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Sábado, 27 de Abril del 2024
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CANCIONES QUE REJUVENECEN 2° parte

Pastillitas para el Alma 21 – 10 – 2021 Una de esas noches, por los años del 60, en nuestra querida Chachapoyas, mientras solitario daba vueltas en la plaza de armas, se me acercó mi amigo El Veloz, un gran deportista y excelente jugador de básquet, que con mucho cariño me dijo vamos a mi d

CANCIONES QUE REJUVENECEN 2° parte

Pastillitas para el Alma 21 – 10 – 2021

Una de esas noches, por los años del 60, en nuestra querida Chachapoyas, mientras solitario daba vueltas en la plaza de armas, se me acercó mi amigo El Veloz, un gran deportista y excelente jugador de básquet, que con mucho cariño me dijo vamos a mi domicilio, para que escuches una linda canción. Caminamos con dirección al casino de la Guardia Civil y en el jirón Santo Domingo, en la esquina con el jirón Ayacucho, en una habitación amplia, con puerta a la calle, que era su dormitorio y su cuarto de estudios, con un tocadiscos y una disco de 45, que nunca había escuchado “En un rincón del alma, donde tengo la pena que me dejó tu adios. En un rincón del alma aún se aburre el recuerdo que nuestro amor creo. En un rincón del alma me falta tu presencia que el tiempo me robó. Tu cara, tus cabellos, que tantas noches nuestras tu mano acarició”… Melodías que esconden sentimientos de amores imposibles, que en nuestras épocas de estudiantes, dejan huellas que perduran como cicatrices imborrables, casualmente en ese rincón del alma donde muchas veces están durmiendo frases que el tiempo jamás las podrá borrar y eso me trae a mi memoria una conversación de no hace mucho tiempo atrás, en esta época de la pandemia, cuando nuestras fieles compañeras son las paredes que aprisionan nuestros cuerpos y vuelas por el milagro de nuestros recuerdos a tiempos de nostalgia infinita a la paz y tranquilidad de nuestra tierra añorada, de esos años en que las hormonas revoloteaban en nuestras carnes y tus sueños se perdían en un camino infinito a veces verde y muchas veces polvoriento, con ilusiones frustradas y como dice mi querido compadre, ahora solo queda el recuerdo de esos boleros inolvidables en el Cine Central “Yo sé que los mil besos que te he dado en la boca se me fue el corazón. Y si dicen que es pecado querer como te quiero quizás tengan razón, pero que a de importarme, lo que me digan todos, si no te he de olvidar y si es pecado amarte, yo seguiré pecando, porque lo he de negar” … su voz se quiebra, hay un largo suspiro y saca como pretexto, que todos estos días está un poco resfriado, pero hay sentimientos y penas que no se pueden ocultar, si lo sabré yo, que ya tengo como dos stens en mis coronarias, que comparto con las que tiene la otra mitad de mi miocardio, por esas canciones, valses y boleros, como “Poquita Fe”, “Historia de un Amor”; “Con Locura”; “Camino Verde”; “Mis Noches sin ti”; “Juanita”; “Only you”; “Flor del pantano”; “Mechita”; “Amorcito Corazón”; “María Albertina”; “Que te ha dado esa mujer”, etc, etc, etc…   
   
Sin embargo volvamos a la intención de esta Pastillita de Canciones que rejuvenecen y permítanme evocar las veladas en el mercado de los fines del 40 y principios del 50, teniendo como escenario las mesas donde vendían sus productos las señoras que ofrecían sus productos durante el día en canastas o esparcidas sobre la meza,  en la época de oro de nuestro querido Chachapoyas, donde había las veladas literario musicales, con artistas aficionados, que se animaban a presentarse en público bajo la dirección de don Félix Castro, don Gilberto Tenorio Ruiz o del padre Pedro Pablo Reategui y los jóvenes y señoritas de ese entonces, lucían sus mejores vestidos y se animaban a debutar en las tablas, demostrando sus cualidades histriónicas, que era privilegio de las escogidas reuniones familiares en las casonas señoriales de ese entonces. Inolvidable esa velada, con lámparas Petromax, las bancas del mercado todas colocadas un tras de otra y las dos filas delanteras con sillas y sillones con cojines y almadones para las autoridades. El gran telón de tela roja se demoraba en abrirse y todos los asistentes se inquietaban con el paso de los minutos, de repente aparecen en escena cuatro personajes debidamente disfrazados, el uno de mendigo, un joven, que representaba al pordiosero, un pobre hombre avejentado vestido de harapos, con la cara triste y las manos temblorosas, que arrastrándose en el escenario estiraba su mano pidiendo una moneda, también un niño elegantemente vestido, con tirantes y pantalón corto y no recuerdo bien la escena cuando Gilberto Rojas y Clarita Tenorio, cantaban  a dúo, el vals inmortal Mendicidad de Felipe Pinglo: “Cubierto de harapos, la faz macilenta, el pobre mendigo limosnea un pan; implorando siempre la bondad ajena, a todos los pide una caridad. Quien es, no se sabe, su ayer es misterio; de donde ha venido jamás lo dirá. Rayando la aurora sale diariamente a esperar que el mundo le prodigue el pan” … “Señor, señorita, niño una limosna, pide con voz llena de angustia mortal y un Dios se lo pague, es el mejor fruto de vuestra bondad” el niño del colegio Seminario, también con voz que acaricia, extiende sus manos y le alcanza una monedita…

El público llora, todos los asistentes gimen, hombres y mujeres sollozan, los más valientes sacan sus pañuelos blancos almidonados y secan sus lágrimas. Nunca una velada de aficionados, tuvo tanto éxito, solo comparable cuando Raúl Figueroa y su elenco de artistas presentaba la Pasión de Cristo que llegaba a Chachapoyas en la época de Semana Santa. 

En la casa del jirón Grau, que da a la plaza de armas, un patio grande, circundado con balcones con barandas y del techo cayendo las gotas de lluvia de los techos con tejas, ahora viene a mi mente, la letra de una linda canción y posiblemente, si la escucha, caerá una lágrima de los ojos de una linda dama, por ese amor que no culminó, pero, aunque evocará tristezas y penas me alegra mencionarlo, por esos sentimientos encontrados de amor y de odio, difíciles de comprender, aunque en las cosas de enamorados, todo es posible: “Me muerdo los labios para no llamarte; me queman tus besos, me sigue tu voz; pensando que hay otro que pueda besarte; se llena mi mente de rabia y rencor. Te odio y te quiero, porque a ti te debo, mis horas amargas, mis horas de miel. Te odio y te quiero, fuiste el milagro; la espina que duele y el beso de amor; Por eso te odio, por eso te quiero, con toda la fuerza de mi corazón”, dos jóvenes estudiantes de la Normal, con su guitarra y la faz apenada, se alejan por medio de la plaza bajo la garúa, sin importarles mojarse.

Cambiando de tema y salirme de lo triste, que posiblemente a muchos les sonará como cosas de viejos o de novelas mejicanas trágicas que solo le gusta  a los de la cuarta edad, deseo tocar el corazón de dos de mis más queridos compadres, a los cuales les tengo mucho afecto, cariño y respeto y con los que continuamente hablamos y estoy seguro les arrancará una sonrisa “Mi vida está pendiente de una rosa, porque es hermosa y aunque tenga espinas, me la voy a llevar a mi casita, porque es bonita mi rosa Momposina. Tienen sus ojos de dulce ensoñación, de mi linda región y por eso yo la quiero, ella me ha dado toda la inspiración, a mi linda canción, porque ella es mi lucero. Momposina ven a mi ranchito, Momposina es para quererte, Momposina, hay lindo lucerito, Momposina yo quiero tenerte”. Que cuantos años ha pasado, vaya uno a saber, pero arriba en el jirón Santo Domingo en el salón del profesor Gilberto Tenorio Ruiz, una linda criatura, que cantaba y bailaba, fascinó a mi querido compadre, el que ahora goza de una compañera de toda su vida, que le ha dado muchos hijos y hermosos nietos, para ellos como siempre todo mi cariño, admiración y mi gratitud por su gran bondad humana y como un adelanto por los cumpleaños de ambos.

Finalizo con pena, esta larga Pastillita para el Alma, porque hay muchos temas que por no aburrir, ya no las describo y solo me permito hacer un homenaje de gratitud y de mucho reconocimiento a mi querido compadre don Luis Herrera Castro, un artista polifacético, con muchos dones y virtudes y con la modestia y humildad de mis palabras, solo pongo un pequeño  granito de elogio ante la majestuosidad de su persona, evocando el tema de un bolero del Trio Los Panchos, en una serenata, de dos personas, Lucho con su guitarra y su voz apasionada y yo de su acompañante a la espalda del Hospital Regional, en una noche estrellada, del mes de abril, sin previa cita, sin un acuerdo formal, tal como si fuera, una humorada sin importancia, en el decir de la gente: “Una estrella nueva, Tú; una dicha nueva Tú; una vida nueva Tú. Se cruzó nuestra mirada y cambió nuestro destino, que momento tan divino; sabe Dios que será de mí, que será de ti. Tan enamorados…, un milagro solamente que yo espero noche y día, logrará que seas mía; quiera Dios como yo de ti; digas Tú de mí. Tan enamorados”. Era la primera vez que escuchaba esa canción, no recuerdo si hubo dos canciones más…, la guitarra enmudeció, el aire se enrareció… nos miramos y caminamos taciturnos, cuesta abajo; no hubo palabras de por medio, solo el silencio fue nuestro fiel acompañante y en ese instante crucial de la existencia, cambió definitivamente, para Bien y para siempre, el destino, de tres vidas.

Jorge REINA Noriega
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