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EL CUERPO DE LA NACIÓN PERUANA

(En homenaje a Toribio Rodríguez de Mendoza) Luis Alberto Arista Montoya* Nunca como ahora- en tiempos de la pandemia generada por el enigmático coronavirus- la coyuntura nos envuelve, nos aturde, nos da qué pensar.

EL CUERPO DE LA NACIÓN PERUANA



15/04/20 - 04:55

(En homenaje a  Toribio Rodríguez  de Mendoza)

Luis Alberto Arista Montoya*

    Nunca como ahora- en tiempos de  la pandemia generada por el enigmático coronavirus-  la coyuntura nos envuelve, nos aturde, nos da qué pensar. Lo coyuntural parece hacernos olvidar el pasado histórico, nos obstruye el futuro: todo parece discurrir en un tiempo de siempre, siempre, siempre; Ahora, ahora, ahora: temporalidad  de cuarentena, de rutina. 

    Sin embargo, debemos sacudirnos de la modorra en busca de un sentido histórico no solo  para nuestro cuerpo individual y cuerpo social, sino también para nuestro “cuerpo de nación”. Estas tres dimensiones corporales son inseparables. 

    Por eso apelamos a rememorar. Pues un día 15 de abril, como hoy, del año  1750, nació  aquí en Chachapoyas-  apacible villa colonial  en aquel entonces- don Toribio Rodríguez de Mendoza, teólogo de la Emancipación y de la libertad humana, y filósofo de la Ilustración del siglo XVIII y de los años fundacionales de la República. Es decir, rememoramos los  270 años de su nacimiento en esa vieja casona mayestática que alberga ahora al Obispado de nuestra ciudad, ubicada haciendo esquina entre los jirones Ortiz Arrieta y el jirón Ayacucho. Perteneció a una familia de nobleza criolla: su padre fue don Santiago Rodríguez de Mendoza y Hernani, y su madre doña Josefa Collantes de Paniagua (según acreditaremos con documentos en un próximo libro).

    El paisaje generacional de Rodríguez de Mendoza estuvo tuvo por cuatro ámbitos de socialización: el ámbito familiar y de las primeras letras (que se desarrolló en Chachapoyas); el ámbito religioso (en el Seminario de Trujillo, donde el joven Toribio consolida su vocación religiosa); el ámbito comunitario (como Cura de poblaciones indígenas, donde descubre la penuria de la vida en los Andes); el ámbito limeño, como  Teólogo y Pedagogo, catedrático en el Colegio Mayor de San Carlos (perteneciente a la Universidad Mayor de San Marcos), donde llega a ser su Rector, implementando una Reforma Educativa radical del sistema memorista colonial; y el ámbito intelectual y político, como pensador e insurgente Ilustrado comprometido con el proceso de Emancipación Republicana, primero al lado de San Martín, luego al lado de Simón Bolívar, hasta llegar a presidir el Primer Congreso Constituyente, al lado de sus mejores compañeros de generación y de sus ilustres discípulos.

     A partir de esos tensos momentos históricos es que empieza a perfilarse el “cuerpo de nación” del Perú  republicano, conectado - según el historiador piurano Miguel Maticorena Estrada- con el primer sueño e idea de “cuerpo de nación” que tuvo ya el Inca Garcilaso de la Vega al escribir sus Comentarios Reales. 

    Casi desde que llegó a la virreinal ciudad de Lima, el joven  Toribio Rodríguez de Mendoza mantuvo contacto con una serie de intelectuales criollos y mestizos que más tarde conformarían la Sociedad  Amantes del País (plataforma de la futura Sociedad Patriótica) que tuvo como vocero  a El Mercurio Peruano, periódico de reflexión sobre la geografía y el destino histórico del Perú.

    Uno de esos compañeros de ruta y amigo suyo fue el Sabio Hipólito Unanue, cuyos padres fueron don Antonio Unanue de Montalivert y doña Manuela Pavón y Salgado. Unanue nació en Arica el 13 de agosto de 1755. Es decir, don Toribio fue su mayor escasamente por cinco años. De ahí que como contemporáneos hicieron muy buenas migas, “jugaron en pared” a favor del proyecto republicano, sobre todo por su libertad, su moderna educación y su buena salud  con una digna calidad de vida. (Viejos problemas que ahora vuelven a preocuparnos a causa de la virulencia del Covid-19).

    Desde el púlpito, desde la cátedra y desde su quehacer político don Toribio apoyó los programas de salud del joven sabio Unanue, quien luego de desertar del sacerdocio, estudió Medicina (titulándose el 23 de diciembre de 1786). Fue el creador del Anfiteatro Anatómico, base de la Escuela de Medicina de San Fernando (que hoy en día pertenece a la Universidad Mayor de San Marcos). Para él la Anatomía era la ciencia ilustrada encargada de conservar la humanidad; de ahí que su libro fundamental se llamara Observaciones sobre el clima de Lima y sus influencias en los seres organizados, en especial el hombre, escrito a manera de tratado y  testamento científico.

    Cuenta el historiador Percy Cayo Córdova que en enero de 1824, estando  Bolívar en su cuartel de Pativilca (en dicha casona funciona ahora el Museo Bolívar), se vio atacado por un fuerte paludismo (generado por un misterioso insecto) que lo postró en cama y puso en peligro su vida. La temible enfermedad había hecho presa de él. Hacia allí se dirigió Unanue para demostrar sus extraordinarios recursos de médico, venciendo a la enfermedad y dispensando al Libertador la posibilidad de seguir al frente de la preparación del ejército patriota. 

    Como asesor y hombre de confianza Hipólito cumplió una meritísima labor política y pedagógica, tal como lo haría también su amigo Toribio. Sin embargo, el 15 de julio de 1883, olvidado por sus contemporáneos que tanto le debían, murió Unanue. Mientras, Rodríguez de Mendoza ya había muerto el 10 de junio de 1825, es decir, cuatro años después de la juramentación de la Independencia, cuando empezaba recién a gatear el cuerpo republicano de la nación peruana. Ambos murieron agónicamente, luchando hasta el final de sus vidas, en medio de la “neurastenia patriótica” de los primeros años convulsos de nuestra República… que  ahora, en abril de 2020, sigue siendo una  República inconclusa. Encontremos la oportunidad de honrarlos a estos PRECURSORES con motivo del Bicentenario. Retomemos y repensemos sus legados.
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*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 15 de abril de 2020. Luis Alberto Arista Montoya.
  
   

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