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HASTA PRONTO TUQUITO

Pastillita para el Alma 15 – 02 – 2024 Yo no deseo hablar del Sr. Dr. don JOSÉ ANTONIO PELÁEZ BARDALES, del cual han escrito

HASTA PRONTO TUQUITO



16/02/24 - 05:52

Pastillita para el Alma 15 – 02 – 2024

Yo no deseo hablar del Sr. Dr. don JOSÉ ANTONIO PELÁEZ BARDALES, del cual han escrito y expresado infinidad de personajes nacionales e inclusive internacionales, por todos los méritos obtenidos a lo largo de su prestigiosa carrera profesional, en la cual, muy pocos llegan a ser considerados “como  uno de los 100 personajes del mundo del año 2008, según el diario “El País” de España, yo solo deseo pedir a Dios que, ponga en mi mente, las palabras más sentidas que nacen de las fibras íntimas de mi corazón y retratar, con frases humildes, lo que fue, es  y seguirá siendo, el amigo, el paisano, el Hermano, el hombre noble y virtuoso que se ganó el cariño y la admiración de todos los que se cruzaron en su camino, en lo extenso de su fructífera vida.

“Tuquito querido, respetuoso y obediente, de tus deseos, tanto aquí en la tierra, como desde arriba en el cielo y cumpliendo, siempre tu buena voluntad, me reservo en mencionar, experiencias comunes, de gran espiritualidad que, estoy seguro pronto lo conversaremos”, sin comentarios. 

El doctor José Antonio Peláez Bardales, Tuco, para sus familiares y amigos muy íntimos, con sus hechos y funciones durante su valiosa vida, es y seguirá siendo un personaje excepcional, tal como lo dicen propios y extraños, en forma amplia y precisa, sin agregar nada o resaltar hechos por todos conocidos, por esa razón, en mi modestísimo aporte, deseo comentar actos simples, casi sin importancia, que pintan, al maravilloso hombre, iluminando todas las acciones desde su niñez allá en su amada Chachapoya; al chiquillo travieso, jugando con sus amigos en la huerta de la Pacchilla o en Tajamar, detrás del mercado, corriendo y escondiéndose atrás de los shishiles, los marcos y las retamas, afilando la puntería, de su jebe con horcón o su resortera para que su “terrón” los caiga en el pecho de sus rivales del juego de guerritas; del niño que no sabía mentir, porque así le enseñaron sus padres y sus abuelos, delatando a su progenitor cuando estaba ”prófugo por político”; o al niñito audaz guiando a sus hermanitos por los altillos de las viejas casonas sin tener miedo a las arañas ni a los canchules; al niño ingresando al glorioso Colegio San Juan de la Libertad de Chachapoyas, donde destaca, sobre todo en el deporte, tanto así que, desde el tercer año de secundaria ya era titular de la selección de futbol del Colegio, yendo a jugar, inclusive en la provincia de Celendín en un campeonato inter provincial organizado por un colegio Agropecuario de Celendín con participación de las provincias de todo el norte del país, quedando como sub campeones. En el año 1979, según una de sus crónicas, defiende los colores del club de sus amores, el Higos Urco, de la Fidelísima, después de un largo trajinar, porque el presidente de la Liga, conocedor, de su talento como deportista, no lo quería inscribir, pero, después de largo batallar, logra jugar en un campeonato de la Copa Perú, como back central del Higos Urco, ganando por 2 a 1 al poderoso equipo del Nor Oriente.

Talentoso pintor paisajista. Tenía su estudio en el último piso de su casa, con cuadros y retratos antiguos en las paredes, una amplia vitrina llena de medallas y condecoraciones, con una vista maravillosa, a un parque lleno de árboles y al fondo, la presencia de un cerro, parecido a nuestro Pumaurco. Pintaba con sentimiento y con amor, reflejaba en sus cuadros la añoranza de la tierra lejana, porque al contemplarlos se siente el aroma de las flores, pencas, eucaliptos, los saucos, la paz del discurrir de las aguas del río Utcubamba o esa ventana solitaria, pegada en lo alto de la pared de una casa, camino a la Chirola, con techumbre de tejas a dos aguas y un muro de quincha con techo a media agua. La última vez que estuvo en nuestra casa, señaló un lugar de la pared de la sala y me dijo, aquí tiene que estar un cuadro mío, que ya no se cumplió.

Sus escritos costumbristas, están hechas casi con el mismo arte que manejaba sus pinceles, con el respeto y la prudencia de un hombre elegante y decente, sumamente cuidadoso de herir susceptibilidades, muy pocas veces se refiere a nombres o apellidos, salvo el caso que se trate de sus familiares y amigos íntimos. Como olvidarme de nuestro Tuco, cuando con toda su familia, en su fundo de Achamaqui, con sombrero de paja y poncho de hilo, cabalgaba su potro alazán ante el beneplácito y el aplauso de los múltiples invitados asistentes a un día campestre en las fiestas del mes de agosto coincidiendo con la celebración de la Fiesta Patronal de la Mama Asunta.

Tuco, sinceramente un amigo como muy pocas en la vida y “hombres como él, no deberían nacer, y si nacen, no deberían de morir nunca”, tal como dice el Dr. Miguel Rojas Mesía, pues son verdaderamente amigos que trascienden y brillan en el tiempo y también como toda persona, con defectos y virtudes, pero con una pureza inmaculada, en el campo sempiterno de la Amistad, que, se les reconoce, no por sus obras, cuando están presentes, sino por el legado de sus hechos, cuando están ausentes, tal como hoy día le escuché a mi hermano en su programa de radio.

Una tarde cualquiera de hace muchos años, la empleada de la casa, llega a mi biblioteca y me dice: Le busca un señor que ha entrado a la sala y viene con dos personas más y un patrullero, imagínense ustedes, cual sería mi susto, aunque haya vestido el uniforme de la Guardia Civil del Perú, pero, grande fue mi sorpresa, al encontrarme con el Dr. José Antonio Peláez Bardales, fiscal de la Nación, y me dice: He tenido un día muy aciago y vengo a tener un poco de tranquilidad contigo; nos abrazamos y estas reuniones se repetían continuamente, otras veces con paisanos, amigos y algunas veces con nuestras señoras, buscando siempre un momento de solaz, viendo un partido de futbol o escuchando el trinar de una guitarra con las canciones de nuestros amigos o cantando nuestro querido Tuco “Mujeres divinas” que fue aplaudido por señoras y señoritas de la azotea de un edificio vecino.

Como íbamos a imaginarnos, en un hombre aparentemente sano, que cargaba silenciosamente una batalla cruel con la Muerte, con la que peleó valientemente y logró al parecer vencerlo, tanto así que, en la ceremonia de la presentación de un libro hecho por él, a la memoria de su hermano Dido “Rostros y rastros de una Memoria Familiar” hizo un lindo y apasionado discurso muy aplaudido, dándose tiempo para autografiar a sus amigos y familiares, luego nos reunimos, por última vez en el Club Social Miraflores, al final de diciembre último o los primeros días de este año y luego de un mutis, en que solo intercambiamos mensajes por forma virtual, imaginándome verle  con la expresión de un hombre valiente con esos ojos, talvez marchitos de dolor, que no ignoraban que la gran sombra se aproximaba. 

Mi primo Manuelito Castro, con su tino y bondad que le caracteriza, me dio la triste noticia del fallecimiento de Tuco, noticia que me quebró totalmente, creo que estos reveces de la pena de no volver a ver físicamente a un gran amigo, casi un hermano, nos derrumba y nos carcome el alma.

Se fue nuestro querido Tuco, un personaje sin igual, de una nobleza y una humildad envidiable, caminaba en medio de la multitud mezclándose con la nada, tratando de ser desapercibido sin darse cuenta que muchos le seguíamos abrigándonos en la sombra de su ternura y de su afecto. El fue un hombre que se codeaba en las esferas más altas, con presidentes, ministros, jueces, militares, policías, magistrados, sacerdotes, nombrado y reconocido por muchas universidades del Perú y el extranjero y con su aparente seriedad, escondía al personaje sencillo y modesto que abría su corazón a sus queridos paisanos, comiendo un pedazo de murón, un biscocho, un caldito de catscachos, una taza de café endulzado con chancaca, o tomando un vaso de guarapo, sentado en un cajón o en un poyo de una cocina.

El Dr. José Antonio Peláez Bardales, deja a su adorada esposa Gilda Del Carpio, a sus hijas y nietos con la pena más grande de su viaje sin retorno y estoy seguro que nuestra Gilda, compensará la pena de su partida, con el recuerdo de todo el amor y el cariño que le deparó su Tuco en esta vida, al igual que sus hijas, sus nietos y sus hermanos y toda su familia.

Mi querido Tuco, llegó nuestro triste “Hasta Pronto”, para ti, te tocó dormir en esta tierra, ahora despiertas en la gloria de Nuestro Padre Celestial, ocupando tu columna, allá en el Oriente Eterno y desde allí seguirás brillando, pues quieras o no, tu nombre, ya está dentro de las páginas gloriosas de la Historia, porque sin quererlo, te convertiste en maestro, enseñando en tus libros y pinturas que nos dejaste; orientando, por la senda del Bien, a tus colegas y a tus amigos, sin proponértelo, y guiando con tu ejemplo y sabiduría, a las personas que te seguían, sin saberlo. 

“SEÑOR DOCTOR, DON JOSÉ ANTONIO PELÁEZ BARDALES, MI QUERIDO HERMANO TUCO, DESCANSA EN PAZ”   

Jorge REINA Noriega
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