08/05/19 - 06:47
Pastillita para el Alma 05 – 05 – 19
Como todos los años, es un dÃa especial, que se repite, en la misma fecha, pero casi siempre en diferente dÃa de la semana y recibimos saludos y felicitaciones, de nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros conocidos, recordando el momento en que llegamos a este mundo.
Sinceramente en esta época, ya no es muy grato recordar el número que señala la cantidad de años en que vivimos en este paraje hermoso del mundo en que pasan nuestros dÃas, porque a muchos les causa envidia y admiración vernos “tan bien†y al mismo ritmo del modernismo, llevando la procesión por dentro, sin que nadie se dé cuenta, porque al fin y al cabo, cada uno es dueño de su propio destino.
Para todos nosotros, o casi para la mayorÃa de la gente, siempre es motivo de gratos recuerdos, de abrazos, besos y apretones de manos, de mensajes directos o de aquellos velados, que no quieren decir y dicen, para no identificar a esa persona especial, a quien se amó intensamente o también nos hizo mucho daño, pero, que nunca jamás se olvida y aún sin querer, permanece, vibrante en nuestro pecho.
Los que estamos en la cuarta edad. Los que subimos, por la piedad de Dios, esa gran colina escarpada, que se llama vida terrenal, llena de piedras enormes que se nos interponÃan, de obstáculos que tuvimos que vencer, para conseguir nuestros anhelos, nuestras metas…, recorriendo pendientes sinuosas, mirando con ansiedad la cumbre que nos inspiraba nuestra decisión de llegar sea como sea, haciendo grandes sacrificios, para culminar nuestros sueños, mirando pocas veces atrás y viendo como quedaban agotados en la cuesta, en una vera del camino, muchos de nuestros amigos y seres queridos. Grande y maravilloso el recuerdo de culminar nuestros sueños y lo efÃmero y rápido que pasa el tiempo y luego, sin darnos cuenta…, el cuesta abajo…, casi rodando, rápido, cayéndonos y levantándonos, para llegar, tal vez, a volver a empezar, como dicen Los Evangelios, al otro lado de la ladera, una nueva vida, en la Patria Celestial y decididos a inmolarnos con la vergüenza de decir a Dios “Me diste todo, a cambio de nadaâ€.
Cuantos cumpleaños festejados. Pocos de ellos al lado de nuestros padres en la tierra lejana, confundidos en la alegrÃa de los viejos, de los tÃos , los hermanos y los familiares, desde luego sin torta, sin happy birthday, menos fotos, o videos, pero si muchos abrazos y besos que se han quedado marcados en un rinconcito de nuestro corazón y que allà están compitiendo con el jolgorio de los últimos años, que se confunden con los regalos en papeles de colores, el bordonear de las guitarras, las voces de las canciones de las serenatas y algunas veces cohetes y avellanas, con el entusiasmo de los compadres y los amigos y compañeros de nuestros centros de trabajo y a las 12 en punto de la noche, una voz que grita “apaguen las luces, prendan las velasâ€, que son un montón, en tres hileras y luego el infaltable Cumple años feliz, los flashes de los teléfonos y el infaltable tradicional nietito: “En un dÃa como hoy, un niñito nació lo pusieron xxx y que lindo quedóâ€â€¦, risas y aplausos y los clásicos abrazos y el sonar del timbre del teléfono.
Hasta acá, lo que siempre se hace y lo que es motivo de este absurdo comentario, como muchos de los que me atrevo a escribir y que no me critican, gracias a la gentileza de los que me leen y desde luego con las disculpas anticipadas a los que no coinciden con mis apreciaciones, pero mi equivocado concepto de viejo, me impulsa a hacerlo.
Deseo comenzar conmigo: Que derecho tengo de festejar el dÃa que nacÃ, si en el momento del parto, en el lugar escondido del Perú, que en esos tiempos apenas figuraba en el mapa, sin médico, sin obstetrÃs, sin enfermeras, sin luz eléctrica, sin los mÃnimos cuidados de asepsia y solo con la participación de una “curiosa†vine a este mundo en posición podálica, o sea de pie, cuando esta clase de partos en las mejores clÃnicas y hospitales son partos distósicos o sea muy difÃciles, que casi siempre terminan en cesáreas y en sala de operaciones, lo cual me enteré, recién, en mi cuarto año de Medicina y entendÃ, que lo que la gente decÃa que era un “niño de buena suerteâ€, habÃa sido porque logré nacer vivo, sin ninguna deformación y sin haber causado la muerte de mi adorada madrecita.
Acaso no será un martirio, recordar, para aquellas madres que tienen sus hijos anaencefálicos, o sea aquellos que nacen sin cerebro y algunos de ellos no mueren inmediatamente, sino mientras respiran, se mantienen vivos y según la Dra. Clara Montovani, presidenta de la Asociación Médica Italiana, deben respetarse como seres vivientes, o la opinión de Carlo Casini, miembro de la Comisión de Bioética Italiana, que opina que siendo el cerebro el que comanda todas las funciones del organismo, el ser que respira, sin cerebro, ya es un cadáver y sus órganos pueden ser utilizados para trasplantes y para no dejar sin respuesta, las opiniones acuciosas, que tal vez digan, “entonces la unión del espermatozoide y el óvulo, en los primeros dÃas de la fecundación, donde todavÃa no se define el cerebro, es lÃcito interrumpir el embarazoâ€, el Dr. Casini opina de que el embrión es un ser vivo, con un “futuro†de desarrollo y puede llegar a ser una persona completa.
Será justo festejar a los niños que nacen con osteogénesis imperfecta, los niños con huesos de cristal que se rompen y fracturan al mÃnimo esfuerzo y son un sufrimiento para ellos mismos y para sus familiares y decirles Feliz dÃa en que naciste?.
Y recordando la maldad humana, de ayer y de ahora, como los del holocausto donde mataron a 6 millones de judÃos, polacos, gitanos y a los que ahora también lo hacen por razones fundamentalistas equivocadas, eliminando personas de diferente religión y creen que pueden disponer del destino de sus congéneres. Me pregunto, sin respuesta, qué y cuál habrá sido el pensamiento de aquellos condenados en Auschwitz II Birkenau, esperando el gaz Zyklon B, que acababa con su vida, o los Auschwitz III Monowitz, sometidos a trabajos forzados.
Dios me perdone, pero muchos de esta gente habrá maldecido el dÃa que nacieron y por eso me atrevo a insinuar, que deberÃamos festejar el dÃa que acabe nuestra vida en este valle de lágrimas y haciendo un balance de todas nuestras obras, se nos juzgue realmente por nuestras acciones, olvidando que no hay muerto malo ya que cuando vinimos a este mundo tuvimos las mismas oportunidades, especialmente los que llegamos sanos y teniendo todo, no aprovechamos la ocasión de servir y solo nos servimos, muchas veces atropellando derechos y pertenencias, sin darnos cuenta, que todo hombre tiene derecho a la Libertad, a la Vida y a conseguir la Felicidad.
Jorge REINA Noriega
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