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TRUJILLO NOS DUELE

Luis Arista Montoya Para Evangelina Chamorro, mujer renacida en Punta Hermosa.

TRUJILLO NOS DUELE



22/03/17 - 11:22


Luis Arista Montoya

Para Evangelina Chamorro, mujer renacida en Punta Hermosa.


Sí, nos une una larga y añeja historia. Sí, también nos une las urgencias del presente, además de  un esperanzador y dudoso futuro. La ciudad de Trujillo- asentada en territorio de la originaria civilización Moche - y la ciudad de Chachapoyas- asentada en los ancestrales cimientos andinos de la cultura Chachapoya -, son ahora/aquí dos ciudades hermanadas en el dolor. Como todo el Perú, padecen de  “la violencia de las horas”, como reza un verso de César Vallejo, poeta trujillano-peruano-universal.

Trujillo fue fundada en diciembre de  1534. Chachapoyas en setiembre de 1538, cuatro años después. Escribo este artículo desde una ahogada y sedienta ciudad de Lima, que fue fundada en enero de 1535. Pero nuestras interrelaciones provienen desde tiempos prehispánicos, pues en la Laguna de los Cóndores y en Kuélap los arqueólogos han encontrados evidencias de comercio entre chachas, moches y mochicas, antes de la invasión inca. Y durante la Colonia y el Virreinato Chachapoyas, Jaén, Maynas y Pataz- antes de la creación  de los Departamentos- pertenecieron a la intendencia del  Arzobispado de Trujillo, hasta inicios de la República.

De tal manera,  la historia ha hilvanado un tejido social duro de roer por la  inclemencia del clima, por la indiferencia de los inclementes, por la incuria de  políticos populistas, por la inercia  burocrática. Como bien expresa,  ahora, Jorge Reina Noriega en su poema: “Mi Perú está herido…llora mi pueblo”.

Seis agresivos huaicos, más lluvias torrenciales han tomado por asalto  la antigua ciudad de Trujillo. Ciudad académica y bucólica en la que siempre soñé vivir. La he visitado innumerables veces por motivos académicos y laborales. En ella reside una respetable colonia amazonense.

Un testimonio. Durante el Fenómeno del Niño del año 1997, como responsable de la Dirección Nacional de Cultura, recibí,  tres mes antes,  el siguiente encargo del Señor Presidente Alberto Fujimori: “Ud se encargará del cuidado y preservación de la ciudadela  de Chanchán; depende de usted para que Chanchán no se vuelva una mazamorra de barro; coordine acciones desde ahora con el ingeniero Alberto Pandolfi” (dicho sea de paso, un  gran reconstructor por  conocer plenamente la geografía peruana). Nos pusimos mente y mano a la obra. La  quebrada San Ildefonso que bordeaba a lo lejos  la ciudadela y que desembocaba en  la playa de Huanchaco, amenazaba con desbordarse e invadirla agresivamente. Con los técnicos del Escuela Arqueológica del INC de Trujillo, y los del Ministerio de la Presidencia, se tomaron  las siguientes medidas:

-Se construyó a unos cien metros de distancia una zanja alrededor  de la ciudadela: con el fin de que por ahí discurran las turbulentas aguas que bajaban del cerro  Las Cabras, y terminen   raudas en la playa de Huanchaco. Así fue.

-Se protegieron los muros de la ciudadela con un techo fabricado con caña de carrizo y greda, forrado finalmente con un plástico, para que el agua de lluvia no penetre.

- Y como la lluvia  venía desde el mar y caía en forma diagonal, se esmaltaron los muros con la goma de tuna y sábila con el fin de que las aguas discurran  hacia los drenajes internos que se construyeron.

Así, las huacas del Sol y de la Luna, la huaca de El Brujo y otras, fueron protegidas por el INC porque mantenía convenios con la Universidad de Trujillo, con bancos y empresas privadas. Hubo solidaridad  previa y preservación anticipada del Patrimonio Cultural.

Así, con esa técnica aprendida de los viejos moches, salvamos Chanchán de una catástrofe  inminente. Seguramente que estas  medidas preventivas han sido replicadas antes de los actuales huaicos, es por eso que Chanchán está a salvo. ¡Felicitaciones! ¡Que siga la buena suerte buscada voluntariamente!

 Pero, no olvidemos. Desde 1996 las autoridades culturales trujillanas vienen gestionando la inscripción  ante UNESCO de París,  en la lista de espera para que el Centro Histórico de Trujillo sea declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad. Una serie de medidas anti-urbanas del gobierno local y regional  han contribuido para no lograrlo; muchos nuevos  propietarios de  viejas casonas han convertido a éstas en galerías de fábrica y comercio; el transporte urbano es caótico y contaminante; la delincuencia urbana cunde, además de otros atentados contra la  estructura y la estética del casco histórico. Ahora, debido a los estragos producidos por los huaicos, esa inscripción ante UNESCO tardará aún más. Este es un reto y recado para el comité de gestión de  reconstrucción nacional.



Una de esas casonas tomadas  por el lodo es la casa del ilustre poeta trujillano César Vallejo, que por paradoja o por lógica del clima, el pasado 18 de marzo cumplió 125 años de nacimiento(nació en 1892; murió el 15 de abril de 1938).

La poesía es metáfora del recuerdo, rememoración de dolores, alegrías, temores, dudas y esperanzas, a través de alegorías. Incluso, quizá, recordando  las torrenciales lluvias de su pueblo andino Santiago de Chuco, Vallejo intuyó su propio morir: “Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo”

Vallejo, todo un hombre terrígeno, telúrico. Cantó al agua, a las piedras, a los árboles. A su gente.

 Apelo- para terminar- a sus propios poemas. Escribió: “Esta mañana bajé/a las piedras ¡Oh las piedras!/Y motivé y troquelé un pugilato de piedras”. “Madre nuestra, esta mañana/me he corrido con las hiedras/, al ver la azul caravana/ de las piedras/de las piedras/, de las piedras…”

“En Lima…En Lima está lloviendo/ el agua sucia de un dolor/qué mortífero/. Está lloviendo/ de la gotera de tu amor”. “Mas, cae, cae el aguacero/al ataúd de mi sendero/, donde me ahueso para ti”.

Y en su clásico poema “Los dados eternos”, Vallejo pareciera intuir el cambio climático urbi et orbi: “Dios mío, y esta noche sorda, oscura/, ya no podrás jugar, porque la Tierra/es un dado roído y ya redondo/a  fuerza de rodar a la aventura/, que no puede parar sino en un hueco/, en el hueco de inmensa sepultura”.
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*EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 22 de marzo de 2017. Luis Arista Montoya.

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