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RESILIENCIA O KINTSUGUI

Pastillita para el Alma 08 – 10 – 2024 Cuando las tardes se hacen largas y ya no hay los apuros de los años mozos,

RESILIENCIA O KINTSUGUI



10/10/24 - 04:09

Pastillita para el Alma 08 – 10 – 2024

Cuando las tardes se hacen largas y ya no hay los apuros de los años mozos, almorzando de prisa para irse al consultorio o entrar a sala de operaciones, con una operación programada, cuando ya inclusive las siestas se vuelven tediosas, solo nos queda la dicha de escuchar música instrumental romántica, sentarse cómodamente en su biblioteca, con  una buen termo de café caliente bien cargado, sin azúcar ni edulcorantes, abrir nuestra inseparable computadora y encontrar algo fascinante que nos llena de contento y comprendemos, no es que, nos sobra el tiempo, sino tal vez no sabemos utilizarlo, sacando el máximo de provecho, en esta época de tantos adelantos y están al alcance de nuestras manos y a veces, más todavía, cuando tienes la decepción de esa persona, al parecer, era un nuevo amigo, el cual se torna frio, apático, indolente, sin tener en cuenta que te jugaste por él, en otras palabras se vuelve “togao, prosa, detalloso y mentecato” y solo nos queda ir a llorar a la playa, como decimos en nuestra tierra.

Comencé a escuchar el tema KINTSUGUI a Yokoy Kenji, un conferencista nacido en Colombia, de mediana edad, de padre japonés y madre colombiana, cuando empezó su charla, refiere que cuando era niño, su padre solo hablaba japonés y su madre solo castellano, por lo que, en forma sistemática y obligada, aprendió muy difícilmente los dos idiomas, dominando el idioma latinoamericano. Cuenta él, que la ventaja observada en sus padres, era que sus discusiones eran cortas y muy breves, nunca duraban toda la noche, como lo pasa ahora, con su esposa.

El kintsugui es un vocablo japonés, el cual en nuestro idioma, se llamaría Resiliencia, inició su charla contando una anécdota de dos sirvientes del sol naciente, que mientras servían el té para su soberano a uno de ellos se le cayo la tacita muy especial y preferida por su amo, la cual al ser observada, estaba seguro le costaría su vida, pero, su amigo, un verdadero amigo, le dijo: “No te preocupes, recoge los pedacitos de loza y vamos a pegarlos con una resina, lo cubrimos con polvo de oro y ten la certeza que va a quedar una belleza y será la alegría de tu amo” y así resultó. El kintsugui, es un vocablo japonés que proviene de dos raíces, “Kin significa oro y tsugui, reparación”.

En nuestro idioma kintsugui sería igual a Resiliencia, o sea la capacidad de adaptarse o recuperarse de una dificultad, de un problema, de una situación de estrés extrema, no solamente que ocurre en forma individual sino a toda una comunidad; es enfrentarse a los problemas y buscar una solución para resolverlos, no dejarse dominar por el miedo o por las suposiciones de lo que puede pasar y vivir con el trauma mortificante siempre, sin buscar una cura para lo irremediable, darse a la pena y dejarse abatir por la depresión, recordando a cada instante lo que ya pasó y sufriendo lo indecible y haciendo sufrir a los que les rodean, víctimas del trabajo deshonesto de algunos profesionales de salud mental, los cuales les cargan de medicinas y a la larga van dañando otros órganos de su economía humana. Es cierto los problemas y las dificultades duelen no solo en el cuerpo sino también en el alma; nos duele cuando perdemos a un ser querido y lo expresamos llevando luto, un vestido negro, una flor blanca en el ojal, flores en las tumbas, una velita misionera tintineante, mostrando nuestro dolor deseando compasión, lástima, El dolor y la pena no se comparte, en cambio, para deleite de otros, se riega y distribuye el amor y la alegría, eso es resiliencia, eso es valentía, eso es saber sacudirse, de lo que a uno lo atormenta y lo destruye interiormente.

Pienso, cuánto dolor y cólera de los hacendados a los que les quitaron sus haciendas y sus tierras, en una época, de la cual no deseo recordar, época nefasta que, les arrebataron propiedades descaradamente; pertenencias extensas y productivas, fruto de su trabajo honesto y no mal habido, despojo de sus sembríos, de su ganado, de sus tractores, de sus herramientas de labranza, dejándoles, a muchos de ellos en la pobreza extrema y solo con el único fin de recibir aplausos y vítores o quizás, individuos resentidos, mal empoderados, con leyes apresuradas y mal concebidas, dando rienda suelta, una forma de venganza y agresión, a personas envidiadas por su fortuna y posición social y consiguiendo destruir a la larga, la economía del país, porque se las entregaron a gente sin preparación que no supo conservarlas y mantener, cuando menos su producción. Admirables estos personajes, supieron reencontrarse y lograron superar dicho trauma, casi igual, pero con orígenes diferentes, como la gente de Hiroshima y Nakasaki y el pueblo japonés en general que, logró recuperarse de su hecatombe, con bastante voluntad y valentía, trabajo y disciplina, dignidad y moral alta (quizás guardando internamente el rencor y la pena) convirtiéndose, en un pueblo poderoso y una potencia mundial, económicamente. 

Si ellos, el pueblo del sol naciente, lo hicieron, superando una gran catástrofe mundial, ¿Por qué no, nosotros? si sabemos, también, cuando el dolor labra el alma y nos hemos recuperado de problemas bélicos, de destrucción de nuestro imperio incaico, de terremotos, de epidemias, de terrorismo y otras lacras sociales, que nos golpearon e inclusive siguen golpeando. Tengo confianza y estoy seguro que mucha de nuestra gente, los cuales, en estos últimos tiempos, han sufrido los estragos de los incendios, mañana más tarde, volverán a ver florecer nuevamente sus tierras y crecerán y florecerán nuevos árboles, porque Dios así lo quiere, volverá a renacer nuestra fauna y otra vez entre los romeros, los limoneros, los pajuros, los cafetales, los tayos y los saucos, revolotearán los zorzales, los gorriones, las perdices, los quintes, las golondrinas, las torcazas y los guanchacos, las águilas y los halcones, nuevamente las aves del cielo, colgarán sus nidos de las ramas y aparecerán los polluelos y los venados, las vizcachas y los conejos, correrán entre las madre selvas, los matorrales y madrigueras y reinará la resiliencia de la comunidad, el kintsugui de los peruanos, entre la gente valerosa de nuestros pueblos que, enfrentan y vencen las dificultades y no saben de derrotas apabullantes y desastrosas. Otra vez brillará el sol de la esperanza, la lluvia caerá y aumentarán su caudal los ríos y los arroyuelos, la vida volverá, con más fuerza y vigor, con el favor y la bendición de Nuestro Señor y Padre Celestial, en esta tierra hermosa que se llama PERÚ.

Jorge REINA Noriega
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