05/02/25 - 04:52
Luis Alberto Arista Montoya*
Para los que impartimos el curso de Filosofía de la Ciencia, los inicios de la segunda administración del presidente Donald Trump merece un análisis que vaya más allá de la politología. Por dos razones: una, por la presencia en el gobierno de una elite científico-tecnológica, tanto en el mando y comando del poder, más allá su condición de expertos asesores; dos, porque la tecnología digital devendrá en ideología estatal buscando ser aceptada y legitimada por la la sociedad.
Es probable que estemos asistiendo a la concreción del utópico sueño del viejo filósofo griego Platón quien sostuvo la tesis que la sociedad debe ser gobernada por los filósofos (científicos, de aquel entonces), los únicos capaces de organizar racionalmente el Estado para una administración legal y justa
Sin embargo, los tecnólogos que han de cogobernar con Trump son tradicionalmente pragmáticos: sus intereses y estrategias buscan el poder político para controlar y aumentar su fortuna. Gobernar guiados por fines no necesariamente de solidaridad democrática. El Bien Común no figura en su diccionario tecnocrático. Cuando traten de arrinconar y sustituir a los congresistas, a los secretarios de Estado, a la CIA y al FBI ( pero no osarán competir con el sector Defensa) en ese momento, surgirán colisiones interinstitucionales que podrían llevar hacia una “democracia despótica” con tendencia imperialista (sustentada en un imperialismo digital/militar); mientras que los países subdesarrollados- como Perú- orbitarán como colonias; la colonia peruana está en la mira debido a la instalación del Puerto de Chancay que favorece a la estrategia geopolítica del otro imperialismo digital que es China.
Según informa el diario El Comercio, los barones tecno-millonarios que cogobernarán con Trump son los siguientes:
-Elon Musk (de 53 años de edad), tiene el cargo de CEO (o Presidente) de las empresas: Testa, SpaceX, X (hasta hace poco conocida como Twitter ) y Neuralink. (su fortuna es de 438 mil millones de dólares). Saludó con el puño nazi el día de la asunción de Trump. Además, dirigirá el Departamento para la Eficiencia del Estado.
-Mark Zuckerberg (40 años de edad): presidente de Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp). Tiene una fortuna de 225 mil millones de dólares.
-Jeff Bezos: fundador de Amazon, dueño de Blue Origin y “The Washington Post” (uno de los periódicos más influyentes en Norteamérica y casi en el mundo entero.(Su fortuna es de 254mil millones de dólares).
-Sam Altman: es presidente de Open AI (inteligencia artificial), es el más joven: tiene 38 años, con una fortuna de 2,800 millones de dólares.
En el mundo los ricos son una minoría y cada vez son más ricos; mientras que los pobres son una imensa mayoría y cada vez más pobres.
Como se sabe las fortunas de estos barones tecnológicos son movibles, pero nunca había abajo. Entonces es lícito preguntarse: ¿su volumen a cuánto llegará durante y al final del gobierno de Trump? ¿Qué caracteres tendrá la realidad real y la realidad virtual del mundo entero? ¿La posverdad reinará en medio de una intoxicación informativa? ¿Quizá, cambiando la constitución, Trump se entronice en el poder, o buscará un sucesor ad-hoc? Vaya uno a saber. Veremos
Cuando en los años 60 del siglo pasado Norteamérica fue tipificada como una sociedad opulenta, sociedad de hiperconsumo que cosificaba a los hombres como meros consumidores o clientes, con ayuda de la ciencia y tecnología, ya se vislumbraba el futuro(2025) del “ soberano “sueño americano”. El filósofo Herbert Marcuse- perseguido por Hitler- se afincó en los EE.UU, y allí escribió El hombre unidimensional, donde ya criticaba la represión técnico-científica implementada desde el Estado y las inmensas corporaciones privadas.
Posteriormente, Jürgen Habermas el filósofo vivo más leído en el mundo entero amplía el análisis de Marcuse, en su obra Ciencia y Técnica como ideología (1968). Ambos libros son de necesaria lectura para comprender la tendencia despótica del trumpismo aputalada por estos barones del saber(o del instruir, mejor dicho) digital.
Estamos ante la instrumentalización de la razón científico-tecnológica que proporciona el dominio y la legitimación de un poder político expansivo que tragará a todos los ámbitos de la cultura. La ciencia y técnica al politizarse se convierten en ideología de dominio y control en los países capitalistas avanzados.
La tecnocracia es el poder y gobierno de los tecnócratas (científicos, tecnólogos, técnicos). La tesis de la tecnocracia- según Habermas- ha podido ingresar como ideología de fondo en la conciencia de las masas despolitizadas de la población y desarrollar su fuerza legitimadora Estas masas aplauden en estos momentos a Trump. Están contentas (se están auto cosificando), dentro de un marco cibernético (digitalizado).
La intención tecnocrática de Trump muestra y demuestra que el dominio manifiesto de un Estado autoritario se ve reemplazado por las coacciones manipulativas de una administración técnico-operativa. En las sociedades industriales avanzadas (caso EE.UU) optan por controles del comportamiento no a través de normas o leyes, sino más bien por estímulos externos(de carácter populista, apostando sobre todo por los intereses nacionales , y no por los intereses externos. Es por eso que Trump acaba de decretar el cierre de USAID, es decir, del Programa de Cooperación Internacional. Es una prueba concreta de “la fuerza ideológica de la conciencia tecnocrática”.
Esta ideología de fondo del Estado tecnocrático está convirtiendo en fetiche a la ciencia, que es más irresistible y durable que las ideologías de viejo cuño(la del partido Republicano , Democrático, Comunista, Socialdemocracia, por ejemplo). Donde los modelos cosificados de la ciencia transmigran hacia el mundo sociocultural de la vida y obtienen allí un poder objetivo dentro de la conciencia humana, en forma de socialización o individuación determinada por la comunicación en el medio del uso del lenguaje ordinario: “si lo dicen los técnicos así será, solo nos queda obedecer”, es un frase que legitima la instrucción digitalizadora.
Trump es el director de un capitalismo regulado por el Estado central, que está en manos de una pequeña oligarquía (los barones tecnocráticos), cuya acción está implicando el cambio del marco institucional, en medio de una opinión pública despolitizada. ¿Se consolidará esta democracia despótica? No lo sabemos. Pero conlleva temor sobre todo para los países subdesarrollados que pueden caer en un neocolonialismo digitalizado, porque, además, tienen una economía dolarizada.
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EDITORIAL. Para Radio Reina de la Selva. Lima 3 de febrero de 2025. Luis Alberto Arista Montoya.