Veintidós años después de que Matilde Pinchi Pinchi iniciara la caída del fujimorato al sustraer la prueba audiovisual de la podredumbre en la que se había convertido el SIN de Montesinos y Fujimori, otra mujer —igual de ambiciosa, decidida, audaz y sin escrúpulos— ha iniciado el capítulo final del breve gobierno de un profesor extremadamente exitoso para dilapidar en tiempo récord la confianza de los peruanos que lo apoyaron.

Siete meses le han bastado para añadir, a la improvisación e ineptitud sistémica de su gobierno, la sospecha razonable de ser un régimen corrupto desde el primer día. Karelim López Arredondo es la Pinchi Pinchi del gobierno del pueblo. Una mujer de origen muy modesto, como su antecesora, sin mayores oportunidades ni preparación en la vida, pero con una decisión a prueba de balas para lograr eso que llaman progreso o ascenso social. Sin importarles el método o camino a seguir, ambas estaban decididas a salir de la pobreza.

Buscaban ser alguien en la vida a cualquier precio. Quizá las únicas diferencias entre Matilde Pinchi y Karelim López sean que la primera hizo su riqueza inicial en el ámbito privado, como comerciante de joyas de fantasía que traía, en muchas oportunidades, de contrabando desde el extranjero. Karelim, en cambio, todo lo obtuvo del presupuesto público, de la plata de todos los peruanos. La segunda diferencia es que Matilde, como mujer práctica, siempre creyó en la ley de la oferta y la demanda, mientras que Karelim confía más en las fuerzas del esoterismo, aquello que los videntes le adelantan. Se ha confesado adicta a esas consultas. Su madre la inició en esos menesteres. 

Desde sus orígenes en La Pascana, una de las zonas más pobres e inseguras de Comas, Karelim López nunca estuvo satisfecha. Detestaba sus primeros oficios, a pesar de que estos le permitían colaborar con el exiguo presupuesto familiar. Fue limpiadora de lápidas y tumbas en el cementerio de su barrio, también empleada de limpieza y hasta ambulante. Pero su ímpetu de emprendedora del cordón urbano marginal la llevó por otros caminos y, en un vuelco sorprendente de lo que venía siendo su historia, llegó al Congreso de la República, uno de los epicentros del poder político.

En los primeros años del nuevo siglo, fue contratada como secretaria de la congresista provinciana Dora Núñez, que había sido elegida como representante de Arequipa en las filas del Frente Independiente Moralizador de Fernando Olivera. Rápidamente, esta mujer se dio cuenta de que, instalada en un poder del Estado, podría medrar desde su modesta posición de secretaria vendiendo ilusiones, haciendo uso y abuso de su puesto de secretaria de una parlamentaria. Fue así que empezó a ofrecer puestos de trabajo en el Congreso a cambio de algunos centenares de dólares en efectivo.

Se trataba de una vulgar estafa que rápidamente fue denunciada por algunos de los agraviados que la pusieron en evidencia porque Karelim había sido demasiado burda para el timo. Perdió su puesto de secretaria y terminó denunciada ante la Fiscalía, retratada en un periódico popular como la timadora de Pasos Perdidos, alguien que había traicionado la confianza de una madre de la patria. Pero su primera humillación pública no la amilanó; al contrario, se dio maña para seguir cerca del poder político. Su corta estancia en la sede del Congreso le había permitido hacer amistades y conocer a Johnny Cornejo Milla, el hombre que después sería su socio de aventuras y tropelías, además de convertirse en el padre de sus hijos.

Cuando se conocieron, él era un hombre de la seguridad del Parlamento y ella una asistenta en un despacho. Pero hicieron clic de inmediato porque los unía ese deseo incontrolado de escalar en la vida, eligiendo el  camino más corto, más fácil y desprolijo: el de la cutra como motor y motivo. En el 2006, cuando el APRA llegó por segunda vez al Gobierno, Karelim había logrado hacerse muy amiga de uno de los dirigentes más conspicuos del otrora partido del pueblo. Este era parlamentario y, aunque su origen era la región Loreto, se había convertido en un líder nacional indiscutible del APRA.

El congresista charapa que llegó a ser presidente de ese poder del Estado, lo presentó con su compañero Enrique Cornejo, entonces ministro de Transportes y Comunicaciones, quien la llevó a trabajar en ese ministerio. Se le abrió el universo. Es ahí donde Karelim descubrió que más seguro y rentable era traficar con influencias que estafar con el cuento del puesto de trabajo. Su carrera de lobista empezó como representante informal, ilegal y efectiva de una empresa constructora española.

Dicharachera y botarate como es, Karelim fácilmente se hizo de un círculo conformado por funcionarios del MTC, a quienes nunca visitaba con las manos vacías. Siempre estaba dispuesta a ser dadivosa a cambio del favor que les pedía: elegir a las empresas o consorcios por los que abogaba. Descubrió que lo importante en su nuevo negocio de la gestión de intereses era sorprender con pequeños detalles a sus interlocutores como paso previo a repartir equitativamente todo lo que se cobraba de más en el presupuesto público por obras, ampliaciones, adicionales, adendas y otros. Los años de bonanza en la economía nacional habían generado partidas públicas lo suficientemente grandes como para inflar los presupuestos de las obras de infraestructura al punto de que alcanzase para repartir algunos puntitos entre los funcionarios que decidían sin afectar las ganancias de los constructores, ni las de Karelim, que crecían como la espuma.

Sus múltiples propiedades inmobiliarias en Breña, sus carros de alta gama, sus viajes constantes al extranjero, de compras o turismo, así lo atestiguan. Karelim había logrado superar ampliamente el umbral de la pobreza, ella y su familia. Era una «empresaria» de éxito. 

Su fórmula sobrevivió al gobierno de sus amigos apristas, también coqueteó con el fujimorismo. Seguidora de Luz Salgado, fue generosa aportante en la campaña electoral de Keiko Fujimori. No era por convicción política o ideológica, lo suyo era un asunto más pedestre, acercarse lo más que podía al poder o futuro poder de turno. Tejer relaciones con los que en el presente o futuro se puedan seguir haciendo negocios usando la plata de todos los peruanos.

El triunfo sorpresivo de PPK en el 2016 la dejó fuera de juego por algunos meses. Para su suerte, ese gobierno duró poco, apenas hasta marzo del 2018, cuando asumió Martín Vizcarra. Aunque el nuevo presidente había llegado al poder aupado por el fujimorismo, Karelim no usó sus relaciones con el partido naranja para acercarse a él. Lo hizo a través de su compadre y consultor esotérico de cabecera, el vidente Hayimy, que se había convertido en uno de los principales asesores en la sombra del presidente Vizcarra.

La disidente Karem Roca ha contado públicamente que la primera vez que contactó a Karelim fue por orden expresa de su jefe, el presidente Vizcarra. “Te va a llamar la prima de Hayimy”, recuerda que le dijo. No se sabe aún con meridiana precisión qué negocios turbios logró cerrar López en los veinte meses que duró el gobierno de Vizcarra hasta que fue vacado por el Congreso con 105 votos. Es una tarea pendiente, pero sí hay algunos hechos corroborables que demostrarían el acceso privilegiado de esta mujer a la cápsula presidencial del gobierno vizcarrista. Por lo menos una visita registrada de Karelim a Palacio de Gobierno en julio del 2018. Fue atendida por el entonces brazo derecho de Vizcarra, el asesor Iván Manchego, por orden directa del presidente y a insistencia de su poderosa secretaria general Mirian Morales.

Otro hecho es que Karelim pidió que una de sus mujeres de confianza en Breña, Lourdes Vizarreta, fuese nombrada subprefecta de Breña, su territorio de acción. O sea, logró que alguien de su confianza, además de subordinada a ella, fuese la representante política del presidente en su distrito.

Después Vizarreta se encargaría de acosar a las rivales de turno de Karelim en sus cuitas domésticas relacionadas a sus extrañas sesiones de esoterismo. Pero también se acabaron de manera abrupta los buenos tiempos del vizcarrismo para Karelim. 

En las impredecibles elecciones del año pasado, ella siguió apostando por Martín Vizcarra. Financió parte de su campaña electoral a cambio de que a su mujer de confianza, Lourdes Vizarreta, la incluyeran en la lista de candidatos al Congreso por Somos Perú, el partido que controlaban Martín Vizcarra y Daniel Salaverry. Vizarreta fue candidata al Congreso por Lima con el expectante número cuatro pero las intenciones de Karelim de tener su propia congresista se acabaron cuando el JNE retiró de carrera a Vizarreta porque no había declarado una sentencia que tenía en su contra.

Karelim conoció a Dina Boluarte durante la segunda vuelta electoral de 2021.

Llegó la primera vuelta y la sorpresa del profesor Pedro Castillo entusiasmó a esta emprendedora de la informalidad y el reparto de ganancias investigables. Mandó a Lourdes Vizarreta a ofrecer desayunos y almuerzos, que financiaba ella, a los centenares de mujeres y hombres que llegaban del interior para apoyar la candidatura del profesor de Chota. Vizarreta llegó a Dina Boluarte y con ella Karelim. Boluarte la presentó con Bruno Pacheco, el hombre de más confianza del candidato de Perú Libre. Karelim y Bruno hicieron buenas migas de inmediato, ambos hablaban el mismo idioma para hacer negocios sin importar de qué tipo.

Entonces se creó la narrativa de que ambos se conocen desde que eran jóvenes catequistas. Sin embargo, no los une la vocación de servicio cristiano, solo la ambición nada religiosa de traficar influencias del poder para engrosar sus cuentas personales, las tengan en el banco o guardadas en un baño de Palacio de Gobierno. 

Lo demás es historia conocida. Gracias al trabajo del periodismo de investigación se puso en evidencia esta trama de corrupción prematura, intensa y explosiva en el gobierno del pueblo. Puesta en evidencia la organización criminal que la Fiscalía investiga, la osada Karelim decidió negarlo todo y defenderse con abogados experimentados, mediáticos y costosos. Pero aparecieron más denuncias, los enemigos acallados por su poder y dinero asomaron la cabeza para contar los secretos que había acumulado abusando de su poder y dinero. A la sospechosa buena pro del puente Tarata III en el MTC, se sumó la también sospechosa licitación del biodiésel, y después las suntuosas fiestas organizadas para las hijas del presidente y su secretario de confianza.