Yo ya soy un oficial en retiro, pero sigo siendo tan bombero como cualquier otro en situación de actividad. Ya no me pongo un uniforme rojo, pero mantengo obligaciones con mis sentimientos y con los reclamos de mi conciencia. Es una satisfacción ser bombero y no se deja nunca de serlo.
El libro “Pastillitas para el alma†del Dr. Jorge Reina Noriega se puede conseguir escribiendo al correo pastillitasparaelalma@gmail.com