29/01/24 - 08:23
Pastillita para el Alma 29 – 01 – 2024
No tengo en mi memoria la fecha exacta en que nos conocimos, tampoco tengo informes desde cuando estuviste viviendo en nuestro Chachapoyas, pero, sé perfectamente todo el Bien que has hecho en nuestra tierra y como es que todo el pueblo que te conoció, ahora, lloramos tu partida, en tu viaje sin despedida.
Madre KATY PIEDEHIERRO BARROSO, llegaste como un angelito desde la otra orilla del ancho mar, viniste a nuestra tierra, la fidelÃsima ciudad de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas, dejaste reposar tus alitas y te asentaste, con tu dulzura infinita, tu alegrÃa desbordante y tu inacabable Amor a Cristo, en un pueblo tranquilo y noble a la sombra del Pumaurco, que desde el primer momento, te acogió con los brazos abiertos y a todo nuestro pueblo, nos entregaste, sin condición alguna, tu corazón, rebosante de piedad y compasión humana.
Madrecita Katy, acabo de escuchar la repetición de una misa con celebrada, allá en España en Puebla de la Calzada, lugar donde naciste, con la presencia, frente al altar mayor, de tu ataúd de madera, posiblemente de pino, que guarda una joya preciosa, de inmenso valor espiritual, porque solo para una joya invalorable, como tú, puede hacerse una ceremonia religiosa tan pomposa, con tantos sacerdotes con celebrantes y reunir a tantos fieles con el rostro compungido y con los ojos llorosos. Escuché, como te describÃan, con voz trémula que, naciste un 06 de mayo de 1951, que muy pequeñita quedaste huérfana de madre, que vuestro padre vivió cien años y que tu hermana Isabel y sobrina llamada Amor, te sobreviven. Como misionera religiosa ingresaste a la CofradÃa de las Hijas de MarÃa para la Formación Cristiana un 02 de febrero de 1972 y tomaste los votos perpetuos de las manos de monseñor Antonio Munero el 03 de diciembre de 1985 en una iglesia de Badajoz, que vuestros primeros pasos en la vida religiosa fue en la madre patria y al parecer llegaste a Chachapoyas, cuando era obispo monseñor Antonio Hornedo, cuyas cenizas, he visto en una fotografÃa, donde lo tienes en tus manos, esperando colocarlo en su sitio de la catedral de Chachapoyas, donde reposa junto a nuestro monseñor Octavio Ortiz Arrieta.
Muchos pasamos por este mundo, sin dejar huellas, sin tener alguien que nos extrañe, nos recuerde o derrame una lágrima por nuestro viaje sin retorno, otros, como tu madre Katy, dejan despedidas que jamás se olvidan y cientos de hojas de papel, escritos con lágrimas vertidas del corazón.Â
Ahora, que ya no estás, quien sino tú madre Katy va a recorrer las callecitas angostas y bien delineadas de nuestra tierra querida; quien sino Tú, madre Katy, golpeará la puerta de la casa de un enfermo y con la tibieza de sus manos, llegará hasta su lecho de dolor, para darle una caricia, llevándole la Santa Comunión; quien sino tú, madre Katy, caminará con la sonrisa en los labios y voz cantarina, por los pasillos frÃos y tristes del hospital, buscando a los enfermos para consolarles y ayudarles con medicinas que no pudo comprar; quien sino tú, madre Katia, alimentará a más de 120 personas, niños de ambos sexos, jóvenes y adultos menesterosos en el comedor frente al colegio de las madres franciscanas en el jirón Ortiz Arrieta; quien sino tú, madre Katy, vestirá a tantos pobres desnudos, con ropa traÃda en conteiner desde el viejo mundo; quien sino tú, madre Katy, atenderá a tantos enfermos, que muchas veces no son atendidos en los hospitales y clÃnicas privadas, maltratados porque no tienen como pagar la consulta y menos los remedios; quien sino tú, madre Katy, preparará con tanta unción los dÃas jueves a los adultos que no recibieron el bautizo ni la confirmación; quien sino tú, madre Katy, arreglará los manteles, las albas y casullas de los sacerdotes en la iglesia catedral; quien sino tú, madre Katy ayudará a dar la comunión en las misas de nuestra basÃlica principal; quien sino tú, madre Katy, estará orando a las 4 de la mañana y regando tus plantas ornamentales de claveles, rosas y orquÃdeas en tu casa detrás de la catedral; quien sino tú madre Katy, muchas veces caminando hasta Huancas, para ayudar a los enfermos y visitar a los presos de la cárcel; quien, sino tu madre Katy, la que reuniste a muchas de las mujeres de escasos recursos económicos y formaste un taller y un lugar para vender sus artesanÃas.
Madre Katy, nunca se borrará de mi memoria, tu figura y sonrisa angelical, en los consultorios del hospital Virgen de Fátima, cuando hacÃamos la Misión Médica, me imagino seguir viéndote, con la mirada atenta, tus manitos unidas en profunda unción, jamás demostrando temor o miedo, más bien compasión y piedad, o tal vez orando en silencio, para que Dios guie nuestras manos en los ambientes de sala de operaciones, como también cuando en una reunión social de fines de la Misión Médica, al escuchar la melodÃa de un flamenco, tu carita de sana felicidad.   Â
Tu madre Katy de amor inconmensurable, humilde como ninguna, regalando tu buen humor y contagiando tus sonrisas, las que, en cortos mensajes del WhatsApp, me escribÃas contándome como iban nuestros enfermos, asà como las penas y alegrÃas de nuestra tierra y la salud o sus cambios de temperamento de mi hermano.
Aún ya no estando en este mundo, madre Katy, me das la oportunidad de conversar con Milagrito Torres, Alejito Alvarado y con Rosita Reyes y su encantadora hija, la doctora Natalà Leyva Reyes, interista de la clÃnica San Felipe y del Hospital Cayetano Heredia, contándome de tus anécdotas y vivencias, que serÃa largo de enumerar, pues no hay palabras ni letras que puedan describir tanta nobleza espiritual, tus votos de pobreza, tu humildad, tu fuerza para afrontar y esconder los sÃntomas de tu enfermedad y aceptar devotamente los cuidados de la madre Lola y la madre Glacira, que tienen una valla muy alta que has dejado.
Madre Katy, tu seguirás brillando en el cielo de nuestra tierra como una estrellita refulgente y jamás te olvidaremos, porque tú, nos enseñaste los principios fundamentales de la caridad humana, a saber dar, en el verdadero sentido de la piedad humana, dando misericordia al que verdaderamente lo necesita, extendiendo la mano al que desea un pan para matar su hambre, un vestido para cubrir su desnudez, una medicina para calmar sus dolores, pero sobre todo fuiste ejemplo de una bondad sin lÃmites, sin ostentaciones, sin falsos orgullos, sin discriminación por su credo, su raza, su condición social, económica o polÃtica, sino como a verdaderos hijos de Dios, ante cuyos Ojos, todos, somos iguales.Â
Hasta cada rato madrecita Katy Piedehierro Barroso, no te veré ya fÃsicamente, pero, estoy seguro, vendrás a visitarme en mis sueños y no te irás de mi memoria.Â
“REVERENDA MADRE KATY PIEDEHIERRO BARROSO, POR LA MISERICORDIA DE DIOS DESCANSA EN PAZâ€
Jorge REINA Noriega
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