22/11/19 - 05:11
Luis Alberto Arista Montoya*
En discursos oficiales y oficiosos de aquÃ, allá y acullá se habla, pedantemente, en modo Bicentenario: como si al tiempo de arribar al año 2021 todas las plagas que padece nuestro Perú irán a estar solucionadas, para ingresar a una nueva era. Esto es puro placebo, un bálsamo.
Nuestro amigos médicos lo saben: placebo es una sustancia inocua, que, careciendo de alguna acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo, si este le recibe convencido de que dicha sustancia posee realmente tal acción. Pura sugestión.
Citar de la boca para afuera la celebración del Bicentenario es una forma de placebo, porque andamos sin “proyecto paÃsâ€, sin planificación y articulación, sin metas y objetivos claros, sin metodologÃa de trabajo; porque carecemos de verdaderos lÃderes y equipos de gestión: pues, entonces, prima la mentira frente a la verdad, el odio frente al amor o el respeto. Los prometedores han convertido al paÃs en una sociedad hipocondriaca, angustiada por su salud privada y por la salud pública; hipnotizada aplaude las “mejores†ofertas del mercado polÃtico.
Entonces, en lugar de mirar el futuro con entusiasmo y serenidad, la sociedad electoral y participativa cae en una apatÃa ciudadana (enfermedad crónica de la democracia), y opta por recordar con placer las celebraciones históricas del pasado lejano. El orgullo de nuestro pasado como regocijo, aunque no necesariamente bajo la idea de que “cualquier tiempo pasado fue mejorâ€. Es decir, nuestro presente fluye crispado mientras que el futuro aparece como una dimensión temporal obturada, cerrada.
Es asà como recobramos el sentido de nuestra peruanidad, conmemorando, por ejemplo, los cien años de la publicación ( en el 2018) del poemario Los Heraldos Negros de César Vallejo; y este año el centenario de la muerte del ingenioso mestizo Ricardo Palma, y del gran cuentista Abraham Valdelomar. Releerlos, revisitarlos nos reconforta en medio de tanta mediocridad, pillerÃa y temblequerÃa polÃtica.
Pedro Abraham Valdelomar Pinto (nació en la tierra del pisco, en Ica el 27 de abril de 1888; murió en Ayacucho el 2 de noviembre de 1919). Vivió a caballo entre los siglo XIX y XX como Ricardo Palma. El pasado 3 de noviembre se cumplieron cien años de la trágica y absurda muerte del escritor iqueño. Murió a causa de una caÃda fatal en sus frescos 31 años de edad, durante una gira académica como conferencista, por encargo del presidente de la república, Guillermo Billighurst, a quien asesoraba. Llegó a ser diputado regional y diplomático.
Sus cuentos se mueven dentro de un escenario vital costeño: Pisco-pueblo y Pisco-puerto (en la caleta de San Andrés especÃficamente), donde vivió toda su niñez y parte de sus juventud… Felizmente- lo decimos con cierta ironÃa- Valdelomar nunca perteneció a la F.B.I (la Federación de Borrachos Iqueños); no cayó en el provincianismo bohemio.
Ya en Lima toma contacto con los intelectuales bohemios del bar-teatro el Palais Concert. De esa época de dandy exhibicionista y contestatario es su famosa frase: “El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, el jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy yoâ€. (Es posible que comulgara con el anarquismo individualista de Max Stirner, autor de Él único y su propiedadâ€. El local del otrora Palace Concert está situado entre la esquina del jirón La Unión y la avenida Emancipación. (Actualmente funciona allà una tienda de capitales chilenos; serÃa importante que la comuna limeña lo rescate y funcione allà el Museo Abraham Valdelomar, serÃa un auténtico homenaje al autor del célebre cuento “El Caballero Carmelo†(publicado en 1913) que nuestra generación de secundaria leyera con fruición en el curso de Lecturas Literarias, curso ahora inexistente en el currÃculum de estudios, y asà nos quejamos de la falta de comprensión lectura de nuestros estudiantes.
El año 1909 Valdelomar descubre su vocación literaria a través del ejercicio del periodismo escrito y de la caricatura polÃtica, comienza a publicar versos, novelas y cuentos. Sus artÃculos de sátira polÃtica y crÃtica literaria los publica con el seudónimo “El Conde de Lemos†en el diario la Prensa; funda la revista Colónida, órgano de renovación estética en el arte peruano. En 1912 fue nombrado Director del Diario Oficial El Peruano. Entre sus cuentos más leÃdos tenemos: El Caballero Carmelo; El vuelo de los Cóndores; Los Ojos de Judas; Hebaristo, el sauce que murió de amor; El Hipocampo de oro. Hay que releer su novela La Ciudad de los TÃsicos, su ensayo “La psicologÃa del gallinazoâ€, y la biografÃa de la Mariscala (esposa del expresidente AgustÃn Gamarra, fundador del Departamento de Amazonas, un 21 de noviembre de 1832: como portón de entrada a favor de la consciencia del Oriente Amazónico)
Fue Luis Alberto Sánchez quien investigó y más estudió la vida/obra de Valdelomar (véase sus obras: Valdelomar o la bella époque, y el tomo IV de Literatura Peruana, Derrotero para una historia cultural del Perú. Las trabajó con ayuda de su asistente el Amauta Willy Pinto Gamboa, sobrino de Abraham Valdelomar, cuya madre fue hermana del padre de don Willy- asà lo tratábamos sus amigos- , quien en 1990 nos hizo conocer el pueblo de Pisco y la casa de su tÃo Abraham ubicada en Pisco-puerto, en la caleta de pescadores de San Andrés.
“El puerto de Pisco aparece en mis recuerdos como una mansÃsima aldea, cuya belleza serena y extraña acrecentaba el mar…En mi casa, mi dormitorio tenÃa una ventana que daba hacia el jardÃn cuya única vid desmedrada y raquÃtica de hojas carcomidas por el salitre serpenteaba agarrándose en los barrotes oxidados. Al despertar abrÃa yo los ojos y contemplaba tras el jardÃn, el mar. VolvÃa yo antes del mediodÃa de la escuela por la orilla cogiendo conchas, huesos de aves marinas, piedras de raro color, plumas de gaviotas y yuyos que eran cintas multicolores y transparentes como vidrios ahumados que arrojaba el marâ€, escribe Valdelomar en su hermoso cuento Los Ojos de Judas, 1914.
Para conmemorar los cien años de solidaridad de Valdelomar terminemos citando a su amigo César Vallejo, quien en su sepelio dijo: “Abraham Valdelomar ha muerto. El hombre bueno e incomprendido, el niño engreÃdo, con noble y suave engreimiento; el mozo luchador, el efebo discutido del arte, el vencedor de la muerte y del olvidoâ€.
Y cuando celebremos en este Bicentenario el desembarco en Pisco-puerto de San MartÃn y sus tropas libertadoras, seguramente en su pueblo habrán de leerse sus bellos versos marinos y libertarios. Esa será una prueba de su vigencia transhistórica.
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*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 21 de noviembre de 2019. Luis Alberto Arista Montoya.