Se inició la nueva fase de cuarentena focalizada con claras reglas de “convivencia” con el virus: Yo me lavo las manos, yo uso mascarilla, yo mantengo mí distancia, yo cuido a los niños y adultos mayores, y yo respeto el toque de queda y protocolos (la circulación se permitirá de 4 am a 10 pm de lunes a domingo); excepto en 7 regiones que son: Arequipa, San Martín, Huánuco, Madre de Dios, Ancash, Ica y Junín, que son las que presentan mayor peligro de contagio y muerte. Felizmente, nuestra región Amazonas, no figura en esta lista negra, pero no hay que confiarse y nada de celebrar.

    “Me cuido, luego existo” es el apotegma; y, si existo sano, puedo cuidar de los demás, siempre y cuando éstos también sepan cuidarse, de esa manera mutuamente salvaremos nuestra circunstancia histórica. El “Yo me Cuido” depende de la libertad y voluntad de mí cuerpo. De nadie más. Nuestro cuerpo es el protagonista.

    Para la filosofía antropológica la verdad es el cuerpo. Para los griegos el cuerpo era el cautiverio del logos (de la Razón) que indaga sobre los primeros principios y las primeras causas. La filosofía medieval lo puso entre paréntesis, solo el alma merecía ser estudiada, pues el cuerpo era un ente proclive al pecado.

    Los filósofos racionalistas y empiristas del Siglo XVIII (entre los que se encuentra el chachapoyano Toribio Rodríguez Collantes), lo consideraron como “sustancia extensa” (soma=cuerpo) y “sustancia pensante” (ser racional). Hoy el médico-filósofo español Pedro Lain Entralgo, en su voluminoso libro El Cuerpo Humano, Teoría Actual (publicado por la Editorial Espasa Calpe. S.A., 1988; año en que este escribidor tuvo la suerte de ser su alumno en la Universidad Complutense de Madrid), plantea tres dimensiones del cuerpo: como realidad física (soma); como fenómeno (según la experiencia que tiene cada hombre de su cuerpo y del cuerpo ajeno); y como misterio que la Biología investiga desde su aparición en el cosmos. 

    Las tres dimensiones se sintetizan en la idea del cuerpo como paradigma de la exterioridad, aprehendido por la mirada del prójimo, que a su vez también es un cuerpo mirado por mí. Pero actualmente el gran problema está que en pequeñas, medianas y grandes aglomeraciones sociales   mi mirada y la mirada de los otros resultan ser miradas de cuerpos sospechosos por el miedo a ser contagiado a causa del Covid-19, un virus de “cuerpo” misterioso. ¿Qué hacer, entonces? Solo cuidarse, respetando las normas epidemiológicas recomendadas. Sin olvidar el apotegma: “me cuido luego existo”.

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