Para algunas personas es muy difícil tener actitudes que expresen Bondad, en el sentido real de la palabra, sin embargo, hay seres, que por donde se les mire y aprecie, exhalan un perfume de ternura, de caridad infinita, de simpatía a toda prueba. Otros, por el contrario, que te miran con el gesto adusto, serio y en su mirada se expresa sentimientos de ira, de ofuscación, cólera retenida, o envidia reprimida, mastican, inconscientemente, sentimientos de animosidades hacia la vida, todo les molesta y a todo critican.

En cada instante de nuestra existencia se presentan ocasiones para poner en práctica actitudes que merecen una sonrisa de gratitud, por el solo hecho de estar vivos, de tener la suerte de respirar sin ayuda mecánica, de gozar de la luz del día, tener un techo donde guarecerse y una cama donde dormir y con la gracia de Dios, sin que nos falte un sustento para nuestro cuerpo y mitigar el hambre de pan y sed de agua.

Hay personas que sin llevar nuestro apellido ni compartir nuestra sangre, nos brindan un cariño exquisito, inclusive más fuerte que nuestra propia familia, algunos de diferente sexo y edad y que por esas circunstancias de la vida, somos caminantes de diferentes senderos y que de vez en vez, el destino, nos brinda la oportunidad de saludarnos por la facilidad, hoy en día,  de los teléfonos celulares y así es como uno puede enterarse de malestares tanto somáticos o mentales, como consecuencia de preocupaciones y angustias, que mejoran cuando se comparten y cuentan estos sentimientos.

Muchas veces nosotros nos encerramos como en un claustro o una prisión y la soledad se hace más grande, nos sobrevienen las preocupaciones que, se adueñan de nuestro yo interno, consumen nuestra tranquilidad y evitan que nuestro corazón se expanda y se alegre con las vivencias de los que nos rodean que, tengamos oportunidad de reflexionar y proporcionar un silencioso perdonar a aquel que ayer murmuró y ofendió, sin darnos cuenta que más sufre el que hace el daño que el que lo recibe y este simple acto de condonar, nos proporciona la comodidad de un sueño reparador y tranquilizador y un mediano bienestar despejado.

Infinidad de veces en este laberinto que nos brinda el mundo en nuestro diario trajinar, estamos expuestos a causar daños o malas interpretaciones, aún sin darnos cuenta. Tenemos disputas y rencillas, porque mal entendemos o al revés, nos mal entienden y por evitar herir susceptibilidades nos quedamos callados y nos consideran como tontos, solo por no tener el valor de aclarar dicho acontecimiento en el momento preciso y oportuno.

La bondad es una cualidad de ser bueno en todo el sentido de la palabra, es hacer el bien sin mirar a quien, es dar de uno lo que tiene y no lo que le sobra y menos con la finalidad de ser admirado por la gente, como aquel que da limosna con la mano abierta, mostrando lo que pone, para lucirse.

El mal es un engendro del espíritu, una degeneración del alma, un estorbo de nuestra inteligencia; muchas veces es algo insólito que nace de la mala entraña de los que lo tienen, que ocultan arteramente, esperando el momento oportuno para ponerlo en práctica. 

Es más dañino en los que ostentan poder; en aquellos que ocupan puestos altos en las instituciones o en la administración pública, personas que hacen perjuicio a sus subordinados o a los dependientes de ellos, individuos que llegaron a ocupar un lugar por suerte sin que les corresponda y están llenos de soberbia, engrandecidos, por sus adulones y sobones.  

La maldad es la ausencia total de la bondad, así como la oscuridad es la falta integral de luz.

¡¡¡Bondadoso!!! es muy difícil de ser, porque ser malo es más fácil de demostrarlo y casi siempre está a flor de piel, sin embargo el Hombre Bueno el que es capaz de dar su camisa al descamisado, el que comparte su pan con el hambriento, el que presta su hombro y da la palabra de consuelo al afligido, el que no escatima esfuerzo por ayudar al desvalido, el que es capaz de postrarse de rodillas y desgarrarse sus carnes y su piel y aun de ofrecer su propia vida solo con el único fin de hacer el Bien, es digno de alabanza y es verdaderamente soldado de Cristo, en este mundo falaz y embustero.