13/11/24 - 05:28
Luis Alberto Arista Montoya*
Cuando la selección nacional de fútbol se clasificó después de muchos años al último Mundial, los peruanos nos sentimos muy alegres, orgullosísimos. Una encuestadora hizo un sondeo a nivel nacional preguntando qué es lo que más identifica y enorgullece a los peruanos: la respuesta fue el fútbol y nuestra culinaria. La pícara/gambeta/ es el símbolo de nuestro fútbol; el ceviche/con ají, el plato símbolo de nuestra gastronomía
No cabíamos en nuestro pellejo. Hasta tal punto que si en ese año se realizaban elecciones políticas- y en el supuesto que Gareca hubiese nacido en Perú- casi seguro, de ser candidato a la presidencia, ganaba holgadamente dichas elecciones. Así somos los peruanos, muy emotivos, querendones, ante la pobreza de líderes. Felizmente Gastón Acurio nunca cayó en la trampa política, pese a que fue tentado por Acción Popular, ya que su papá fue un probo senador en la época de Fernando Belaúnde.
La identidad, ese orgullo futbolero se han ido al trasto a causa de la corrupción descubierta- por fin - en la Federación Peruana de Fútbol. La Fiscalía ha descrito a su presidente, Agustín Lozano, como el cabecilla de una organización criminal. En total, por el momento, son 22 los integrantes del club CDN (Corrupción Deportiva Nacional): once titulares con sus respectivos once suplentes titulares (entre ellos desgraciadamente destaca nuestro paisano Chuquizuta-que fue utilizado por Lozano como útil (utilero). Tremendos jugadores que jugaban en pared y de taquito entre ellos.
Pero esta corrupción tiene larga data: viene desde la época de las finuras de Delfino, luego vino el master Manuel Burga (el burgués corrupto-hoy sería un caviar ), después de mucho tiempo vino se produjo la redención de los provincianos (¡Ahora nos toca a nosotros!, ¡Ahora o nunca!) con la mafia del iqueño Oviedo que cuando viajó a Canadá (a la cana) dejó la posta a su vicepresidente, al chepenano Agustín Lozano, quien fungía de lozanía (orgullo y altivez), como nuevo rico, que vestía ropa de marca, con autos última gama, asistiendo e invitando a sus adláteres(entre ellos algunos fiscales y jueces)a restaurantes fichos, y a España y Qatar durante las clasificatorias del mundial 2022, todo pagado por la Federación. El deporte de la corrupción se internacionalizó. Con la millonaria indemnización del fallido entrenador Reinoso, es posible que haya recibido una buena tajada. Reinoso ya no necesita trabajar más.
En el Perú el poder (de toda laya) ha tenido un origen deportivo: desde el amanecer de la República una nefastas minorías (llamadas facciones) siempre han competido deslealmente, con saña y maña. La lozanía (frescura) de Lozano radicaba en las coimas que repartía a gente clave (por ejemplo, regalaba entradas y viajes para ver los partidos clasificatorios de nuestros orgullosos (pero ilusos) futbolistas-mercancía.
Lozano y su club CDN han dado un verdadero combazo a nuestra alicaída identidad peruana. Ya no creemos en nada y nadie. Esta organización criminal, según nuestro modo de ver, es todo un símbolo de la cruda realidad nacional. Creo que la corrupción en el Perú es un deporte nacional, se juega sucio en todos los ámbitos institucionales, públicos y privados.
El fútbol (y su negra administración) simboliza la estrategia, táctica y técnica de como actúan los corruptores, los que se dejan corromper, sin importarles que la gangrena avance deteriorando las relaciones sociales en todo el cuerpo de la Nación. Lozano y sus lazos es una obscena muestra de esta putrefacción. Todo un signo de la decadencia y caída de casi todos nuestros supuestos líderes.
El fútbol es una metáfora, una alegoría. Donde los 22 inculpados integraban desde hace una década un equipo con sus respectivos suplentes titulares, bajo la capitanía de su Nro. 9 (Agustín Lozano), que además de ser centro delantero era, al mismo tiempo, el hábil entrenador (que ganaba shuntos de dólares), con árbitros comprados (que pitaban silbatos de oro, quizá obsequiado por su waiky Chibolín- ¡Vaya uno a saber!); con jueces de línea (abogados) que se hacían los cojudos. como el secretario y el contador de la Federación, que no sabían restar pero sí sumar, multiplicar y dividir); todos expertos en saques de mano(mano llena), en fauls por lo bajo (nunca en forma artera, para no ser sancionados por la Conmebol ni la FiFA); con veedores internacionales cómplices (que previamente eran invitados a comer un cebichito en el barrunto o el hotel Westin); a cada rato cometían mano provocando penales (ahora les espera el Penal de Piedras Gordas, donde jugarán diariamente una pichanguita con “los pulpos”, para no aburrirse).
También era expertos en tiro libre (¿snifan cocaína?); cada uno tenía un precio(por contrato tácito); sabían defenderse formando barreras casi impenetrables (las mafias son herméticas); les gustaba patear córner(es que tenían esquina: bares fachos y fichos); pateaban con los dos pies; eran expertos en tirar cabeza (no pagaban impuestos ni deudas); parte de la hinchada estaba conformada por los directivos de los sumisos clubes provinciales, para contar con sus votos y comilonas regionales (a Lozano le encantaba el juane y la cecina chachapoyana, según Chuquizuta, el chuki de la _Videna) . Eso sí, solo les gustaba jugar en los intramuros de la Vendimia-donde todo se vende/compra o negocia); y los partidos tenían que ser trasmitidos en exclusividad por la empresa chilena Prisma (otro signo de internacionalización de la corrupción. Y los sponsors son los gerentes de las mismas empresas de fachada de los lozano-boys.
Este año 2024 Agustín Lozano debió recibir una vez más el balón de oro, pero debido a su vanidosa angurria tendrá que contentarse con el balón de trapo otorgado por la confederación del INPE (que agradezca que el balón no sea de piedra)… mientras tanto las barras bravas seguirán viendo este triste partido y cantando “tengo el orgullo de ser peruano, pero soy infeliz”…Así estamos.
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EDITORIAL: Para Radio Reina de la Selva. Lima 12 de noviembre de 2024. Luis Alberto Arista Montoya.