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Pastillita para el Alma 01 – 11 – 17
Claro, definitivamente, muy pocos quedamos de los años del 20, 30, 40, 50 del siglo pasado y especialmente, los más jóvenes, no tienen ni idea de lo que fue nuestra plaza de armas de ese entonces.
La plaza era un lugar tranquilo, con sus chorros de agua en las esquinas, su pileta de bronce, majestuosa en la parte central, rodeada de rosales de diferente color, variedad de geranios, de lirios, azucenas, claveles, circundada por una reja de fierro, tenÃa jardines, con pequeños arbustos y grama natural humedecida con la escarcha matutina, con el concierto del canto de jilgueros, santa Rositas, pichuchos, guanchacos y golondrinas que revoloteaban alegres en el cielo de nuestra plaza, dando la apariencia del paraÃso terrenal en el amanecer, cuando el sol despuntaba esplendoroso y en el anochecer se ocultaba temeroso en una mezcla de oro y de un azul añil entre las nubes blancas como copos de algodón que nunca olvidaremos.
En el archivo fotográfico del paisano Wenceslao Cabañas se observan en las 4 esquinas de los jardines unos leones de mármol, colocados cuando fue alcalde el Dr. Humberto Arce Burga y según escuché en algunas personas, que no puedo identificarlas, desaparecieron en el terremoto de 1928 y son los que se encuentran en el palacio de justicia de Lima.
La iglesia catedral señorial, con el mismo frontis que ahora se muestra, estaba rodeado de rejas de fierro que limitaban hermosos jardines. En la torre izquierda, estaba el campanario, con una campana de bronce fundido con oro, más pequeño e igual a la MarÃa Angola de la catedral del Cuzco. La torre del lado derecho tenÃa un reloj circular, con un diámetro de 1 metro aproximadamente, que competÃa dando la hora con los 4 relojes cuadrados en la torre situada encima de la entrada principal de la municipalidad, entre los jirones Bongará (hoy Ortiz Arrieta) y Amazonas. Trataremos de buscar la campana y los relojes a que ciudad han ido a parar como suvenir, porque es muy difÃcil que se hayan destruido en el terremoto de 1968.
Las pistas de ahora, en esos años eran de piedras calizas, color plomo, de diferentes tamaño y con surcos blancos, en los que muchas veces descubrÃamos caras de personas y animales. Al medio de la calle, habÃa un canal que recogÃa los desagües, que venÃan por troneras de las casas que circundaban la plaza.
Las viviendas, tenÃan portadas tipo iglesia, de dos hojas, con eslabones de bronce y bisagras de fierro fundido, paredes blancas, pintadas con la tierra extraÃda del cerro del Blanco por el Pancho upa, un hombrecito de mediana estatura, gordo con pantalón de dril negro, camisa de tocuyo, con su chaleco de lana, que las más de las veces estaba entradito en tragos y como pintor de brocha gorda, lo hacÃa con pellejo de oveja, con una escalera de maguey, amarrado con guanchiles.
Las casas, algunas de un piso, con techo de tejas del Molino, con sus canales de maguey, por donde pasaba el agua de lluvia y caÃa como chorro, que se recogÃan en el interior de las viviendas en bateas de madera de Levanto o en tinajas de barro de Huancas. En los balcones de las viviendas, muchos de los cuales se conservan hasta la actualidad, habÃa ventanas cubiertas con cortinas tejidas con palito de crochet y que siempre cubrÃan regias salas con piso de petates o algunas con entablado amachimbrado y sillas, sillones y mecedoras de Viena con esterillas, escupideras de loza y sombrereras de ébano, que venÃan del Brasil.
TodavÃa tiene que quedar en las paredes de esas viviendas el recuerdo de muchos personajes que permanecen en nuestros recuerdos y siguen vivos en las personas de sus descendientes que continúan, haciendo el esfuerzo, para que no desaparezca la historia de sus ancestros.
Nuestra plaza de armas era el escenario de todos los actos cÃvicos, los desfiles de 28 de Julio, con la misa del Tedeum, con los magistrados con fracs y sombreros de tarro, lo mismo que el señor prefecto y el alcalde, los policÃas con traje de gala, con capa, guantes y espadas, los caballeros con traje negro y chaleco, muchos de ellos con sombrero, bastón y escarpines, las damas con sus mejores atuendos, muchas de ellas con peinetas españolas, abrigos, chales y misal de nácar.
Los dÃas domingos para la misa de 10 de la mañana, la plaza cobraba vida y era la vitrina de la ciudad, en que los jóvenes miraban extasiados a las lindas damitas, muchas de ellas que durante la semana pasaban enclaustradas. Los muchachos jugábamos el Melo, bolitas de cristal, choloques, trompos y la pega, corriendo por toda la plaza y teniendo el quiosco frente a la catedral como lugar de reclusión, el que también servÃa, en las noches de los sábados, para las retretas que congregaba a casi toda la población. Después del 50 a las 7 de la noche por los parlantes del Cine Teatro Central, se escuchaban los mejores discos de boleros, valses, guarachas, mambos que antecedÃan a la melodÃa de Amanecer Andino, con lo que se anunciaba el comienzo de la función de cine.
En el jirón Amazonas frente a la plaza, después de la catedral, estaba la Escuela Fiscal de Mujeres con su directora Anita Picón y sus profesoras Blanquita Tenorio, Hildita Zubiate, Clarita Ampuero, seguÃa la casa de doña Melchora Angulo, famosa por sus cemitas, biscochos y bizcochuelos en moldes de papel periódico, unidos con espinas de ancocasha, después estaba la casa de don Fidel Ampuero casado con doña Isabel Rojas y en cuyos balcones lucÃan su belleza sus hermosas hijas. En la tienda de la esquina estaba el local comercial de don Milenko Vojvodick y don Rubén Amiel, que después fue de don Manuel Muñoz Chacón casado con la señorita Carmelita Ampuero, hija de don Fidel. Don Manuel Muñoz Chacón, su hermana Juana Inés, junto con mi padre, don José David Reina Rojas impulsaron la fiesta de la Virgen de Asunta, que lo habÃa devuelto la salud a Juana Inés y ahora es una fiesta de carácter nacional que trae a muchos paisanos de diferentes lugares del paÃs y del extranjero… Continuará…
Jorge REINA Noriega
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