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AUNQUE USTED NO LO CREA

Pastillita para el Alma 11 – 05 – 2023 Ofrezco mis disculpas por adelantado a mi audiencia oral y escrita, por contar un episodio de la vida real

AUNQUE USTED NO LO CREA



11/05/23 - 04:12

Pastillita para el Alma 11 – 05 – 2023

Ofrezco mis disculpas por adelantado a mi audiencia oral y escrita, por contar un episodio de la vida real, en estos días y en este mes de la Virgen María y en el que se rinde homenaje, a lo más sagrado que tenemos en este mundo que son nuestras MADRES, pero, las circunstancias me obligan a hacerlo y aún cuando se me rompe el corazón y como dice la canción, me muerdo los  labios de rabia y rencor, y en mis ojos brotan lágrimas de pena y tristeza infinita, sacando fuerzas de flaqueza, con mis manos temblorosas y huesudas, redacto lo que va a continuación:

Ella era una mujer que, en sus años mozos, gozaba del cariño de sus padres y de sus hermanos, era una castañuela de risas y alegría sin par, que nació lejos de la gran ciudad, en un pueblito, al otro lado de la cordillera, donde las alondras y los zorzales trinan y la cruz, allá en el cerro, abre sus brazos, implorando y dando gracias a nuestro Padre Celestial por vivir a plenitud en el jolgorio de una familia grande y feliz. Yendo el tiempo, estudió como técnica de Laboratorio y contrajo matrimonio con un hombre apuesto, de regular condición económica, con el cual tuvo 6 hijos, a los que se dedicó a criarlos con ese sentimiento de madre querendona, renunciando a su trabajo laboral y disponiendo de todo su tiempo para que ellos crecieran con abundante amor y sin que les faltase nada.

La casa de ellos, los días domingos, parecía un campo ferial, era grande, de dos pisos, con corredores amplios y con un patio enorme, donde se reunían amigos y familiares para deleitarse del cariño desbordante de los dueños de casa al compás de las canciones y el bordonear de la guitarra, las maracas y el cajón, saboreando deliciosas viandas, preparadas por sus delicadas y hacendosas manos. 

Todo era felicidad, los hijos progresaron, se hicieron profesionales, les crecieron plumas, abrieron alas y volaron. Cambiaron de barrio y construyeron una casa pequeña de tres pisos, donde compartieron con dos hijos que se alojan con sus respectivas familias. El esposo murió y dejó una pensión exigua, con la que la viuda sobrevive, lejos de sus hijos y de su familia y aunque ustedes no lo crean, los familiares que viven en los pisos superiores, por razones desconocidas e incomprensibles, se han tornado indiferentes de su progenitora, quién para colmo de males, ahora se encuentra escuálida y adolorida, postrada en su lecho de dolor, como consecuencia de su prolongada edad y de la enfermedad de Alzheimer, bajo el cuidado de una enfermera que la atiende solícitamente, con una paga insignificante, fruto de la pensión que lo dejó su fallecido esposo. 

Esa dolida madre, tirada en una cama sombría, talvez, en el desvarío de su cerebro perturbado, solo recuerda los momentos felices que vivió junto a su querida familia. Seguro estoy que en su corazón no hay lugar para que exista el odio y el rencor y de su boca con labios secos, infinidad de veces, saldrá a borbotones, como de un manantial de agua cristalina, las frases “Yo les perdono hijos queridos”, porque una madre, que sintió los dolores del parto, cuando se abrieron sus entrañas, o aquellas que sin haber parido, criaron hijos, les dieron a  plenitud su amor maternal, educaron y los llevaron a ser hombres de bien, saben que el dolor que causa la ingratitud, hace  daño al que lo produce, más no al que recibe, porque en el alma de una Madre, perdura para siempre los recuerdos dejando huellas imborrables.

Claro para muchos de ustedes, estas situaciones son frecuentes y comunes en nuestro medio, donde los diarios informáticos constantemente anuncian que hijos, abandonan a sus padres, los enjuician, les botan de sus aposentos e inclusive, asesinan a sus progenitores y nuestra naturaleza humana, se va endureciendo con el procedimiento de individuos de mala entraña que han perdido o carecen de valores y seguimos en la rutina de la vida, sin importarnos.

Sin embargo, me pregunto y no hallo respuesta, ¿Qué está pasando en nuestra sociedad?
¿Por qué la ingratitud, la maldad, la grosería, los malos actos es cosa de todos los días? ¿Por qué Señor campea el desamor, la indiferencia y la injusticia? 
Ya no hay confianza en la gente, ni siquiera en los que dicen ser nuestros amigos, en aquellos con los que compartimos un pan, un vaso de agua, un pocillo de café, los que se apoyaron en nuestros hombros y nos contaron sus penurias, o los que nos escucharon y nos prestaron su pecho para derramar nuestras lágrimas y consolaron cuando más lo necesitábamos.

La gente se ha vuelto dura, la expresión de sus gestos, sus actitudes y su comportamiento se ha tornado diferente, ya no son aquellos que te regalaban una sonrisa, un abrazo de ternura, una palabra sincera de amistad. Crecieron, se olvidaron de la madre que los parió, la que los trajo al mundo, la que cuando no eran nada, les cobijó, les enseñó cariño, afecto entre sus congéneres, humildad como el mejor valor del hombre.

¿Qué pasó Señor Dios misericordioso?
La soberbia y la vanidad, a algunos de nuestros prójimos los ha envilecido el alma. Antes eran diferentes, te saludaban, te ayudaban, te tendían la mano tibia de amistad y fuerte de sinceridad. Ahora tienen galones y estrellas, tienen puestos altos, muestran sus condecoraciones y medallas, alcanzaron grados y niveles elevados, claro, por sus conocimientos y esfuerzo, pero ello no les da derecho para ser “ovejas y santas palomas” en otros niveles y convertirse en leones arrogantes, cuando nos visitan a la casa donde nacieron y criaron. Llegan gritan, escupen odio, son los super sabios y se comportan arrogantes ante la Madre que les sacó de la oscuridad de la ignorancia, les hizo ver la Luz del día, la claridad y la transparencia del Amor de Dios. 

No alcanzo a comprender que personalidades de conocidas capacidades, no se den cuenta que los títulos y los diplomas, deben ser exhibidos en los salones de nuestros hogares, como lauros conquistados para ejemplo de nuestros hijos y orgullo de nuestra familia y la vida es solo un tramo en nuestro camino y que al final, TODOS, los de arriba y los de abajo, vestiremos la misma mortaja y ojalá que, algunos de nosotros, en el momento de nuestra sepultura escuchemos, con nuestro espíritu inmortal, los lamentos y condolencias de los que nos lloran, porque nos extrañan y nos amaron de verdad, nos admiraban por nuestra cortesía, por la forma elegante que lucíamos, con los bigotitos recortados y la sonrisa a flor de labios y no, como algunos, se manifiestan ahora, en nuestros hogares, fábricas, talleres, iglesias, templos, como personajes orgullosos, prepotentes, que llegan de visita o solo por cumplir y nos tratan despóticamente, menospreciándonos, lo que determina que muchos de los miembros de organizaciones y asociaciones  se ausenten o se vayan a otros establecimientos y peor aún, cuando estos fulanos,  miembros conspicuos de nuestras organizaciones los llevan, como carneros, con engaños y mentiras a otras escuelas, laboratorios o talleres.

Así como las Madres que son únicas y verdaderas, también son nuestras casas e instituciones a los que de repente, como a un club, vamos una vez a la semana, y como nuestras progenitoras, esperan ansiosas que sus miembros llenen sus espacios y nos contagien su entusiasmo y su voluntad de prosperidad y todos unidos podamos decir que somos una sociedad donde reina sinceramente el AMOR. 

Amor no es un beso, no es un ramo de flores, ni un abrazo, ni un juramento. 

Es la acción más que la palabra, es la entrega total, es dar la vida por el ser o la institución que se ama y más aún cuando se trata del ser que nos trajo a este mundo, que nos llevó en su vientre, que nos alimentó con la leche de sus senos, que nos enseñó a dar nuestros primeros pasos, la que arrulló nuestros sueños, nos cuidó y lloró en nuestras enfermedades, nos enseñó la presencia de Dios, nos enseñó a rezar los primeros Padre Nuestros y Ave María, nos empujó a lo desconocido del mundo, con la seguridad que con sus consejos,  seríamos hombres de bien, tolerantes, honestos y humildes, siguiendo el ejemplo de Cristo, que siendo Dios, habitó y se confundió con las miserias y simplicidades de nosotros.

Por eso amigos y paisanos, hermanos y parientes, nunca por nunca olvidemos a nuestras Madres, aunque ya no estén en la faz de la tierra, lo mismo que la “casa” donde nacimos, porque en sus paredes y sus techos pintados, hay el eco de nuestras voces y las enseñanzas de nuestros ancianos que nos guiaron para construir nuestro edificio espiritual.

EL BRINDIS DEL BOHEMIO (Un fragmento)
  Guillermo Aguirre y Fierro (México)
Por la anciana adorada y bendecida, Por la anciana infeliz que gime y llora
por la que con su sangre me dio la vida, y que del cielo implora
y ternura y cariño;           que vuelva yo muy pronto a estar con ella
por la que fue la luz del alma mía, ¡Por mi madre!, bohemios
y lloró de alegría sintiendo mi cabeza que es dulzura vertida en mi amargura
en su corpiño.
                                       Y en esta noche de mi vida, estrella…
Por esa brindo yo;
Dejadla que llore, y en lágrimas
desflore esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre
ausente, por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que 
calcina. 

Jorge REINA Noriega
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