He recibido con mucho agrado en mi computadora algunas fotografías de pinturas murales realizadas por  una veintena de artistas plásticos amazonenses, hechas sobre algunos muros públicos de nuestra apacible ciudad de Chachapoyas. Actividad promovida por el artista Pablito Vilca Mendoza (a quien me gustaría conocer), y bajo el apoyo económico del gobierno regional.

Iniciativas y acciones como estas nos regocijan porque son muestras del amor a la creación artística, y de la promoción de la educación por el arte. Felicitaciones y felicidades a los promotores y  expositores, y, por supuesto, a los espectadores que tendrán la oportunidad de  vivenciar el goce estético que enriquece el alma y el entendimiento.

El membrete  “Pirqa Raymi – nombre quechua de la muestra- ,  traducido puede significar la fiesta de los muros, o fiesta en los muros, porque los muros son estampados de colores expresando temas de la identidad cultural de nuestra región, una forma de concientizar e incentivar el amor y respeto a la antigua historia de nuestra tierra. Eso por un lado. Pero por otro lado, se busca dar la palabra (el pincel y la brocha) a  jóvenes aristas para que tengan  la oportunidad de expresar sus ideas y sentimientos estéticos más allá de los individualismos.

El arte mural, desde la época pre-incaica viene siendo una tradición pictográfica y sociológica de mucho significado antropológico e histórico. Como prueba está el arte rupestre que abunda en Bagua y Bongará, por ejemplo; están los geoglifos y geroglifos también. Y en las ciudades, apostando por el arte urbano, salen muchos artistas a pintar graffitis con sprais sobre paredes y muros abandonados, como una forma de arte testimonial o de resistencia callejera.

Este testimonio chachapoyano me hace recordar dos acontecimientos históricos contemporáneos: durante la rebelión universitaria francesa de Mayo del 68, cientos de estudiantes de las Escuelas de Arte pintaron paredes y muros públicos y privados con  temas revolucionarios bajo slogans protestatarios. “Prohibido prohibir”, “la imaginación al poder”, fueron algunos de los slogans que recuerdo. Pero fueron cientos, sobre todo en el antiguo Barrio Latino de Paris. Frases que luego fueron recopiladas y seleccionadas por los estudiantes de lingüística bajo la tutoría del semiólogo Roland Barthes, que llegó a publicar un libro testimonial bajo el título de “Hablan los Muros”. El otro acontecimiento que recuerdo fue la pintura de  muros de las calles de Lisboa que bajaban desde el Barrio Alto hasta el puerto de Lisboa, durante el derrocamiento de la última dictadura militar realizado por jóvenes oficiales y estudiantes universitarios bajo el lema de “La Revolución de los claveles”, porque tuvo a esa flor como símbolo de protesta contundente pero pacífica. Todavía se conservan algunos de estos  vestigios pictográficos tanto en Perís como en Lisboa, que hemos tenido la  oportunidad de apreciar.

En los muros el arte se exterioriza y se exorciza, se vuelve público y universal, distrae la mirada y nos hace tomar conciencia sobre la verdad(o la mentira) a través del valor estético de la Belleza. En cambio, al interior de los muros de un museo, por ejemplo, el arte se ensimisma, se vuelve elitista porque solo algunos afortunados que puede pagar su entrada lo pueden disfrutar. Afuera, hablan los muros. Adentro, se escuchan “las voces del silencio” a través de los cuadros. Ambos son válidos y necesarios, sobre todo en estos momentos en que la corrupción también percude el lenguaje la mirada,  las costumbres, las creencias y los sentimientos.

Artistas y espectadores, hagan que las Pirqas Hablen, para que en forma festiva coloreen nuestra vida comunitaria, al aire libre. Para ser libres como el viento ocupen otros muros perimétricos  de nuestra ciudad.

______