Pero el coronavirus no solo ha venido a visualizar la precariedad de la moderna civilización en materia biomédica, sino, y, sobre todo, a desnudar las desigualdades humanas y la dependencia científica y tecnológica de las naciones como el Perú. En este contexto, la educación remota que el país improvisa en todos sus niveles, se torna precaria, al menos en cuatro aspectos técnicos-administrativos: i) el acceso a equipos como PC, laptop, celular y otros dispositivos para todos los estudiantes y profesores como protagonistas esenciales de la educación es muy limitado, no solo porque son costosos, sino también porque gran parte del país ni si quiera dispone de energía para que funcionen estos aparatos, ii) el acceso a servicios de internet de calidad es aún más escaso y precario que los dispositivos y la energía, iii) falta de concepción científica de la educación remota, es decir, los funcionarios y sujetos educativos (obligados por la emergencia sanitaria) vamos cayendo poco a poco en la instrucción y administración de la enseñanza, pero, tomando peligrosa distancia de la pedagogía como ciencia cardinal de la educación, y iv) el analfabetismo digital tecnológico es alto en toda la comunidad educativa urbana, peor aún, en la comunidad educativa rural. Estos cuatro aspectos tienen estrecha relación con la creciente concepción de la educación como mercancía y al estudiante como cliente y no como un derecho inalienable.

La educación remota, como enseñanza-aprendizaje cara a cara, no es buena o mala por sí misma -puede tener muchas ventajas o desventajas como política educativa-, sin embargo, el mayor peligro es de convertirse en un instrumento deshumanizador si es que la asumimos mecánicamente; todo depende de ¿qué se extienda por educación?, de ¿qué y para qué educamos?, ¿quiénes y a quienes educamos?  -y claro ¿quiénes dirigen la educación? Es verdad que la educación hace mucho superó los muros del aula, y que la idea de sociedad educadora se torna cada vez más necesaria, pero ¿qué tipo de civilización educa y qué civilización aspiramos? Independientemente, lo virtual es siempre una realidad subjetiva carente de espíritu, pero cargada de contenido. No existe cara a cara virtual, existen imágenes en conexión artificial, el cuerpo jamás será sustituido, -es decir, la presencia física del profesor y del alumno jamás podrá ser sustituido por ninguna tecnología, en este sentido, el alumno virtual y el profesor virtual existen solo en medida de sujetos distantes -no un encuentro real de seres humanos. 

Finalmente, esta crisis del coronavirus, nos obliga a repensar toda la educación -no solo para superar esta precaria educación remota obligada por la pandemia, sino y, sobre todo, repensar la educación para un futuro post coronavirus. Creo que el futuro de la educación es la bioeducación, es decir, una educación centrada en la vida. He ahí la tarea de los maestros, he ahí la tarea de los alumnos, he ahí la tarea de todos.