27/04/23 - 03:54
Luis Alberto Arista Montoya*
¿Qué hemos hecho (o dejado de hacer) los peruanos adultos para merecer la triste y trágica suerte de tener a tres ex presidentes en la cárcel? ¿Cómo explicar esto a los niños, a nuestros hijos y nietos? Indudablemente los mayores nos equivocamos groseramente al elegirlos, a falta de buenas opciones apostamos por apostar. Con razón los menores nos reprocharán: ustedes también tienen la culpa por no saber seleccionar y elegir.
Pero como la corrupción polÃtica está tan arraigada, desde tiempos coloniales hasta la actualidad, éste fenómeno corruptÃgeno se está normalizando en el imaginario popular, hasta tal punto que mucha gente siente pena por esos presos; y de seguro que los electores podrÃan votar aún a futuro por el mal menor, o el menos corrupto, el menos sospechoso, el más simpatiquito, el más prometedor: de esa manera la tómbola de mentiras, desilusiones y pillerÃas continuará ad-infinitum.
Son cuatro las causas explicativas: La causa eficiente de esta enfermedad: es la ausencia de una ciudadanÃa bien formada e informada. La causa formal: que las endebles leyes electorales no se cumplen, el estado democrático constitucional de derecho es precario. La causa material: la inexistencia de partidos polÃticos sólidos, con ideologÃa verdadera, clara y distinta y, por supuesto, con lÃderes y militantes probos; y, por último la causa teleológica: somos un paÃs-paisaje sin fines futuribles, no hemos sabido construir un Proyecto PolÃtico Nacional Consensuado (P. P.N.C)
Debido a sus inquilinos de lujo (y lucro), no necesariamente precarios, creemos que el Penal Barbadillo más bien debe ser conocido como el Penal Barbapillo: porque sus tres ocupantes son a cual más pillo (ratero). El politólogo Fernando Vivas titula su columna de ayer (El Comercio 26-4-2023) de la siguiente manera: “Alberto, Alejandro y Pedro, ¿cuál peor?, una especie de balance entre el bien y el mal; lo común es que ese trÃo fueron elegidos por nosotros. Intonsos, ingenuos los electores que no supimos elegir bien.
Pero, el Perú no es una charca ni una chacra; no es un territorio baldÃo, ni tampoco un llano en llamas. El penal Barbapillo no es imagen o sÃmbolo que nos representa. No. Es un negro refugio, un escarnio sÃ.
La historia del Perú no es la historia de cárceles, cementerios, de templos (con falsos Ãdolos, y crédulos feligreses), ni un bonito museo que nos vanagloria. No. El Perú es un paÃs más dulce que cruel, porque los peruanos vivimos siempre regidos por el principio de esperanza.
A propósito, para finalizar, rescato un desconocido texto del joven Jorge Basadre, que merece estar en la pared de todos los hogares, de todas las aulas. A sus 34 años el historiador tacneño escribió el siguiente texto:
     “La historia en el Perú no puede ser un cementerio, ni un museo, ni siquiera un templo. Preciso es considerarla como fragua. No hay que adorar a los cadáveres de nuestros antepasados, creyéndoles dioses o gigantes; ni hay que hacer con ellos macabra antropofagia, hiriéndonos a nosotros mismos al afirmar que descendemos solo de ladrones, asesinos o bandidos. Por eso, ni el escarnio sistemático, ni la exaltación sensiblera caben tratándose de nuestra historia. El destino del Perú no ha culminado y es el futuro y no el pasado donde hay que mirar si queremos tener un paÃs en forma. Cada etapa histórica mirada aisladamente no tiene sino un contenido fragmentario. Ni siquiera existe en separación con las demás; porque hay mucho de preinca en el Estado de los Incas, hay mucho de aborigen en la Colonia y hay mucho de prehispánico y de colonial en la época republicanaâ€â€¦Asà termina este hermoso y antológico texto del Maestro Basadre. Digno de recordarlo siempre.
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EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 27 de abril de 2023. Luis Alberto Arista Montoya.