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TEATRO POÉTICO Y CULTURA DE PAZ

Luis Alberto Arista Montoya* Desde algún tiempo venimos sosteniendo la hipótesis de trabajo de que es posible construir una Cultura de Paz

TEATRO POÉTICO Y CULTURA DE PAZ



11/10/23 - 04:18

Luis Alberto Arista Montoya*

Desde algún tiempo venimos sosteniendo la hipótesis de trabajo de que es posible construir una Cultura de Paz mediante la asimilación estética de las obras de arte. Creo que esta hipotética conjetura ya es una tesis. Si los ciudadanos- desde su niñez - tienen proclividad (y la oportunidad) de gozar del arte, mayor es la posibilidad que ellos se conviertan en agentes de paz.

La sensibilidad por los valores estéticos (teatro, literatura, poesía, música, artes plásticas) que promueven el disfrute de la Belleza y la Verdad predisponen a la gente hacia el Bien, y “no hay mayor felicidad humana que hacer el bien”, decía el viejo Aristóteles, creador del teatro de la “catarsis”, es decir del desahogo del espectador a través de temas real-imaginarios que observa exaltado en el escenario. El teatro es liberador de traumas y taras sociales. De ahí la importancia de la disciplina humanística de la Educación por el Arte. Quien no ha sido educado por l arte resulta siendo un ser vulgar, chato, mediocre: proclive a la violencia contra los demás, predispuesto a violentar al prójimo que está próximo a él (como para robarle su celular, instrumento que ahora en el Perú es utilizado como arma de extorsión y grabadora de mensajes para mandar/ejecutar acciones de sicariato.

Acabo de ver la obra “Salamandra de hojalata” del dramaturgo y poeta Manuel Pantigoso Pecero, inscrita en lo que el viene desarrollando como escuela de dramaturgia llamado Teatro Poético. Obra que durante sus casi horas de duración se convierte en una especie de isla (no de la felicidad), dentro del archipiélago de islas negras malignas y contaminadas/contaminantes en que se ha convertido la escena contemporánea mundial.

Su obra no dicta anatemas, críticas ni propuestas seudomorales para salir de la crisis. Mediante la unión dialéctica objetiva/subjetiva propone diálogos (aparentemente inconexos) entre personajes de distinto jaez que solo tienen en común viajar atiborrados en un vetusto tren (¿el tren de la vida?), asediados por una salvaje salamandra portadora de malignidad envuelta en efluvios de fuego incandescente.

El diálogo cunde, los parlamentos se cruzan, En esta obra de Pantigoso el protagonista es el lenguaje poético. El Ser habla en el tiempo de viaje. Habla a través de los personajes: donde el actor se desrealiza como personas, e imaginariamente (para él como para el Director y nosotros los espectadores) se convierte analogon, es decir en una analogía pero con fuerte carga de veracidad
Según el DRAE  la salamandra es un anfibio urodelo  de unos 20 cm de largo, la mitad aproximadamente para la cola, y piel lisa, de color negro, con manchas amarillas (como el pez perico que se cría junto a los botaderos  de aguas sucias que llagan al mar); los cabalistas lo consideran como un ser fantástico, espíritu elemental del fuego.

La salamandra en la obra de Pantigoso es de hojalata (artificial, endeble) pero sus últimos estertores amenaza aun cuando todo el mundo viaje en aparente paz, parece que la hojalata es un disfraz que oculta el mal. Y que el mal nunca desaparece porque- como dice Manuel Kant- existe el “mal radical” por más bondad, libertad y voluntad que tenga el ser humano.  “Mal radical” (como la de la  salamandra) está ahí siempre al asecho.

Nietzsche- que es un filósofo póstumo, siempre- dice y lo cito: que la comparación entre las cuatro estaciones del año y las cuatro edades de la vida es una venerable necedad. Ni los veinte primeros ni los últimos años se parecen en nada a una estación, a menos que nos contentemos con esa metáfora que compara el color blanco de los cabellos con el de la nieve, o con otros pasatiempos de otra clase… 

En su obra lírica Pantigoso apela a la metáfora de las estaciones (las estaciones del tren coinciden con las estaciones climáticas). En estos tiempos de cambio climático y de estaciones imprevisibles, apelar a esta metáfora resulta casi obvia. Y existe en filosofía lo que yo llamo “la insoportable obviedad del ser”.

A través de su sabia apuesta por la integración de las artes Pantigoso grafica la estación de la primavera como la de las guirnaldas (¿su preferida flor?; la estación del verano como la de las gambillas; la estación de otoño la representa con las de los racimos (¿de uvas?, de ¿aceitunas? ¿de saúco); y la de invierno representada por las pasas/arrugas... A lo que el autor agrega la estación de Yerbal, la de la poesía. La poesía como yerba buena, apetecible, comestible. Yerba buena que ha de sembrarse, regarse, deshierbarse, podarse (cutipa) y cosecharse para ser consumida por todos (o por casi todos. Como la buena Poesía de Pantigoso. Sobre todo en estos tiempos de perentoria necesidad a favor una verdadera Cultura de Paz.
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EDITORIAL. Para Reina de la Selva. Lima 11 de octubre de 2023. Luis Arista Montoya.

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