19/03/25 - 05:36
Luis Alberto Arista Montoya*
¿A cinco años de la irrupción y de los estragos de la pandemia del COVID-19, los ciudadanos del mundo, especialmente los peruanos, qué hemos aprendido para cuidar nuestra salud, nuestro medio ambiente? ¿A nivel de país cuáles son los desafíos y avances? Es bueno recordar para no olvidar. Para prever hoy y a futuro.
Es probable que para la mayoría de peruanos el gran susto ya pasó, se ha retornado a la “normalidad” (que potencialmente sigue siendo anormalidad ? Ya no pasa nada “hermanito”, suelen decir.
El Covid-19 dividió la temporalidad histórica: en un antes y en un después de la pandemia. Desde el tiempo de la postpandemia - cinco años después- arguyo que casi nos hemos olvidado del tiempo/durante la pandemia, de los casi tres años que nos asedió mortalmente el virus.
Debemos recordar que un 16 de marzo el presidente Vizcarra anunciaba muy contrito el arribo del virus al Perú procedente de China, y que toda la sociedad peruana entraba en cuarentena, en confinados en nuestros domicilios; vino el uso obligatorio de mascarillas, el distanciamiento social para no contagiarse, y la militarización de las ciudades para hacer cumplir las normas dictadas desde arriba del poder.
Durante esa epidemia globalizada no hubo peor enemigo del hombre que otro hombre. El lobo del hombre fue el otro hombre. Se instauró una especie de “sociedad de la sospecha”. Nadie confiaba en nadie por miedo a ser contagio. La soledad (improductiva) acentuó los problemas de angustia existencial, tristeza y depresión (muchas enfermedades de salud mental han quedado como secuelas)
Las vacunas tardaron algo en ser descubiertas: una soterrada y oscura competencia de los grandes laboratorios del mundo se puso en marcha. Shinofarm- laboratorio estatal de China- fue la primera en sacar un prueba rápida. El presidente Vizcarra y su Comando anti-covid, cayeron en el negociado y se produjo el nefasto “Vacutagate”: más de 260 muertes se produjeron por falta de atención médica oportuna, pues el sistema de salud pública estaba (está, aún) en estado menesteroso. Ahora estas autoridades están siendo juzgadas por la Fiscalía nacional anticorrupción.
En fin, mucho se puede decir del durante el tiempo de la pandemia. Este escribidor no sufrió el mal, mi familia nuclear sí. Para paliar el dolor escribí todos los días algunas reflexiones a partir de mi testimonio familiar, y de los datos empíricos proporcionados por los medios de comunicación social y las redes sociales. Muchas de esas reflexiones fueron difundidas a través de Radio Reina de la Selva, gracias a la gentileza de mi paisano y amigo José David Reina, buscamos ser útiles sobre todo para la gente de los alejados villorrios que nos siguen oyendo.
He revisado estas reflexiones para su próxima publicación como ensayo por encargo de la Revista Tradición del Fondo Editorial de la Universidad Ricardo Palma; saldrá el próximo mes de julio, para entonces trataré de hacerlo llegar a todas las bibliotecas de los colegios de Amazonas, para que el ensayo sea leído y discutido: en tanto testimonio de que sirva para la vida de los demás, para el bien estar de lectores y auditores.
Es preocupante decirlo, pero no hay que callar: Individualmente, colectivamente y a nivel de la administración del Estado muy poco (por no decir casi nada) se han aprendido las lecciones, nuestras viejas ideas y creencias siguen imperando ( a manera de “vigencias sociales”), los usos y costumbres antihigiénicos han retornado: el agua que consumimos sigue siendo no potable, no nos lavamos ni desinfectamos las manos al llegar a casa, no respetamos las colas, nos resistimos a usar mascarilla en hospitales o lugares de aglomerados; bebemos (especialmente agua y chelas) compartiendo el mismo vaso, seguimos dándonos la mano a diestra y siniestra, etc. etc. Mientras el virus nos sigue rondando.
Los viejos hospitales no se han modernizado, el ministro de salud no tiene liderazgo ni tampoco se interesa por sus institutos de investigación; los presidentes de Essalud son cambiados a cada rato, lo mismo que los directores y gerentes de hospitales; el sector salud se ha convertido en beneficencia pública para crear más burocracia a favor de Alianza para el Progreso . Muy pocas universidades públicas y privadas han asumido el reto de financiar proyectos de investigación en salud y medio ambiente; el Estado y las grandes empresas siguen explotando vilmente la naturaleza, no hay respeto por el medio ambiente, la contaminación es galopante.
Ahora el país sufre cuatro epidemias sociales: la de la corrupción sistémica, la del narcotráfico, la del crimen organizado, y la de las economías ilegales. Afectan la seguridad ciudadana y el desarrollo económico del cuerpo de la nación peruana. Los “virus” de la extorsión y del sicariato atacan por doquier. Son muy letales: matan a pequeños comerciantes, bodegueros, a peluqueros, choferes, profesores, escolares, y bandas musicales (pronto asaltarán hoteles y hostales, ya empezaron por los centros de esparcimiento). El asesinato del cantante de la Orquesta tropical “Armonía 10” ha sido horrible y terrible: se ha convertido en punto de inflexión.
Es por eso que compartimos la propuesta de censurar al ministro del Interior, por su incapacidad y sus mentiras sobre el desborde del miasma delincuencial que está ahogando a la sociedad peruana… Sobre la economía política de la pandemia nos ocuparemos en un próximo editorial. Hasta pronto.
EDITORIAL. Para Radio Reina de La Selva. Lima 19 de marzo de 2025. Luis Alberto Arista Montoya