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EL YARAVÍ DE LEYMEBAMBA: EN EL “DÍA DE LA CANCIÓN ANDINA”

Luis Alberto Arista Montoya* Para los que tenemos la suerte de disfrutarlas, tanto la música como la lectura son dos buenas compañías para sobrellevar el ostracismo y amenguar el aburrimiento existencial durante la presente pandemia. Son verdaderos bálsamos de carácter espiritual.

EL YARAVÍ DE LEYMEBAMBA: EN EL “DÍA DE LA CANCIÓN  ANDINA”



18/06/20 - 07:03

Luis Alberto Arista Montoya*

    Para los que tenemos la suerte de disfrutarlas, tanto la música como la lectura son dos buenas compañías  para   sobrellevar el ostracismo y amenguar el aburrimiento existencial durante la presente pandemia. Son verdaderos bálsamos de carácter espiritual.

   Justo, cuando estábamos disfrutando la novela La Caverna del Premio Nobel portugués José Saramago, recibí un video sobre la letra y música del Yaraví de Leimebamba, remitido por nuestro amigo Peter Lerche, actual Director Regional de Cultura de Amazonas, conmemorando el Día de la Canción Andina, el pasado 15 de junio. Excelente iniciativa. 

    Hemos visitado varias veces este hermoso y pujante pueblo, sea por motivos familiares, en vacaciones y por trabajo que es cuando tomamos la justa y oportuna decisión  de que las Momias de la Laguna de los Cóndores se quedaran y pernoctaran en un moderno museo con el fin de preservarlas y promover el turismo cultural, gracias a la cooperación solidaria de la propia comunidad, y el apoyo y asesoramiento  científico y económico del Ministerio de Cultura de Austria, logrado por gestión de la Dra. Sonia Guillén.

     Hasta el momento de este extraordinario descubrimiento arqueológico en 1997, el pueblo de Leymebamba fue un pueblo macondiano, donde  solo el paso de camiones y de buses interrumpía su rutina diaria. El hallazgo marcó un antes y después, sobre todo a partir de la inauguración del Museo Comunal. La presencia de turistas cada vez estaba en aumento, hasta que llegó la pandemia Covid-19. Ahora existen más de una docena de buenos restaurantes y hoteles, además con una buena infraestructura de servicios públicos. Es un pueblo con destino histórico. Pronto, estamos seguros, recibirá cientos de turistas.

    Entonces, estas vivencias nos dan algún derecho ahora  para referirnos a su melódico Yaraví, tesoro de su riquísima tradición oral. Tradición que no puede ser opacada ni apocada por ninguna arrogante mal llamada música posmoderna. Y para cumplir mejor con los lectores y auditores de esta emisora, recurrí presto a la buena memoria de mi hermano Francisco Javier Arista Montoya, quien tuvo la suerte de trabajar allí como profesor de Literatura una buena tanda de años. Gracias hermano por los datos.  Entonces vayamos al grano.

   “Fiesta en la Pampa”, fue el  nombre originario de Leymebamba, pues este hermoso pueblo, quizás el Distrito más promisorio de la Provincia de Chachapoyas (y, digamos de paso, que siempre desea ser la octava provincia de nuestro querido Departamento de Amazonas, sería un  justo reconocimiento por su prosapia histórica), iba sentar sus raíces en una hermosa pampa, que posteriormente se convirtió en una  cancha de fútbol llamada “Dos de Mayo”, que ya ha sido incorporada al pueblo conforme  se fue urbanizando Leymebamba.

    Un antiguo camino de herradura (con trechos de camino inca), desde inicios de la época republicana, unió la ciudad de Chachapoyas con la ciudad de Cajamarca, por donde transitaron contingentes de  arrieros procedentes de una y otra banda, trasladando personas, productos agrícolas y carga comercial oriundas de la costa (arroz, harinas, manteca, telas, medicinas, ropa, etc.) y oriundas de la amazonia (café, cacao, yucas, frejoles, maíz, papas, frutas, sombreros y pasajeros). Los caminantes que hicieron camino al andar viajaban contando  mitos, leyendas, anécdotas y chismes, cantando alegres tonadas aprendidas en los pueblos donde reposaban o se hospedaban. Es así como arriba la letra y música del yaraví sureño procedente de la transculturación arequipeña. Esta es nuestra hipótesis de trabajo. Y  ancla en Leymebamba porque dicho pueblo era por aquel tiempo una pascana obligatoria para el descanso de acémilas y arrieros que animaban sus noches cantando y bebiendo un buen aguardiente, ronderito o cinzano.

     Es por eso que los actuales lemichos son pertinaces contadores y cantadores (y catadores de buenos vinos), incluso practican con el mismo fervor  rancheras mexicanas y  pasillos. Es parte consustancial de su amistad democrática asentada con lucidez en una fuerte tradición oral.

    Un pueblo que tiene cosas maravillosas. Desde su población: con gente constituida por matronas y caballeros distinguidos, bellas damas, una juventud estudiosa y ambiciosa en sus aspiraciones, ciudadanos que desde niños se socializan en chacras y en vaquerías, cantando y bailando; una agricultura envidiable que produce  papas y frejoles que son una delicia gastronómica en todo Perú; una robusta ganadería que produce ahorita mismo quizás el mejor queso, un delicioso yogurt y el dulce manjar blanco de toda la comarca amazonense.

   Con un  historial pre-incaico digno de estudio que se sintetiza en los restos hallados en la Laguna de los Cóndores, en las ruinas de La Congona (un Kuélap  chico) y que se ordena y moderniza en su hermoso MUSEO COMUNAL, creación heroica de esa gran mujer doña Sonia Guillén, Directora del Instituto Malqui. Mostrando el gran desarrollo de la Cultura Chachapoya en simbiosis  con la Cultura del Imperio del Tawantinsuyu desde la época de la conquista del Inca Túpac Inca Yupanqui, de la cual dieron fe el Padre Blas Valera y el Inca Garcilaso de la Vega a través de Los Comentarios Reales de los Incas. 

      Este hermoso pueblo (no dejen de visitarlo en la primera oportunidad que tengan y cuántas veces puedan), asentado en la parte sur del hermoso Valle Sagrado de los Chachapoya, tiene también  una rica cultura viva expresada en una artesanía  textil que  confecciona  frazadas, alforjas, alfombras, bolsos, teñidos artísticamente con tintes cuyos elementos químicos constituyen un secreto de estado que  guardan celosamente las artesanas en el refugio de su memoria e imaginario artístico. Tiene también cuentos, mitos y leyendas que son transmitidos de generación en generación: de boca-a-oído-a-corazón. Que formó a  Maestros como don Arturo Mori Hidalgo y Floríndez Díaz, profesor y alumno de la histórica Escuela Normal Mixta de Chachapoyas, entre otros escritores.

    El Yaraví de Leymebamba es una joya que merece especial cuidado. Parece que esta tierna expresión musical fue creada primero como poema en Arequipa por   Mariano Melgar, pero una vez que se musicalizó devino en canción triste, melancólica. En cambio, debido a la tranculturación y el mestizaje el de Leymebamba es un yaraví ahuaynado, alegre y hasta bailable. Si don Mariano Melgar viviese estaría orgulloso de que por nuestros  lares exista también una especie musical como ésta: porque el arte, la poesía y la música no tienen frontera.

    La gente en Leymebamba lo canta en la tristeza como en la  alegría, se lo canta en el cementerio cuando despiden a sus seres queridos, se lo canta en todas las circunstancias de la vida, sino vayamos a la Gloria Eterna de la Virgen del Carmen y preguntemos a doña Santos Vega, a don Apolinar Vega, a doña Rosa Escobedo, a don Antonio Escobedo, a don Julio Jáuregui, a don Héctor Díaz, a los Hermanos Aníbal y David Ullilén, al mismo “Misho” Mori, a los hermanos Leoncio y Rodomiro Hidalgo, a don Darwin Vega, a Manasés Chávez, Leoncio Hidalgo, entre otros . Y en la actualidad, a Sarita Ullilén, a Deidamia Díaz, a Antonio Cueva, al sempiterno James Hidalgo y sus sapientes hijos que son sus seguidores, a doña Noelina Escobedo, a Carmen Rosa Delgado, a Marlon Mendoza, a Melder Díaz, en fin a todos los que lo siguen cantando cashpetes o no…Pero sobre todo y cómo no, a nuestro queridísimo paisano que nos llena de orgullo aquí, allá y acullá , nuestro Canta-Autor HOMERO OYARCE EZCUADRA, pues sus canciones tienen sus raíces profundas en el Yaraví Lemicho y en el riquísimo dialecto de Chilingote, Palmira, Pomacochas, Oyón y las alturas de ambas riberas del río Utcubamba; sino escuchemos su: Distancia Distancia, Urpichallay, el Simshanga, Ponchito de Chilingote y esa tristísima canción dedicada a su primo Walter Oyarce, el recordado hincha aliancista. En todas estas canciones y las cuchucientas que tiene Homero, se resume la pulsación musical del Yaraví Lemicho. Es un señor trovador del ande amazónico.

     Y terminamos  esta nota con mucha nostalgia y tristeza, porque hoy partió a cantar en los cielos del ande peruano ese notable gorrión y guitarrista de nuestra Música Andina Don Manuel Silva “PICHINCUCHA”. Encontramos  coincidencias y aproximaciones entre  sus canciones con la música y letra del  Yaraví Lemicho. 

    Nos toca salvaguardar, cuidar y cantar nuestro Yaraví. Y que nuestra Universidad Toribio Rodríguez de Mendoza o el gobierno Regional propicien una seria investigación de carácter étnico-musical que trascienda el tiempo histórico de la víspera del Bicentenario, que está aquishito nomás… Y como escribe José Saramago en su novela La Caverna: “La víspera, No entiendo lo que quiere decir, La víspera es lo que aportamos a cada día que vamos viviendo, la vida es acarrear vísperas como quien acarrea piedras, cuando ya no podemos con la carga se acaba el transporte, el último día es el único al que no se le puede llamar víspera”… 

Tengamos en cuenta estas palabras del Premio Nobel de Literatura.
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*EDITORIAL. Para Reina de la Selva. Lima 18 de junio de 2020. Luis Alberto Arista Montoya.

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