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VOLUNTAD DE ENTENDIMIENTO

Luis Arista Montoya* En el mundo entero el ser humano vive tiempos revueltos. Debido al terrorismo, el narco-poder y la corrupción

VOLUNTAD DE ENTENDIMIENTO



01/09/17 - 05:33


Luis Arista Montoya*

En el mundo entero el ser humano vive tiempos revueltos. Debido al terrorismo, el narco-poder y la corrupción las sociedades andan muy movidas, desorientadas, con los valores tradicionales transmutándose.

En medio aparece la ira (individual o colectiva) como factor político-psicológico que impulsa la historia presente, marcada por el terrorismo yihadista que es la versión patológica de la religión Musulmana que es monoteísta, como lo es  la religión Católica y la Judaica.

El yihadismo como ideología (que usa la religión islámica como pretexto), busca propagar la islamofobia para exacerbar odios a  su cultura, a su religión a su gente; para acentuar contradicciones, para radicalizar a jóvenes resentidos y marginados que han de prestarse (y se prestan) para atentar como hombres-bomba, o atropellando a mansalva con camiones asesinos. Todo ¡Por Alá!

 Justificando irracionalmente que están ante una “guerra de religiones”, “choque de civilizaciones”. Lo cierto es que estamos ante un mercado del odio (radicalismo) donde la demanda (el extremismo) se encuentra ante una oferta (el yihadismo). La marginación, los racistas, los supremacistas blancos, los neonazis, la xenofobia, son otras formas patológicas de la oferta extremista.

En Occidente el populismo nacionalista cae en las redes de la lógica perversa del yihadismo. En Europa y en los EE.UU esto es una amenaza cotidiana, aunque los países de nuestra región americana  no están exentos de ello porque  también han erigido su  propio mercado del odio. La odiosidad se está universalizado.

En medio de esta batahola hay, sin embargo, ciertos gestos simbólicos que tienen un profundo valor ético. Uno se ha producido en Barcelona, días después del atentado de la Rambla; otro en Lima, durante la huelga de los maestros. He visto las fotos y los videos respectivos. Que a pesar de que creemos que una imagen vale por mil palabras, merecen ser comentadas. Pues una foto sin leyenda no se ve completa, y un video sin audio explicativo es una imagen muda.

En ambos casos el abrazo entre “rivales” ha sido el gesto noble, enaltecedor. En Barcelona, Javier Martínez, el padre de Xavi, el niño de tres años que murió mientras paseaba con su tío en el atentado de La Rambla, acudió días después a la concentración de repulsa por los atentados convocada en su pueblo, Rubí (Barcelona). “Necesito abrazar a un musulmán”, dijo el hombre como prueba de su voluntad de superar el dolor, el drama. Y lo hizo. A la concentración había acudido el imán (clérigo musulmán) sustituto de Rubí, Dris Salym. En la plaza, en la puerta del Ayuntamiento, ambos escenificaron  mediante un abrazo esa voluntad de concordia y entendimiento. Mientras el padre del niño asesinado por la furgoneta se mantenía emocionado, pero contenido, fue el clérigo musulmán el que acabó llorando en brazos del hombre, quien lo consoló como pudo, ante la mirada de católicos, musulmanes, judíos, laicos y ateos.




La otra imagen-símbolo se produjo en Lima, en la avenida Abancay, durante la violenta marcha de los maestros en huelga enfrentados a la policía de Asalto; cuando en medio de trifulca  de gases lacrimógenos, un policía robokob, el suboficial Rodolfo La Rosa Ariza, apareció abrazando, acariciando el rostro curtido de una humilde profesora de edad mayor que lloraba y lloraba, consolándola la  ayudó a salir del medio del  ardor  abrasador de las bombas.

Estamos ante dos imágenes  que son signos de que los seres humanos, a pesar de vivir en medio del mercado del odio, somos capaces de apostar a favor de la concordia, del entendimiento intersubjetivo.

Abrasar (con s) y Abrazar (con z) son dos vocablos parónimos, es decir, tienen entre sí relación o semejanza por su forma y sonido de pronunciación, pero tienen un significado diferente: Abrasar (con s)  significa reducir a brasa, quemar, arder. En cambio abrazar (con z), significa estrechar a otra persona  con los brazos en señal de cariño, de amor, de respeto.

Entonces, mientras los yihadistas y sus seguidores de la cultura de violencia abrasan a los demás mediante el fuego de pólvora, los seguidores de la Cultura de Paz -que somos los más, felizmente- abrazan a los otros con cariño, con los brazos tibios, premunidos de una   ética  de la sinceridad, del entendimiento y la concordia, que es la que reinará en el mundo,  como siempre.
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 *EDITORIAL. Para Reina de la Selva. Lima 31 de agosto 2017. Luis Arista Montoya.

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