El 21 de marzo- como todos los años- se celebra en el mundo entero el “Día del Agua”, por disposición de la ONU. A una gran parte de la población peruana ha pillado esta celebración con el agua hasta el cuello debido a las torrenciales lluvias y huaicos generados por el ciclón Yacu (que en quechua significa agua- de ahí el nombre de nuestro legendario pozo de Yanayaku, que felizmente nunca se desborda). Nada que celebrar, esta es una paradoja de la vida. Es imperativo, entonces, una urgente toma de conciencia.

De lo que se trata ahora es de darnos cuenta que esta rebelión de la naturaleza se debe al fenómeno del cambio climático que padece nuestro planeta, debido a la sobreexplotación de los suelos, de la contaminación del mar, lagos, lagunas, ríos, puquiales, causado por la voluntad maligna de los hombres a nombre de un desbocado progreso materialista. Urge un buen tratamiento de las cuencas de ríos, sobre todo.

A la cada vez más escaza agua limpia y bebible se la conoce ahora con el nombre de “oro azul”. Tal como se valoriza una onza del “oro amarillo”, así también debemos valorizar una gota del “oro azul”. Hay que cuidar el agua, no desperdiciarla. Su gestión es un reto para el desarrollo sostenible (válido para las generaciones futuras), pues el cambio climático está modificando el ciclo y los nutrientes del agua. El agua es un recurso hídrico que en las grandes ciudades y en los campos agropecuarios debe ser manejado por expertos, en bien de la salubridad y de riego tecnificado.

Se calcula que unos 11 millones de toneladas de plásticos   arrojados por los hombres van a dar a los bellos océanos cada año: donde los peces y mariscos se “alimentan” de plástico; casi lo mismo sucede con ríos, quebradas, riachuelos que al ser invadidos de basura  y en tiempos de lluvias torrenciales, entonces, sus lechos se colmatan produciendo inundaciones y huaicos mortales.

Es por eso que la ONU se encuentra analizando la crisis por escasez de agua en el mundo. El problema es que los Estados lo soslayan  pese al riesgo de que millones de personas sufran escasez. Esto tiene que ver también con la cacareada política pública de la seguridad alimentaria: pues sin agua potable no hay una buena alimentación. “Necesitamos  desarrollar una nueva economía del agua que nos ayude a reducir el despilfarro”, advirtió Ngozi Okonjo-Iweala, de la Organización Mundial del Comercio. Las empresas de bebidas, las mineras, las empresas textiles y otras que la usan(o abusan) tienen la inmensa responsabilidad social de cuidar el agua, y después de usarla reciclar las aguas servidas para regar jardines y chacras.

 Porque el agua es vida y salud. Nos lo enseñaron los Incas y los griegos. Cuidar el agua es cuidar el cuerpo. Además es una fuente principal de energía limpia (generada por hidroeléctricas). Para  el filósofo  griego Tales de Mileto, por ejemplo, el agua era el principio primero del origen y sustento de toda la realidad, de la unidad  ecológica Hombre/Planeta Tierra.

La toma de conciencia de este peligro es importante en estos momentos. Y hay que empezar con los niños. Ayer me alegró comprobar esa esperanza al ver  a cientos de niños de segundo grado de primaria (de 7 años- edad de la asimilación mediante símbolos y del juego), salir alegres  portando orgullosos un dibujo hecho por ellos:  dos manos abiertas recibiendo una gota azul de agua, bajo la siguiente leyenda: “Cuando protegemos el agua, cuidamos la vida y la naturaleza”… Porque una mano lava a la otra mano, y con ambas lavamos nuestro rostro. Tenemos la esperanza que todos los niños en sus colegios gocen, alguna vez, de agua limpia por el bien de su salud. Y por respeto a la dignidad de su cuerpo.

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