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HONESTO CON LO QUE HAGO

Pastillita para el Alma 13 – 12 - 2020 Allá por los años 50 del siglo pasado, cuando Chachapoyas, todavía no tenía carretera y el único medio de comunicación eran los aviones de Faucett, que aterrizaban en el aeropuerto del Tapial, sin pista ni radio ayuda, solo una bolsa grande, indicador

HONESTO CON LO QUE HAGO



Pastillita para el Alma 13 – 12 - 2020 

Allá por los años 50 del siglo pasado, cuando Chachapoyas, todavía no tenía carretera y el único medio de comunicación eran los aviones de Faucett, que aterrizaban en el aeropuerto del Tapial, sin pista ni radio ayuda, solo una bolsa grande, indicadora de la velocidad del aire,  parecida a las bolsas en que cerníamos el café, que colgaba de un maguey alto, cerca a la casa del “angar”, un local de paredes de adobe o de quincha, con algunas bancas y su oficina de don Benigno Torrejón, que era “el señor agente” y de la Amandita Trauco, al parecer su administradora y supervisora, algunas veces don Lucho Más Tenorio, el contador, un hombre de pocas palabras, con su lápiz en su oreja y cara seria, pero no parecía enojado como la de don Benigno, que no se casaba con nadie. El único carro era un camión tapado como carpa, donde venía los equipajes y que lo manejaba el “chica pierna”, un personaje alegre y risueño, siempre con el super cholo y el musha, que eran los que se encargaban de los equipajes.

Un día de esos en que no llovía y hacía un sol radiante, llegó a nuestra tierra un doctor con terno negro, con su sombrero de paño de color plomo, que se acercó al establecimiento comercial de mi padre, pidiéndole que le alquile algunas habitaciones del segundo piso, de su casa de la plaza de armas, donde vivió por más de treinta años y se convirtió, en un miembro más de nuestra familia, tanto así que a mi padre le decía “tío”, y a nosotros primos no sé si por los 30 soles que pagaba puntualmente cada año, por 3 habitaciones con balcón a la plaza de armas, comedor y cocina o por cariño.

Este personaje era un vocal de la Corte de Justicia de Amazonas, nacido en Arequipa, pero que quería a nuestra tierra, más que si hubiese nacido en Chachapoyas, era amable como nadie, recto administrando justicia, muy social y aristocrático. Fundó el Centro Social Amazonas, con personalidades selectas del lugar, que funcionaba en los altos de la casa de doña Adolfina Hernández, entre los jirones Amazonas y Grau, con amplios balcones a la plaza de armas, donde mi compadre Racucho Jorge Zubiate, se dislocó un dedo de su mano al dar un puñetazo y no medir un barrote de fierro en la puerta de una ventana.

Pero, ¿¿¿a dónde voy con tanto preámbulo, que pretendo decir???, que hasta doy cólera, con cosas al parecer sin importancia.

Es que, al escuchar a mi hermano engreído, el Loco José David, otra vez en su radio y haciendo su programa, que tanto le gusta, “Despierta Chachapoyas, ya es hora”, vuelvo a sentir la presencia viva de mi tierra amada. Escuchar a nuestra gente, con esa manera de decir las cosas, a modo de queja, que más parece de ruego por las cosas que reclaman o talvez imploran, cuando las autoridades, que dicho de paso, al parecer, la mayoría son forasteros, por el timbre de voz, que parecen de patrones o gamonales o de jefes de aquellos mequetrefes, que de la noche a la mañana se convirtieron en autoridades, por sobones y adulones, no por méritos y ahora ya tienen 4 reales en su bolsillo y eructan a pavo cuando toda su vida comieron racacha con huevo frito y se dan el lujo de mal tratar a nuestros paisanos.

No me parece bien escuchar a una señorita enfermera del servicio de la Unidad de Cuidados Intensivos de nuestro primer Nosocomio de la capital de la región Amazonas, dando sus quejas porque el techo de una de las salas recién construidas se está cayendo por una simple “garuíta” y no por una “lluviaza” como los que estamos acostumbrados, como el cordonazo de San Francisco. Da pena saber que en locales nuevos no se pueda poner enchufes, porque las paredes se han hecho con material inadecuado y cuando hay una emergencia, ellas tienen que correr a buscar adaptadores y en el colmo un paisano que trabaja en SEDAPAL de Lima, manifieste que seguramente esas paredes están hechas de “drywall, o sea de hojas de papel forradas con yeso y que si les cae un balde de agua se deshace” 

¿Será cierto que las señoritas licenciadas en enfermería, las auxiliares y el personal solo pueden entrar de “costado” a los servicios higiénicos, donde quepa solo la taza del excusado?

Estas unidades especializadas, son nuevas, fueran hechas para el tratamiento de los pacientes de esta pandemia y todavía no se acaba y ya tenemos dificultades, y ahora que según nos amenazan viene la “segunda ola” volveremos a lamentarnos y a salir a las calles a gritar y a protestar, a hacer nuestras marchas pasivas, a quejarnos y a protestar y se escuchará a los mismos negociantes de mítines, con sus megáfonos, sus banderolas y por lo bajo llenándose los bolsillos, con los centavitos que los cae por su “amor al terruño y porque no se dejan engañar, ni sobornar y son los verdaderos paladines y líderes de barro de nuestra sufrida tierra, a los cuales siguen “multitudes” que no saben dónde están parados.

El Dr. Aurelio Zegarra, QEPD, era un profesional que pasó por nuestra tierra, dejando un legado de honestidad para los que tuvimos la suerte de conocerle.

En cierta oportunidad, las calles de El Comercio, hoy nuestra vía peatonal del jirón Amazonas, dejaba ser la calle con su sequia al medio por donde corría el agua de las lluvias, en canales de piedra caliza planas y en donde además los habitantes botaban sus “basenillas”, los más prosas de loza y el resto de fierro enlozado, pero con el mismo contenido, claro sin papel higiénico, porque en ese tiempo no se conocía, así como los desperdicios de la cocina que iban a parar al huayco, detrás del mercado y de allí a la quebrada de Santa Lucía con destino a río Sonche. Del barrio de la Laguna y parte de Luya Urco se iba con destino a la quebrada de Shacshe y de allí al río Utcubamba. Todo esto generalmente los que no tenían huerta ni criaban chanchos que se engordaban, también con camote, algo de maíz y muchas veces los soltaban para que se rebusquen en alguito en sus caminatas por los huaycos especialmente cuando estaban un poco flacos o mal nutridos y ya se tenía que camalearlos.

Bueno pero el modernismo llegó a nuestra tierra y con ello también los famosos “contratistas”, que venían a hacer las obras y desde luego a ganarse algún sencillito.
Uno, de tanto de aquellos, que no deseo decir su nombre, se encargó de hacer el encementado de la calle de El Comercio y como tal, se ponía casco, saco de cuero y botas, tomaba wisky Caballo Blanco en garrafa, con las autoridades y con los amigos de bajo pelo wisky Vat, enamoraba a las muchachas más bonitas y jugaba crack en el Centro Social Amazonas y durante el día se paseaba viendo a sus peones, juete en mano, vigilando y fumando cigarros laike strait, con encendedor ronson. Linda época de sol y de verano y la obra continuaba bajo la sonrisa de complacencia del contratista, pero un día de esos hubo una lluvia loca, que barrió con la hermosura de las calles terminadas, poniendo al descubierto una gran cantidad de arena y casi nada de cemento.

El Dr Zegarra le llamó a su despacho, mediante una orden con un policía y le preguntó cuánto de mezcla de cemento y arena había puesto en sus obras y al no estar correctas le obligó que volviera a hacerlas y se iba a controlar que la mezcla sea exacta.

Creen ustedes mis queridos paisanos que las autoridades que ahora tenemos en nuestra tierra, algunos de los cuales son nacidos en nuestro terruño o aquellos que se dan de gran señoritos, gritones cuando están con sus tragos o haciendo gala de mal genio cuando están en sus oficinas, deberían controlar para que las obras se hagan bien o aquellos caballeros que pertenecen a sociedades de amor a la comunidad, deberían de velar para que las obras de nuestra región en general deban ser hechas correctamente y sin dolo ya que no lo hacen gratis y es parte de sus funciones como hombres de Bien.

¡Por qué permitir que sus nombres aparezcan en placas recordatorias en lugares visibles sino fueron buenas autoridades y sus obras son las que los delatan?

Que alguna vez haya un hombre honesto que reconozca que no ha cumplido con su deber como autoridad y que por dignidad devuelva lo que ganó a nuestro tesoro público y así su nombre quedará grabado en el recuerdo de sus hijos y de las generaciones venideras.

No es tiempo que se llenen la boca gritando lo que no cumple el Gobierno Central o regional y no den soluciones plausibles de solución rápida, menos ahora que nuestro Perú está viviendo la peor época de su historia. Es tiempo que se callen los criticones, que tuvieron su oportunidad y no cumplieron.

Estoy seguro, que muchos dirán ¿que hablo yo, si no hice nada por mi tierra? y ahora a mis años reconozco que, no entré a la arena política, por cobarde, por no haber tenido el coraje de enfrentarme a algo desconocido y ser honesto con mis principios de hacer solo por lo que me había preparado durante toda mi vida y no escuchar las recomendaciones de señores como don Humberto Arce Burga, el Dr. Alfonso Baella Tuesta, el Dr. Esteban Ampuero, el Dr. Lanata Luján, el Dr. Roberto Caro Durán, entre muchos que es largo enumerar y la vez que lo hice, por el Movimiento Libertad, comprendí que no podía reemplazar y mal tratar a una señora dirigente departamental, solo por órdenes superiores, insensibles y me conformé de servir a mi manera, a la gente que me necesita, hasta el final de mis días. 

Jorge REINA Noriega
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