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CRECERÁN OTRA VEZ LOS ROSALES

Pastillita para el Alma 11 – 08 – 2023 Niko Kazantzakis, un griego, que escribió en 1954, la novela “Cristo de nuevo crucificado”

CRECERÁN OTRA VEZ LOS ROSALES



11/08/23 - 03:44

Pastillita para el Alma 11 – 08 – 2023

Niko Kazantzakis, un griego, que escribió en 1954, la novela “Cristo de nuevo crucificado” narra una serie de argumentos de la persecución del hombre por el hombre en que compara el sufrimiento de un líder de la resistencia, en la invasión nazi a la isla de Creta, en la segunda guerra mundial, buscando de hacer un parangón imposible, desde mi punto de vista personal, con la figura ejemplar de Nuestro Señor Jesucristo, explorando y poniendo de manifiesto la lucha, el sacrificio, el sufrimiento, la persecución del hombre por sus ideas y queriendo retratar la humanidad del hombre con la divinidad de Dios hecho Hombre, cuya Fe es absurdo de imitar, sin embargo, hay muchos filósofos y gente del quehacer diario y aún miembros de las iglesias más respetadas que, dicen: 

“Busca a Cristo en el leproso que esconde sus llagas bajo sus vestimentas harapientas, en el enfermo quemado doliente en la cama de un hospital, en el anciano abandonado tembloroso y extraviado en las calles bulliciosas de la gran ciudad, en el personaje alcohólico y consumido por las drogas que deambulan con la mirada perdida y hablando boberías o en los cientos de mujeres maltratadas y explotadas o en aquellas madres olvidadas por sus hijos y son las imágenes de la Virgen Dolorosa, que enjuga sus lágrimas por el hijo amado y ausente” 

Deseando con estos términos hacernos comprender a la gente de nuestros tiempos que, dentro de todos nuestros actos, debe estar la compasión y nuestra actitud positiva ante el sufrimiento y el dolor humano y olvidar por un instante, la actitud de esa señora, que en la época del Covid 19, corría desesperada tras del automóvil de un mandatario, pidiendo auxilio por su esposo moribundo en la cama de un viejo hospital y él…, si señores él, no tuvo tiempo, ni siquiera para regalar una palabra de consuelo.

Los Cristo del alma, que vemos en nuestro diario trajinar por las calles y lugares de trabajo de la gran ciudad, nos traen recuerdos tristes y añoranzas saludables, cuando pensamos en las vivencias de nuestros años mozos allá en nuestra vieja ciudad de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas, donde prevalece la algarabía de la gente que nos hace olvidar momentos de pena y vuelve a nuestra mente esos atardeceres, en que el cielo azul añil, de la Fidelísima,  se tiñe de rojo escarlata y uno empieza a volar en alas de nuestra imaginación en la belleza y ternura inigualable de mi santa madrecita, doña Rosita Noriega, en la figura señera, austera y bondadosa de mi viejo don José David Reina, en las imágenes juguetonas de mis hermanos y en las travesuras candorosas, risueñas, casi insoportables de nuestra adorada madrecita chiquita, mi hermanita Doris Consuelo, celosa e inquisitiva con los suyos, sin embargo, también llega a mi mente, confundida entre el bullicio de la gente, esa damita de esbelta figura, paseando solitaria por la calle de El Comercio, con pasitos lentos, pero seguros, cruzaba la plaza de armas y se dirigía al restaurant de la señora Shofi, ubicado en el segundo piso de la casa de mis padres, antes el jirón Bongará y Ayacucho, con ventanas hacia la plaza y a la casa del señor obispo, para sentarse junto al balcón y escuchar el vals argentino de Vicente Spina en la vieja rockola de discos de 45 revoluciones, que en dos versos de su composición, resume en frases sentidas, la historia romántica de la vida de un joven enamorado, que en el momento preciso, supo guardar para siempre una promesa, y afrontar una nueva vida y pasado el tiempo, cuando el invierno de los años ensombrecen nuestro  futuro y solo nos separa el dintel de la puerta, para dar un corto paso hacia la eternidad, vuelvo a escuchar, otra vez agarrando las manos de mi amada esposa, por la magia del internet y la generosidad de mi hermano José David, esa música, que, hace rodar una lágrima por sus mejillas, no por la letra que no va con nosotros, sino por la melodía que, es un canto a la vida, a los amores no correspondidos, a los jardines con viejas azucenas y lirios, a las callecitas empedradas, al olor de la tierra mojada después de la lluvia, al olor del café recién cernido en bolsa de tela, al olor del poshco del chocolate batido con un molinillo de madera en un cántaro de Huancas, al crujir de la chamiza y el tayango en la tushpa de tres piedras asando a la brasa una tira de cecina o de caransho, a las notas del viejo bandoneón al pie de un balcón, al trino de las guitarras, a los viejos amigos, uno que otro que, todavía quedan, a nuestros muchos compadres que nos honraron con su cariño y a esas personalidades de antaño como gente querendona de noble y gran corazón, que supieron del valor real de la amistad, sin imposiciones, sin condiciones, que extendieron su mano franca y abierta, sin hipocresías sin humillaciones.

Cruzamos una mirada, como en antaño y en ese silencio que, dice mucho más que mil palabras, prometemos volver a la tierra querida, para respirar el aire fresco de un amanecer , contemplar embelesados el brillo de las estrellas en el firmamento, caminar por sus callecitas angostas o de repente ver como caen las gotas de lluvia de un viejo tejado de esas casonas antiguas que guardan miles de recuerdos entre sus paredes o en sus baúles de cuero repujado con botones de bronce, donde duermen cartas y mensajes floridos de promesas no cumplidas o quizás, en el peor de los casos, recoger mis pasos y llegado el momento decir, con voz franca y valiente: 

“¡¡¡Aquí estoy Señor Nuestro, he recorrido el camino que me señalaste, hice lo posible por cumplir con la tarea que me encomendaste y a pesar del tiempo largo que, me regalaste, no pude cumplir con lo que me mandaste hacer, por mi débil naturaleza humana y mi libre albedrío, por lo tanto, hágase en mí Señor, Tu Santa voluntad!!!”

TU OLVIDO 
vals argentino de Vicente Spina

Han brotado otra vez los rosales
junto al muro en el viejo jardín,
donde tu alma selló un juramento,
amor de un momento
que hoy lloro su fin.

Cuando vuelvan las noches de invierno
y se cubra de nieve el jardín,
si estás triste sabrás acordarte
de aquel que al amarte
no supo mentir.

Jorge REINA Noriega
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