22/01/23 - 13:29
Pastillita para el Alma 22 – 01 – 2023
No recuerdo exactamente la fecha, al parecer al inicio de este mes de enero, en que extendió sus alas y se elevó al cielo, como un angelito, que se aparta de este mundo, para integrar el coro celestial, nuestra muy querida AIDITA MARÃA CASTAÑEDA ROMERO viuda de GIL, dejando en la pena más profunda a toda su linda y digna familiaÂ
Aidita nace en la ciudad de la Villa de Luya, de la provincia de Luya, de la región Amazonas, hija de don Pedro Castañeda Hernández y doña LucÃa Romero Zubiate; a muy temprana edad, va a radicar en la ciudad de Chachapoyas, donde realiza sus estudios primarios y secundarios. Desde muy joven, comienza a destacar por su belleza sin par y sobre todo por su carácter amable y bondadoso, que le hace ganar la simpatÃa de sus demás hermanos y de la población en general, es una niña muy hacendosa y responsable, interesada siempre en la lectura y en las artes manuales, aprende a tejer, a coser y realizar todo tipo de manualidades, además, su entretenimiento, es la lectura y escuchar buena música, virtudes con las que se identifica y se distingue, entre sus compañeras de clase y las señoritas de la rancia sociedad de la fidelÃsima ciudad de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas..
A edad muy temprana contrae nupcias matrimoniales, con el señor Pedro Gil Merino, un joven empresario, hijo de don Augusto Gil Velásquez, filántropo muy conocido internacionalmente de la ciudad de CelendÃn en la región Cajamarca. Se establecen en la ciudad de Chachapoyas, donde abren un establecimiento comercial de mercaderÃa en general y sobre todo de telas finas importadas, en la calle de El Comercio y el jirón 2 de mayo, en los bajos de la casa de mi tÃo, don Juan Manuel Castro Chávez, luego, reabre el local de lo que fue el cine Chachapoyas, antiguamente de don Benigno Torrejón y hace un despliegue muy importante en la compra de máquinas de proyección de pelÃculas de 35 mm y exhibición de films de estreno, casi con la misma rutina que, en la capital de la república. Aidita, su adorada esposa, pasa a convertirse en su joya más querida y con la cual empieza a formar su familia, no conozco si su primera hijita Ana MarÃa, nació en Chachapoyas ya que, por mis estudios universitarios, me desconecté de ellos, teniendo la suerte de volver a reencontrarme, con Aidita, en la ciudad de Lima, a quien muchas veces le vi en compañÃa de mi tÃa Blanquita Tenorio de Noriega, tanto en su casa, como en actividades sociales, con la que hacÃan una linda pareja, sin igual, por su cordialidad y don de gente, ganando siempre el cariño de las personas que las rodeaban.
Aidita, creo, un par de años mayor que yo, siempre tuve el honor de gozar de su amistad, asà como la de Pedro Gil Merino, su querido esposo, fallecido muchos años atrás, con quien tuvo 4 lindos hijos, todos profesionales y hombres de bien, como sus adorados padres, a quienes les dieron 10 nietos y 7 bisnietos, haciendo las delicias de una bisabuelita que les llenó de todo su amor y la dulzura de sus años invernales.
Aidita MarÃa, tenÃa un muy apreciado detalle conmigo, pues se daba su tiempo, para comentar mis escritos y algunas veces hablaba por teléfono, agradeciéndole por su gesto, ya que son muy pocas personas de esa y nuestra generación, que me dan la satisfacción de leerme y aún más, de comentar mis humildes escritos.Â
Ahora ya casi en el final de mis dÃas, cuando allá lejos, el universo, se pierde en un cálido abrazo con el azul del cielo y el oro bronceado de la tarde, cuando en lontananza, van apareciendo nubes opacas, que cubren ilusiones y esperanzas, y muchas veces las dolencias, nos avizoran que está cerca nuestra desbandada, entonces, sacando fuerzas escondidas, todavÃa me atrevo a escribir un mensaje de despedida, como una oración fúnebre, a personas muy queridas, que tal vez, con la misericordia de Dios, pronto las volveré a ver y siendo este el caso de Aidita MarÃa, me permito pedir a todos sus seres queridos, que ahora lloran su partida, que alcen su vista al cielo y cuando vean tintinear una estrellita refulgente, sepan que, es la presencia de su madrecita adorada, mirándoles desde el cielo, pendiente de todos y que siempre estará con ustedes, como su angelito guardián.
“SEÑORA DOÑA AÃDA MARÃA CASTAÑEDA ROMERO, viuda de GIL, DESCANSE EN PAZâ€
Jorge REINA Noriega
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