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EL PAPA LEÓN XIV Y SAN AGUSTÍN

Luis Alberto Arista Montoya* El Papa león XIV profesa profundamente la filosofía y el pensamiento teológico de San Agustín

EL PAPA LEÓN XIV Y SAN AGUSTÍN



13/05/25 - 05:41

Luis Alberto Arista Montoya*

El Papa león XIV profesa profundamente la filosofía y el   pensamiento teológico de San Agustín, uno de los más notables Padres doctrinarios de la Iglesia Católica. La Orden religiosa Agustina- a la que pertenece el actual Papa-, se ha formado bajo la inspiración de la Vida/Obra de San Agustín de Hipona. Por vez primera llega un agustino a presidir el Estado del Vaticano. Un hecho histórico trascendental.

Agustín nace el año 354 D.C- muere a los 86 años el 28 de agosto del año 430 D.C. Nace en el pueblo Tagaste, región de Hipona, cerca de Cartago, perteneciente al norte del África romana. Pese a que tuvo en su niñez una buena educación  moral y religiosa  a cargo se su propia madre- una cristiana ejemplar, llamada Mónica- , a partir de los 16 años renegó del cristianismo y se adhirió al maniqueísmo, una secta dogmática que negaba la gracia de Dios, sosteniendo que solo existe entre los hombres  el bien  y el mal. Y punto. 

Al mismo tiempo el joven Agustín llevó una vida muy disipada, pecadora. Solía decir “peca pero cree más”. Fue un mujeriego empedernido, pero su madre, la religiosa  Mónica con ayuda del Obispo Ambrosio de Milán, lo catequizaron y lograron bautizarlo cuando contaba ya los 30 años . Desde entonces, cambia radicalmente de vida, deja la “almohada de la duda” y comienza su larga trayectoria filosófica/teológica de búsqueda de la Verdad (Dios). Polemiza con todos los líderes de las sectas dogmáticas, utilizando el método de investigación: racionalizar terrenalmente la Fe, y  creer con  Fe mística en la razón del hombre. “Dios está en el hombre, el hombre está en Dios”, fue uno de sus principios primeros.

Como producto de esos diálogos y polémicas escribió cerca de cincuenta libros. Pero dos de ellos son los más notables: Confesiones y La ciudad de Dios, libros de cabecera- suponemos- del joven sacerdote Robert Prevost, quien desde el seminario se identificó con el pensamiento de San Agustín de Hipona.

Las Confesiones de San Agustín inaugura en el mundo de la Letras, un nuevo género literario intimista: mediante el análisis de su propio YO, y el método de la introspección narra su lenta y dificultosa conversión al Catolicismo, donde su madre Mónica jugó un papel vital. La obra consta de 13 libros que  abarca desde su recuerdos de niñez, su lucha contra el pecado (demonio), sus polémicas contra los gentiles, su amor a Dios y Cristo, a su madre  y  a los Otros (sus prójimos, sean creyentes o no creyentes, bajo el principio de la caridad y misericordia), su búsqueda de la conciliación dialógica entre  Ciencia y Religión, y su rechazo a la soberbia de los poderosos. Todo, con el fin de  edificar una Iglesia Católica donde impere la FE. 

“¡Y os quiere hablar el hombre, alguna parte de vuestra creación: el hombre, que lleva por todas partes su mortalidad, que lleva por todas partes la marca de su pecado y el testimonio de que Vos resistís a los soberbios!” (página 9. Capítulo Primero). Con esa invocación inicia sus Confesiones San Agustín. Y cierra su magna obra suplicando: “Señor Dios, dadnos la paz – puesto que todas las cosas nos habéis dado - , la paz del descanso, la paz del sábado, la paz sin tarde . Pues ello es así que todo este orden hermosísimo de las cosas en extremo buenas, cumplidas sus medidas, ha de pasar: ha de tener, pues, mañana y tarde” (escribe San Agustín en sus Confesiones, en la página 399, capítulo 35 del Libro 13).

Palabras hoy encarnadas en la ética discursiva del Papa León XIV, el pastor caminante que invoca a cada paso por PAZ: paz duradera entre las naciones, paz permanente en nuestras relaciones sociales cotidianas. Una paz urgente, necesaria para este Perú doliente que se desangra todos los días, mañana y tarde. Perú se está tornando en una sociedad endemoniada: donde prima el mal, la muerte, la injusticia, la corrupción de toda laya.

Por otro lado, en La Ciudad de Dios San Agustín distingue la diferencia entre la ciudad terrenal (o sociedad de los malvados y de los impíos) y la ciudad celestial (o divina) donde reina la caridad, el bien, la paz, es la comunidad de los justos bajo el respeto de las leyes divinas y de las leyes civiles (que ahora se llama Estado de Derecho Democrático). 

Y depende del bueno y voluntario albedrío humano para que la tensión entre estas dos ciudades desaparezca y triunfe la Civitate Dei,  o sea la Ciudad de Dios, bajo el imperio de la Verdad y del Amor: ama a Dios sobre todas las cosas, y ama a tu prójimo como a ti mismo. De esa manera Dios nos bendice con su Gracia en forma duradera: esa es la eternidad generacional sostenible. Hoy debemos abogar por un planeta tierra no contaminado, libre del cambio climático, respetando la naturaleza en forma sostenida pensando en el bienestar de las generaciones venideras (incluidos los estudiantes del legendario Colegio San Agustín de Leymebamba)

El padre de San Agustín, llamado Patricio, fue un hombre autoritario y pagano; en cambio su bondadosa madre llamada Mónica influyó decisivamente en la vida del santo, porque desde niño recibió una educación cristiana persistente, agonizante. Es por eso que Mónica fue canonizada como Santa Mónica, que ahora tiene una capilla situada al sur  del Vaticano, donde probablemente muy pronto irá el nuevo Papa a orar. E intuimos que Robert Prevost – el primer Santo Padre Agustino peruano de la Iglesia Católica – siente en su fuero interno a Santa Mónica como su madre espiritual, y a la humilde Cruz de Motupe como su carga y encargo al mismo tiempo.

Pues, “Hoy más que nunca necesitamos de una fe desarmante pero al mismo tiempo también perseverante”, ha dicho León XIV en su primera homilía ante los Cardenales del Vaticano, la que ha sido difundida en tiempo real   al mundo entero, en momentos sombríos globales.
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EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 13 de mayo de 2025- Luis Alberto Arista Montoya.

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