24/08/21 - 04:47
Luis Alberto Arista Montoya*
Por el año 1997, el politólogo italiano Giovanni Sartori (nacido en 1924 en la bella ciudad de Florencia y fallecido en el 2007), escribió un premonitorio libro sobre la sociedad teledirigida a causa del uso/abuso de la televisión y del internet, titulado “Homo videns”: el hombre que tan solo ve y cree en el poder comunicativo de las imágenes. A causa del posible retorno a las clases presenciales esta cobra una gran vigencia. (Digamos de paso, el año 2005, Sartori recibió en España el Premio Príncipe de Asturias en Ciencias sociales)
Debido a la pandemia los escolares vienen recibiendo, por segundo año consecutivo, clases virtuales (en computadoras, tabletas, celulares) y por tv-radio (aprendo en casa), en desmedro de un buen proceso de enseñanza/aprendizaje. Pues no es igual que en una clase presencial, donde el ambiente de socialización se da a través del compañerismo y amiguismo, bajo la sabia tutela del maestro de aula (siempre y cuando el profe se quite el sombrero, sin dar tingotes con el lápiz a las orejas)
Giovanni Sartori investigó que la sociedad moderna ha dado el salto del estado del “Homo Sapiens” (propio de la cultura escrita) al estado de del “Homo Videns” (propio de la cultura de las imágenes, que es más que lo hablado, más que lo escrito). Y estudió el fenómeno de “videos-niños” que da como resultado la formación de una nueva generación que tiene a la TV e internet como una primera escuela (supliendo al hogar como el primer ámbito de socialización del niño). De ahí que se explique los enfrentamientos con sus padres a causa de esa adicción electrónica (“celularititis”, “tabletitismo”). Para esta nueva generación (cuyo trecho etario va entre los 5- 15 años) la imagen es el mensaje: creen en lo que ven. Ver para creer.
Sartori predijo que la educación virtual retrasa el proceso cognitivo y la capacidad de abstracción de los niños. Se produce una pobreza de entender su relación con los demás y con su mundo circundante. Pero también los padres (especialmente la mamá) viven sumamente estresados por guiar las sesiones de educación virtual de sus hijos) y, porque para poder descansar (o hacer otras cosas) tendrían que recurrir nuevamente al auxilio de esos instrumentos convirtiéndolas en “nodrizas”, para que los niños se entretengan, y dejen de “joder”.
He escuchado con muchas ínfulas a un “experto” internacional decir que la educación virtual en esta pandemia está produciendo una “pobreza de aprendizaje”, que los niños sufrirán un retraso de aprendizaje de diez años y que redundará en su capacidad laboral a futuro. Esto no es cierto, no ha sido comprobado. Estos zahorís de escritorio abundan: presionan a los Estados para que ordenen el pronto retorno a clases presenciales, sin tener en cuenta que cada país es diferente, diverso. Hay pobreza de aprendizaje cuando hay hambre, extrema pobreza en los hogares
La tal “pobreza de aprendizaje” se está mitificando. Ahora un niño es muchos más despierto y hábil con cerebro, emociones y manos para buscar información, para indagar. Ahora el niño descubre el mundo no solo a través del habla de sus padres (o adultos) sino también a través de miles de imágenes. Lo importante es que los padres y los maestros tutelen el buen manejo de esos instrumentos. No dejarlos a su libre albedrío, pues todo niño es curioso por naturaleza
Claro que una clase presencial es mucho más humana porque evita el estrés, la soledad y falta de socialización. Además el colegio es un ámbito donde el niño se siente acogido, juega y puede hacer travesuras. Esto lo decimos con añoranza quienes alguna vez pertenecimos a la generación de protesta y ahora pertenecemos a la generación de la próstata: Pues, no hay más vital que la puntualidad a la hora de ingresar y salir del colegio; de escuchar y entender al maestro dentro de una habitación con aroma de aula; de alegrarse a la hora del recreo o en la hora de educación física; o de aplaudir y reír los días viernes (sábado chico) o los días feriados. Ni hablar de las vacaciones, de los desfiles y días y noches deportivas. Fueron años felices. ¡No hay nada como una clase presencial!
Planificar el retorno a clases presenciales en estos momentos, cuando justamente es inminente la llegada de la agresiva variante “delta” del coronavirus, no es nada prudente. Aunque sea semipresencial y voluntaria, máxime cuando aún no han sido vacunados todos los profesores, y la gran mayoría de colegios no cuenta con agua y desagüe.
Y si asisten que vayan por horas y por grupos; o que los instrumentos metodológicos sean híbridos (a través de medios digitales o mediáticos-televisión y radio); que los contenidos curriculares se reduzcan al mínimo indispensable, sin cháchara, sin hojarasca, al grano; y que mediante la recreación del curso “El Niño y la Salud” el niño y el adolescente descubran el respeto de su cuerpo, y el cuerpo de sus compañeros. Cuidado que implica, por lo demás, el dominio y la autorregulación de las emociones, sobre todo mediante actividades lúdicas… Enseñar y aprender como jugando, ahí está clave…
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EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 24 de agosto de 2021. Luis Alberto Arista Montoya.