Muchos dirán y también, nosotros mismos, cómo han pasado los años y cómo nos cambió el tiempo, sin embargo, los que hemos hecho un pequeño descanso, para contemplar y analizar la vida, en este rescoldo de nuestro largo camino, concluimos que, atizando el fuego de nuestras añejas energías, decimos, en una sola voz:

Y no es por hablar pavadas, como dicen los argentinos, pero, nuestro vestido de pellejo viejo, arrugado y marchito, guarda el “alma joven” de esos muchachos que, hace escasos SESENTA AÑOS, tuvieron la dicha de recibir sus títulos de MEDICO CIRUJANO, de nuestra inolvidable alma mater, la FACULTAD DE MEDICINA DE SAN FERNADO, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y respirar desafiantes un futuro incierto, pero, con la firme convicción de que todo nuestro esfuerzo y sacrificio, desvelos e incertidumbres, tenía que verse coronado con éxito, como fruto de nuestro trabajo tesonero y honesto.

Ha quedado atrás, casi a la vuelta de la esquina, nuestros sueños de médicos bisoños, los apuros de enfrentarnos al futuro, de volar al extranjero, como aves en busca de nuevos horizontes o de quedarnos en nuestro país, bajo la sombra del cariño de familiares y amigos, sin tener que arriesgar nuevos retos, como el idioma o nuevos estilos de vida. Grandes ellos, los que se fueron, triunfadores en otros aires y siempre presentes en nuestros avatares y preocupaciones.

Ahora, casi todos jubilados de nuestras carreras públicas y uno que otro, valiente, con fuerza y vigor, todavía enfrentándose al stress de personas enfermas, ya no como fuente de ingreso, sino con la intención de no sentirse, como mueble viejo, que incomoda y estorba, sino llenos de amor, con la alegría de vivir, en la comodidad de nuestros hogares, entretenidos y aferrados al vaivén de las comunicaciones virtuales, deseando y recibiendo parabienes a montones, como signos evidentes de los remitentes, de gozar de una buena salud y de la tranquilidad de un bienestar, sin preocupaciones, alentando, con frases elocuentes y oraciones piadosas, salidas del corazón, para consuelo de aquellos hermanos, golpeados por las adversidades y enfermedades.

Se fueron, sesenta años, hermanos de nuestra Promoción San Fernando 1964, ahora sentados en paz, a la vera del camino, unámonos en oración, para agradecer a Dios, por todo lo que hemos recibido de su gran benevolencia y en el preludio del silencio de la muerte que, ya se anuncia, digamos, con gran unción y devoción: