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ENTIERRO O CREMACIÓN

Pastillita para el Alma 22 – 09 – 2024 Mi primo, quien me autoriza mencionar su nombre,

ENTIERRO O CREMACIÓN



26/09/24 - 04:28

Pastillita para el Alma 22 – 09 – 2024

Mi primo, quien me autoriza mencionar su nombre, pero por prudencia y respeto, me reservo hacerlo es, uno más, de los excelentes cirujanos dentistas de nuestra tierra, gozando de buena salud, con una memoria envidiable y alegría irradiante, me cuenta, entre una de sus tantas anécdotas de estudiante que, en el primer año de Facultad, cuando el Dr. Don Ángel Ocampo, era decano de la Facultad de Odontología de San Marcos, les pedían entre uno y dos cráneos, con los 32 dientes en los dos maxilares, misión casi imposible de conseguir, más si eras “provinciano, vivías por el barrio de la Laguna y la única afición que tenías, era tocar un acordeón a botones, que su padre, compró a unos gitanos viajeros que pasaban por Leymebamba por 40 soles de nueve décimos”, refiere mi primo que, “con ese acordeón su padre hacía las fiestas para que se diviertan sus amigos en su tierra natal y, un día cuando se iba a tocar en una fiesta de la hacienda San Cristóbal, se cayó el acordeón del anca de la mula, razón por la cual lo dejó y abandonó en la sala de su casa y por afición y entretenimiento, aprendió a tocar y cuando llegó a estudiar al colegio San Juan de Chachapoyas, en las noches, salía a dar serenatas, por el barrio de Higos Urco y por la calle del Venado, con un amigo de apellido Puerta, guitarrista famoso y su compañero de estudios Carrillo, gozando del café y de los juanes invitados, las veces que les permitían entrar a la casa, hasta que se dio cuenta que en su libreta de calificaciones tuvo tres rojos, por lo cual abandonó la música”, pero, volviendo al tema y ante mi pregunta como conseguía los cráneos, tomando aire, y con más entusiasmo relata que de estudiante vivía en la avenida Los Incas, cerca al Cementerio, en casa de un tío que era Guardia Civil quien le contó que, “cada 15 días los empleados del cementerio, sacan de los nichos los cadáveres de aquellos nichos deudores y después de revisar, si no tenían muelas de oro, lo llevaban a la fosa común o los quemaban y de esa manera, valiéndose de la amistad de los panteoneros y a cambio de panes, cemitas, biscochos y algunas botellas de aguardiente que lo mandaban en encomiendas, lo regalaban los cráneos que, muy de mañana, los llevaba en un costal a su domicilio, donde empezó a preparar y negociar, previa limpieza, desinfección con formol, colocación de resortes para la mandíbula y una buena charolada, vendiendo a sus compañeros a 100 soles cada uno, con lo cual hizo un regular capital, lo que aumentó con la venta de diferentes huesos a los estudiantes de San Fernando.

Realmente los huesos, son parte de nuestro esqueleto humano, una mezcla de parte orgánica del 30%, constituido, principalmente, por el colágeno, el cual hace que los huesos tengan cierta flexibilidad, sean resistentes a la tracción, favorezcan la contracción y la hidratación de la matriz ósea y otra parte inorgánica, que constituye el 70 % de su composición de fosfato y carbonato  de calcio, además de magnesio, sodio, potasio y manganeso que forman la estructura mineral de los huesos que, en los recién nacidos son 270 huesitos, los cuales van fusionándose a través del tiempo y ya en la persona adulta suman 206…. Los huesos para desintegrarse totalmente y convertirse en polvo de la tierra, pasan muchísimos años, algunos hasta siglos y otros hasta miles de años, (cuando se vuelven fósiles), dependiendo de varios factores, como la sequedad, humedad, la composición química del suelo, de las bacterias y microorganismos en general. Con relación a las partes blandas de un cadáver, su descomposición, empieza a los 10 o 15 días, por la presencia de las bacterias que nos acompañan toda la vida, especialmente de la flora intestinal que dentro de nuestros intestinos, constituyen, la microbiota y que en cada individuo son más de 30 mil millones de micro organismos, mayor que la población del mundo entero, además a esto se suma la presencia o ausencia de oxígeno, la humedad o sequedad del lugar donde es depositado el cadáver, pero, al término de 7 años, las partes blandas desaparecen casi del todo, tardando, talvez un poco más, por la desintegración completa de los cartílagos y ligamentos de las articulaciones. 

O sea, para convertirnos en polvo y volver a ser polvo de la tierra, lugar de donde procedemos, pasa mucho tiempo.

Por nuestra formación y cultura en general, el entierro de los cadáveres, es la forma más común y tradicional, casi en la mayoría de los pueblos del mundo, ceremonia, que inclusive va acompañada de una serie de ritos y costumbres ancestrales, que en el caso de nuestro pueblo, también hay muchas cosas que han desaparecido, porque ya no se observa el farolito en la puerta de la casa del difunto, han desaparecido las señoras que llanteaban y entre lloro y lloro, referían algunas anécdotas del difunto, las señoras todas iban con vestidos negros y mantones cubriéndoles casi todo el rostro, los cuadros y las fotografías de la sala desaparecían o se cubrían con una tela negra, al fondo de la sala estaba la capilla ardiente, con el féretro y cuatro velas grandes de Castilla en candeleros de bronce en los 4 extremos, las coronas con flores de papel cometa y algunas que otros ramos de azucenas de Taquia. Los hombres generalmente en los corredores, fumando y contando chistes y anécdotas del difunto esperando que, a determinada hora, para alejarse a un rincón del patio y “algunos” empezar a chacchar coca y tomar sus copitas de aguardiente, hasta que amanezca y tomar su caldo de gallina. El velorio duraba 3 días y con una misa de cuerpo presente, en alguna de las iglesias y en hombros, de los parientes y amistades, se procedía a llevar el cadáver hacia el cementerio, donde, desde muy de mañana, los enterradores habían cavado la tumba de más o menos 1.80 a 2 metros de profundidad y a veces encontraban huesos de difuntos antiguos. El cajón del muerto descendía al fondo del sepulcro, ayudado por sogas y cuidado de los panteoneros, enseguida se tapaba con tierra, y de rato en rato se apelmazaba la tierra, golpeando con un mazo de madera y conteniendo piedras y cemento, momento en que los dolientes abandonaban el campo santo.

Ahora en la actualidad, hay un gran porcentaje de la población, que decide que los restos de sus familiares sean incinerados o cremados, en establecimientos especiales, llamados crematorios, en el que el cadáver es metido a un horno donde la temperatura es de 1.600 grados Celsius, en el cual a cabo de tres a cuatro horas, nuestros huesos se convertirán en polvo o cenizas y el ser humano, cumplirá lo que está escrito en la Biblia en el Libro del Génesis capítulo 3:19 “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que, vuelvas a la tierra, porque de allá fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás” Definitivamente los judíos no aceptan este trato con sus difuntos y hay otras religiones que usan otros procedimientos con sus difuntos. En nuestra Religión Católica y Cristiana, no hay una disposición terminante de oposición y aceptación. Muchos opinan que la muerte es solo un paso más allá de nuestro destino final, paso en el cual el hombre encontrará su purificación y su liberación. Algunos cristianos se oponen a la cremación, porque en el contexto de la Resurrección, “sus cenizas estarán regadas en la faz de la tierra”, y va a ser difícil de juntar sus restos, como, si Dios no tendría la potestad de restaurar y transformar, incluso más allá de lo que los humanos podemos comprender. Dios tiene el poder infinito y no está inmerso ni en las costumbres, ritos, ni leyes humanas, tal como se considera en 1 Tesalonicenses 4:14 “Si creemos que Cristo murió y resucitó, así también traerá Dios, con Jesús, a los que durmieron en él”. 

Los muertos en Cristo, resucitarán, independiente de su estado físico anterior en que dejaron de existir en este mundo, así sean cremados, desaparecidos, mutilados o ahora último con el proceso de la Promessión, en el cual ya no se usa el calor del fuego, sino procedimientos químicos y frío que conducen a los mismos resultados de convertirnos en polvo y cenizas, evitando de esa manera que nuestras osamentas sean profanadas, como antaño.

Bueno, muchos de los que me conocen y saben la gran alforja de “juventud acumulada, o sea el shunto de años encima” que cargo sobre mis adoloridas espaldas, opinarán, este viejo, ya se está despidiendo y se preocupa, porque se le aproxima la parca. La verdad, la verdad, eso, es cierto, aunque digan que, pasando el umbral de la puerta, hay un lugar más bello, hermoso, tranquilo y lleno de paz y alegría sin fin, en el otro mundo, pero, YO, con mayúsculas, si tengo MIEDO a morirme, porque el tiempo que, me señaló Dios en esta tierra, no es que fue escaso o me faltó, lo que sucede, es que, lo desperdicié y no usé adecuadamente, a plenitud y voy a dejar muchas cosas sin terminar. Estoy casi encabezando la fila y me siguen muchos en la “cola” y cumpliendo con la norma de toda mi vida y la educación recibida en mi casa, soy dadivoso y generoso y  a los que vienen detrás de mí, les cedo el “paso”, porque para encontrarme con la muerte, soy medio “puite”, me da horror su aspecto, su capa negra, su sombrerito de bruja, su cuerpo enflaquecido, sus manos frías y huesudas, su boca sin dientes y su guadaña afilada y curvada, además, enterrarme en el suelo, me da pánico por los gusanos y cucarachas y si uno está en un nicho, así sea de mármol y esté alumbrado, con velitas misioneras o su candilcito, el sitio debe ser tétrico y estrecho, “para estirarse” y los que están al costado, harán bulla y no dejarán descansar en paz,…  ahora, si me ponen en una tumba con su jardincito, su rejita negra y su placa grandota, que diga “tus seres queridos te extrañamos mucho y todos los días rogamos por ti”, vayan a otra parte con ese cuento y que ni vengan con flores los domingos, con azucenas, ramos de flores y vestido negro, porque a mi no me van a engañar, porque ¡¡¡Los conozco mosquitos!!!, además, en los cementerios, hay mucho silencio y corre bastante viento y debe hacer mucho frio y los que te ponen como vecinos son desconocidos, salvo el caso seas un “fresca leche”, como uno, muy conocido, que, anticipadamente separó su tumba gratuita y con la mayor frescura, a su costadito, reservó también la de su esposa y eso, en un pabellón para muertos exclusivos.

Ahora, en estos últimos tiempos, con la cremación o la incineración de los cadáveres, las cenizas de los restos mortales, se guardan en los Columbarios, unos lugares muy especiales de las iglesias, en pequeñas cavidades hechas de cemento o de madera, colocadas en paneles personales, apilados unos junto y encima de otros, en sitios distinguidos y refinados, con nombres discretos, sin ramos de flores, ni velitas ni estampitas, donde los deudos visitan, con mucha pulcritud y respeto, los restos de sus seres queridos, los cuales, han vuelto a ser polvo de la tierra y regresarán a su encuentro con Dios, resucitando en la Segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo, tal como así nos prometió Él y consta en los Evangelios.

Jorge REINA Noriega
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