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AMOR DEL BUENO

Pastillita para el Alma 15 – 04 – 19 Las 11 de la mañana, un parque con abundantes árboles, la luz del sol que ya no quema, pero calienta, aire que no se decide entre tibio y frío. Alguna que otra persona que pasea sus perros, palomas de Castilla y las que más abundan

AMOR  DEL BUENO



15/04/19 - 06:33

Pastillita para el Alma 15 – 04 – 19

Las 11 de la mañana, un parque con abundantes árboles, la luz del sol que ya no quema, pero calienta, aire que no se decide entre tibio y frío. Alguna que otra persona que pasea sus perros, palomas de Castilla y las que más abundan, marrones con buche plomizo y uno que otro jilguero o canario como el color del agauymanto; jóvenes enamorados agarrados de la mano, que entrecruzan miradas y se cuchichean a los oídos. Al centro del parque la imagen de la Virgen María, en una urna con paredes de vidrios, colocada sobre una plataforma de cemento decorada y alrededor de la imagen, varias personas con sombreros de paja, en sillas de ruedas, cada uno de ellas con señoritas uniformadas que las cuidan, vestidas con delantales blancos y blusas azules. 

Sinceramente esto no tendría nada de espectacular o que llame la atención, porque son escenas que se ven a diario en las zonas residenciales de la gran Lima.

Sin embargo, para los que todavía gozamos de la misericordia de Dios, tal vez con la misma edad o más de los de aquellos, que ahora llaman mi atención y mientras leo El Homo Sapiens, me quedo sorprendido, por la atención muy especial, que recibe uno de los ancianitos, por una señora, también de edad avanzada, que le prodiga un especial cuidado, muy por fuera de lo común.

Si bien es cierto que la comunicación entre los seres vivos, es una de las características fundamentales del ser humano, no deja de ser verdad también, que es el chismorreo y la curiosidad, lo que más nos identifica como personas pensantes y más si somos de la otra orilla del rio Marañón, como yo, así es que ni corto ni perezoso, me acerqué para invitarles un “café” y ante la sorpresa de ellos, saco caramelos de café que siempre llevo en mis bolsillos, y que en algunas otras oportunidades, con otras personas, me ha dado muy buenos resultados y empiezo una charla, identificándome como personal de salud y para entrar más en confianza, les cuento que soy de Amazonas y estoy en mi juventud acumulada de dos veces 40 años. El grupo está compuesto de 8 pacientes de ambos sexos, cada uno con su acompañante, con excepción de una señora de 86 años, que conversa alegremente y es la que atiende al señor que sentado en una silla de ruedas, está con el cuerpo encorvado, no alza la vista, tiene movimientos involuntarios en los brazos y piernas.

De todos ellos, solo dos son peruanos de apellidos rimbombantes y los otros extranjeros de diferentes nacionalidades. El mayor tiene 94 años y es el motivo de mi curiosidad, pregunto a la señorita que le cuida y me informa de su edad, además que tiene enfermedad de Parkinson y Alzheimer. De repente, la señora de los mimos y objeto de mi fisgoneo, se acerca y amablemente me ofrece una galleta para “acompañar el cafecito”. Sonreímos y me disculpo y le cuento el motivo de mi acercamiento. Ella tiene 86 años, es una dama elegantemente  vestida, blanca, de ojos claros, con su halo senil, de reacciones rápidas y conversación algo  locuaz. Me cuenta que el señor es su esposo, que fue el “único amor de su vida”, que llevan 64 años de casados. Tuvieron tres hijos, de dos embarazos. De su embarazo gemelar, solo quedó uno, pero que el mayor de sus hijos vive en el extranjero y que el segundo, no se da tiempo para visitarlos, por el problema de carácter de su hija política. Cuenta que para ella fue muy duro separarse de su esposo, pero al final ya no podía atenderle porque era muy complicado para ella sola y con el dolor de su corazón ha tenido que internarlo en una casa de reposo para recibir mejor atención. Manifiesta que tiene una pensión del Gobierno, porque su esposo trabajaba haciendo uniformes y gorras de militares, además de la ayuda que le dan sus hijos y que ella todavía se agencia de dinero tejiendo chompas y confeccionando blusas bordadas para damas.

Mientras ella conversa, no deja de agarrarle con mucho cariño las manos de su esposo, darle caricias en la cara y pedacitos de galletas que le pone en la boca. Al parecer, él es indiferente a todo, aunque quien puede meterse en el alma de un cuerpo muerto, que permanece entre los vivos, por las cosas objetivas que solo aprecian nuestros ojos y no ven lo que esconde su interior. 

Esta mujer, de la cual no deseo saber su nombre, seguro es consciente que su esposo no percibe sus caricias, ni las muestras de amor que ella le prodiga, o, es que quizás, el viejo, que aparentemente no siente, en esa mirada perdida, que “mira la tierra que lo llama” o quién sabe, sus oídos escuchan la voz de Dios, que lo consuela y le hace vivir como ejemplo, para los que teniendo vivo el cuerpo, tenemos el alma muerta de sentimientos de un verdadero cariño, de ese amor del bueno, libre de intereses, libre de egoísmos, libre de demostraciones para los que nos ven y nos juzgan y nos muestran  como buenos, ante una sociedad cruel, que lo único que busca es el bien personal, el engaño y la mentira disfrazada, sin importar la desgracia de los que nos rodean, aún, si ellos tengan tus mismos genes y cromosomas.

Alguien podrá juzgar diferente a esta señora, que camina 4 kilómetros cada dos días, porque así orgullosamente dice, para venir a ver “al único amor de su vida”, visitarle, aunque él no se dé cuenta de su presencia, pero ella si es sensata que sus más de 140 millones de neuronas que guarda en su cerebro envejecido, es el depósito de sus recuerdos, el joyel escondido en un  rinconcito del alma, es la lucecita que tintinea en un corazón que sigue enamorado a pesar de sus años viejos.

Muchos somos incrédulos a los verdaderos sentimientos. Mentimos cuando se afirma que no existe el primer amor o la persona más amada en el lado sentimental. Añoramos lo que no pudo ser y afirmamos que no vale, lo que generalmente dicen: “Que en el más allá nos volveremos a encontrar y entonces podrá ser”. ¡¡¡Tremenda falacia!!! En el verdadero y único amor, no existe un ayer ni un futuro, solo existe el “presente”, porque ese presente, que fue ayer, jamás envejece y nunca desaparece…, siempre está vigente y nunca se acaba y solo basta una mirada, una palabra, un apretón de manos, para que la llama de ese sentimiento inextinguible, vuelva a brillar, con más fuerza y con más vigor irrenunciable.
 
Por eso yo entiendo el Amor real de esta ancianita de cuerpo, encorvado y envejecido, pero de espíritu joven y obstinado.

¿Acaso alguien puede dudar, qué la mejor creación de Bondad de Dios, solamente por el simple hecho de tener el Derecho de ser Madre, es la Mujer?

Yo soy hombre, hombre de los buenos, hombre con “M” con “m” de macho, que admiro inconmensurablemente a la MUJER, que creo en su bondad infinita, en su piedad, en su sana y máxima humanidad y en el amor de mi madrecita Rosita Mercedes, que vive en los cielos, rindo pleitesía y veneración, a las mujeres del mundo y sin pecar de irreverente, pidiendo perdón a los que me juzguen de  exagerado o blasfemo, me atrevo a opinar que estoy de acuerdo con el Evangelio según San Mateo 19:16-17, cuando “el joven rico le dice “Maestro bueno”, Jesús responde: “¿Por qué me llamas bueno?. Nadie es bueno, sino Dios.” (Reina – Valera 1995). Talvez, así respondió, porque Nuestro Señor Jesús, habitó en el cuerpo de un  hombre, y la materia prima con que fue hecho el hombre es de barro, en cambio la mujer, fue creada de materia viva, cuyo sustento orgánico ya estaba impregnado con el Espíritu de Bondad de Dios. 

*La mujer es la verdadera presencia del Amor de Dios en la Tierra*. 

Amor del bueno, amor real, sin hipocresías
Amor eterno, sin límites, con penas y alegrías
Amor que perdura, que alivia dolores y los calma
Amor de madre, que velas mis sueños y llenas mi alma.

Jorge REINA Noriega
*AYÚDAME A AYUDAR*
jorgereinan@gmail.com

FELIZ DÍA MADRESITA

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